Carolina entró en la Sala de Juntas y cuando Sloan alzó la vista con manifiesta irritación, supo que había cometido un error al asistir a la reunión, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Sin saber dónde sentarse, ocupó un sitio dos sillas más allá de su jefa.
Recorrió la sala con la mirada, pero no vio a Agustín. Se movió incómoda en el asiento, el dilatador de metal que llevaba puesto hacía que fuera improbable que pudiera permanecer sentada durante toda la reunión. Aún no podía creer lo que acababa de hacer. Se había encerrado en un retrete, se había bajado las bragas y se había metido despacio el objeto en el culo. Dejando a un lado su aprensión mental, el acto físico había sido sorprendentemente fácil.
—Sloan quiere que te sientes a su lado —le dijo Lesley Byrd, uno de los miembros más veteranos de la junta.
—De acuerdo —asintió Carolina.
Se levantó y se cambió de sitio. Sloan la observó con mirada asesina. Cuando se sentó a su lado, se inclinó hacia ella y siseó:
—No te he invitado a esta reunión.
—Lo siento. Me he enterado de que había reunión y creía que quizá lo había olvidado. No sabía qué hacer. He pensado que lo mejor sería venir por si acaso.
Justo en ese momento, Agustín entró en la sala. Carolina sintió que el ano se le contraía de manera automática alrededor del dilatador. La miró directamente y el hecho de que él supiera lo que estaba sucediendo dentro de sus bragas hizo que se sintiera muy excitada. Sloan quedó olvidada y la molestia física también, en esos momentos estaba atrapada en su jueguecito con Agustín. Ese mundo, su mundo de sombras con él, tomó el poder.
—La de hoy será una reunión breve —anunció él, de pie en la cabecera de la mesa—. Sabéis que tenéis diez días para darme vuestro voto para los nominados al premio, así que estamos en un compás de espera. Pero Lesley necesita hablaros de las recaudaciones de fondos para el invierno. Lesley, son todo tuyos.
El hombre le dedicó una amplia sonrisa.
—Gracias, Agustín.
Miró su cuaderno de notas antes de lanzarse a enumerar su lista de puntos importantes para la recaudación de invierno. Sus palabras se convirtieron en un sonido de fondo. En lo único que Carolina podía pensar era en la presión que sentía en el culo, en eso y en el esfuerzo colosal que tenía que hacer para no mirar a Agustín mientras sentía en todo momento cómo Sloan la vigilaba con atención.
Como si estuviera esclavizada por la pequeña pieza de metal en su interior, su mente seguía absorta en la noche anterior. Imaginó los dedos de Agustín en su clítoris, cómo los había movido en sintonía con el duro objeto en el culo, para hacer que su cuerpo alcanzara un estado de exquisita sensibilidad. Pensó en cómo se sintió cuando le sacó el dilatador y que faltaban pocos minutos para que volviera a sentir ese dulce alivio.
Cuando oyó que Lesley decía «Y finalmente...», se permitió mirar a Agustín, pero él estaba escuchando al hombre con aparente concentración. Observó cómo sus manos se apoyaban sobre un cuaderno de notas y se removió.
Cuando todo el mundo se levantó y cogió sus notas, Carolina supo que la reunión había terminado. Al levantarse, sintió que la presión en el culo cambiaba.
—Vuelve al mostrador de devoluciones —le ordenó Sloan—. No más pérdidas de tiempo hoy.
Carolina se sobresaltó.
—¿Qué? —se entretuvo buscando a Agustín con la vista.
—Necesito que me dejes a Carolina durante unos minutos —comentó él y ella se dio cuenta de que lo tenían justo detrás, mientras el resto de los miembros del consejo se dirigían a la puerta.
—De eso nada —respondió Sloan sin ningún rastro de la habitual jocosidad con que se dirigía a él—. Ya le has robado bastante tiempo. Es una empleada remunerada, no una voluntaria.4
—No te lo estoy pidiendo —replicó tan bajo que casi fue un susurro.
Carolina vio que, durante un fugaz momento, algo sobrevolaba por el rostro de Sloan, algo complicado e indescifrable.
Tras fulminarla a ella con la mirada, su jefa se marchó. Carolina miró a Agustín de manera inquisitiva, pero él estaba ocupado haciendo salir a los últimos rezagados. Luego cerró la puerta con llave.
—Quizá debería irme...
Sin mediar palabra, atravesó la sala y la hizo inclinarse sobre la mesa. Le desabrochó la falda y la tiró al suelo, luego le bajó las bragas hasta los tobillos.
—Abre las piernas —le ordenó con voz llena de deseo.
En ese instante, Sloan y todo lo demás quedó olvidado. Carolina obedeció y fue premiada con la ardiente sensación del dilatador al ser retirado. Sin embargo, su ausencia la dejó anhelante, deseosa de que volvieran a llenarla. Agustín la mantuvo en esa postura, le deslizó una mano por debajo y le acarició el clítoris con el pulgar. Carolina se mordió el labio para evitar gemir y entonces él dejó de tocarla. Siguió con una mano apoyada en la parte baja de su espalda. Ella se retorció apenas capaz de estarse quieta. Oyó un sonido, pero se sentía desorientada por la necesidad de disfrutar de la presión de sus manos sobre la piel, en su interior. Justo cuando creía que no podría soportarlo más, le abrió las piernas aún más con las palmas y, con una rápida embestida, la llenó por completo.
—¡Oh! —gritó, mientras intentaba aferrarse a la mesa.
Agustín se quedó quieto unos segundos, mientras su inflamada erección la dilataba. Luego, despacio, la embistió una y otra vez mientras la sujetaba por las caderas. Carolina sintió que se perdía en ese ritmo, se olvidó de dónde estaba, incapaz de pensar en nada más que en la presión que le aumentaba en la pelvis. Empezó a gemir de manera incontrolada y si hubiera estado mínimamente en sus cabales le habría preocupado que alguien la oyera. Pero todas las terminaciones nerviosas en su cuerpo estaban centradas en el placer. Cuando le llegó el orgasmo, la sacudió como una convulsión.
Las fuertes manos de Agustín la sujetaron en esa postura hasta que acabó y, entonces, para su sorpresa, salió despacio de ella y la hizo volverse.
—Chúpamela —le ordenó.
La palabra fue impactante y excitante y Carolina se arrodilló sin vacilar. Se metió su pene en la boca, sorprendida por el sabor ácido de sus propios fluidos.
Aun así, no dejó que eso la detuviera y movió la lengua por todo su miembro, envolviéndolo con la boca, repitiendo la secuencia hasta que le arrancó un gemido.
Agustín retrocedió.
—Levántate —le ordenó con voz dura.
La ayudó a ponerse de pie y la subió a la mesa, boca arriba. Le abrió las piernas con la rodilla y se subió encima de ella. Se hundió en su interior con ímpetu e inició un frenético ritmo que casi fue violento.
A Carolina la sorprendió descubrir que su propio placer aumentaba de nuevo, su sexo cobró vida como si lo hubieran puesto en pausa. Cuando Agustín gritó y ella sintió las vibraciones de su orgasmo, una nueva oleada de placer la atravesó.
A continuación, sintió cómo se retiraba de su interior, pero no se movió hasta que él la ayudó a incorporarse con delicadeza. Vio que tenía el rostro encendido y que parecía tan juvenilmente guapo que casi se le llenaron los ojos de lágrimas. La avalancha de emociones fue mayor que cualquier experiencia física, mayor que cualquier cosa que hubiera sentido en toda su vida. Ese dar y recibir parecía no tener límites. Se preguntó si eso sería el amor. La idea la asustó.
Lo lamento, me desaparecí pero es porque disfruto mis últimos días de vacaciones jajaja
Los amo❤- Anhel. 🌻

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❥ La Bibliotecaria • Aguslina.
Fanfiction❥ Meterse a la historia para conocer la sinopsis. ❥ HISTORIA ADAPTADA.