❥ Capítulo 16

1.7K 88 15
                                    

El sonido del despertador la sobresaltó. ¿Cómo podía ser ya por la mañana? Descorrió la cortina. No cabía ninguna duda, el sol había salido con fuerza. Carolina volvió a recostarse en las almohadas.

Había estado agitada y dando vueltas durante toda la noche e, incluso mientras dormía, su mente no había parado de funcionar a mil por hora, con sueños que la hacían despertarse empapada en sudor, pero que le era imposible recordar. Por un momento pensó que la cena con Agustín Bernasconi había sido uno de esos sueños, pero el vestido Miu Miu en el suelo junto con los zapatos de tacón eran la prueba de que la velada había sido real y no un producto de su activa imaginación nocturna.

Y entonces, avergonzada, recordó la fantasía que había tenido mientras se masturbaba.

Una llamada en la puerta la sobresaltó.

—¿Estás ahí? —preguntó Valentina.

—Sí. ¿Va todo bien? —preguntó Carolina mientras se incorporaba y se pasaba una mano por el pelo.

Su compañera abrió la puerta. Aún iba en pijama, una camiseta de Juicy Couture y unos leggings de Athleta. Llevaba el pelo recogido en una despeinada coleta y su iPhone no dejaba de sonar ya con mensajes de texto.

—No estabas aquí anoche cuando me fui. Y no estaba segura de sí habías vuelto más tarde.

Entonces se fijó en la pila de ropa en el suelo. Se agachó y cogió el vestido Miu Miu.

—¿Qué diablos has hecho? ¿Has atracado Bedford's?

Carolina se levantó de la cama, pasó a su lado para dirigirse a la cocina y encendió el hervidor de agua.

—En serio —insistió Valentina, siguiéndola—. ¿Qué pasa? Sé que éste es un vestido de mil seiscientos dólares como mínimo. ¡Y esos zapatos! Pensaba que sentías devoción por tu suministro de por vida de Tom's...

Carolina abrió la nevera y sacó un tarro de mantequilla de cacahuete Skippy y cogió una gran cucharada.

—¿Cómo puedes comer tan temprano? —preguntó Valentina. Carolina lamió toda la mantequilla de cacahuete de la cuchara.

—Anoche cené con Agustín Bernasconi —explicó.

Su compañera abrió unos ojos como platos, con un respeto recién estrenado.

—Saliste con Agustín Bernasconi —repitió.

—Exacto —confirmó ella y volvió a meter la cuchara en la mantequilla de cacahuete.

—¡Eres una bruja con suerte! —gritó Valentina entusiasmada—. Oh, Dios mío, me tenías engañada, Carolina. Paseándote por aquí como alma en pena, tan calladita, enfrascada en tus libros... Nunca lo habría imaginado.

—Créeme, yo tampoco.

—¿Es bueno en la cama? —preguntó Valentina.

—¿Qué? No me acosté con él —dijo Carolina avergonzada.

—Bueno, eso fue un error —decidió su compañera—. ¿A dónde fuisteis?

—Al Daniel —respondió ella, mientras rebuscaba en el cajón lleno de bolsitas de té el más fuerte que pudiera encontrar.

—Me encaaaaanta Daniel —exclamó Valentina haciendo un puchero—. ¿Cuántos años tiene? Es mayor que nosotras, ¿verdad? Los chicos de nuestra generación, de veintitantos, no saben lo que es una buena cita. ¿Te has fijado?

Por supuesto que Carolina no se había fijado. No sabía nada de cómo eran las citas con los chicos de su edad, ni de ninguna otra edad. Y, por otro lado, ni siquiera estaba segura de que lo de la noche anterior hubiera sido una verdadera cita. Le parecía más bien una especie de extraño ejercicio, un alarde de poder de un tipo al que le gustaba ir por ahí malgastando el dinero y que probablemente se habría acostado con todas las mujeres de Nueva York y estaba buscando carne fresca.

❥ La Bibliotecaria • Aguslina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora