❥ Capítulo 51

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Carolina sintió que se le encogía el estómago.

-¿Cómo? ¿En plan estudiante pierde la cabeza por un amor imposible?

Agustín vaciló.

-No, fuimos amantes.

Ella se incorporó y se volvió para poder mirarlo.

-¿En serio?

No sabía por qué había dicho eso. Era estúpido, como si él fuera a bromear con algo así. Pero le sonó demasiado increíble. Un adolescente teniendo una aventura con la mujer de su padre...

-Sí, estaba loca y profundamente enamorado de Astrid. No sé qué fue para ella. Atracción física, quizá. Un pasatiempo. No lo sé. Pero nos volvimos descuidados y mi padre nos pilló, me echó de casa y me desheredó.

Carolina no supo qué decir. Se preguntó cuánto de eso sería de dominio público y luego decidió que no debía de saberlo demasiada gente, o si no Valen, incluso quizá Margaret, se lo habrían mencionado. Volvió a apoyar la cabeza en su pecho.

-Lo siento. Eso debió de ser... No puedo imaginarlo. ¿Se hizo público?

-No. -Carolina notó que sus brazos se habían tensado a su alrededor-. Mi padre tiene muchos amigos y dinero metido en los medios de comunicación. Nadie se atrevió a cabrearlo. Pero mi madre sí se enteró. Le supliqué a mi padre que no se lo contara... La mujer que había roto su matrimonio, teniendo relaciones con su propio hijo. Eso era de lo único de lo que me sentí avergonzado. Pero él no me escuchó y le explicó por qué me echaba de casa y me dejaba sin dinero.

-¿Dejó de mantenerte? Pero tú eras menor, ¿no?

-Sí, aunque la familia de mi madre tenía también dinero y ella consiguió más con el divorcio. Dejar de mantenerme era una especie de amenaza vacía. Creo que por eso tuvo que ir más allá y me castigó contándoselo a mi madre.

Incluso en ese momento, todos esos años después, Carolina podía oír la vergüenza en su voz.

-Ella habría preguntado por qué te había echado. No sé cómo habrías podido evitar que lo supiera.

-Mi padre y yo nunca nos llevamos muy bien. Créeme, podría haberlo evitado.

-Entonces, ¿por qué vivías con él y no con ella?

-Después del divorcio, mi madre se fue a visitar a sus padres al extranjero durante un año. No tuve muchas alternativas. Luego, cuando hacía unos pocos meses que había vuelto, recibió el siguiente golpe. Y esa vez fue por mi culpa.

-Oh, Agustín, eras sólo un adolescente. Y supongo que Astrid era poco más que una adolescente también.

-Después de marcharme de casa de mi padre, mi madre sospechó que seguía viéndola y tenía razón. Me distancié de mi madre, le mentía, discutíamos. Y entonces se suicidó.

A Carolina se le cortó la respiración. Levantó la cabeza para mirarlo y la impresionó verlo a punto de llorar.

-Agustín, no me digas que te culpas.

-No, no lo hago -dijo, pero su cara decía lo contrario.

Le besó la mejilla y saboreó la sal de sus lágrimas. Lo rodeó con los brazos y lo estrechó con fuerza. Él hundió el rostro en su pelo y se aferró a ella como si fuera una tabla de salvación de la que dependiera su vida.

-No fue culpa tuya -le dijo, acariciándole la cabeza.

De algún modo, sus palabras liberaron un torrente de pena y Agustín sollozó pegado a ella como un niño. Carolina sintió que haría cualquier cosa por librarlo de ese dolor.

❥ La Bibliotecaria • Aguslina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora