MARATÓN 1/?
Carolina lo vio en cuanto entró en la galería de paredes blancas y tan bien iluminada de la calle Greene.
Agustín estaba rodeado de gente en el centro de la sala. Iba vestido con su descuidada elegancia. Llevaba el cuello de la camisa abierto, mantenía los amplios hombros rectos y su resplandeciente y oscura cabeza superaba en unos cuantos centímetros a todas las demás de su alrededor. Alzó la vista y sus ojos oscuros se clavaron en los de ella. Carolina sintió una sacudida y apenas pudo mantener la compostura. No quería interrumpirlo y decidió dar una vuelta para ver las fotografías. Pero Agustín ya estaba alejándose del grupo y acercándose. Cuando la miró, también lo hicieron la mayor parte de los presentes en la sala.
—Me alegro de que hayas podido venir —le dijo Agustín sonriente.
Así que la invitación sí era para ella, después de todo. El descubrimiento hizo que se sintiera un poco mareada. Sabía que debería decir algo despreocupado, como: «No quería perdérmelo», o indiferente como: «Estaba por el barrio». Pero lo único que pudo hacer fue esbozar una tímida sonrisa y él pareció contentarse con eso.
Entonces, Carolina se dio cuenta de qué era lo único que debía decir, algo que pensaba sinceramente.
—Felicidades. No entiendo mucho de fotografía, pero estoy segura de que esto es algo grande.
Agustín se rio, aunque no burlándose.
—Diría que es algo más bien pequeño o mediano. Pero se podría considerar como que me estoy abriendo camino hacia el estrellato.
Entonces, una familiar rubia se deslizó entre la multitud como el mercurio y apareció de repente a su lado. Sloan llevaba recogida la melena rubia platino en una coleta baja, una falda de tubo negra y un top sin mangas, lo que le permitía lucir sus brazos bien tonificados y bronceados.
—Qué sorpresa verte aquí, Carolina —exclamó. Su tono fue cordial, pero cualquiera que viera la mirada que le lanzó habría comprendido que la joven se estremeciera. Por suerte, Sloan desvió en seguida la atención hacia Agustín —. Así que al fin has conseguido la exposición que deseabas.
La afirmación indicaba una familiaridad entre ellos que sorprendió a Carolina. Su jefa alzó su copa de champán en un discreto brindis.
—No es exactamente lo que quería, pero es un paso más en la dirección correcta —contestó Agustín. Su tono fue más educado que amistoso—. ¿Nos disculpas un momento?
Y eso fue más una orden que una petición. Aunque si Sloan se sintió desairada, lo disimuló.
—Por supuesto, estás trabajando. Ve... a relacionarte. Yo estudiaré a la competencia —le dijo con un guiño.
Agustín guio a Carolina a través de la gente que los rodeaba por todas partes. Ella se resistió al impulso de volverse hacia Sloan, consciente de que, de algún modo, le haría pagar el desaire de Agustín.
Se sentía fuera de lugar y deseó que Valentina hubiera accedido a acompañarla. Lo siguió hasta el fondo de la sala y se fijó en que en una de las paredes estaba escrito su nombre con grandes letras negras.
—¿Es éste tu trabajo? —preguntó, deteniéndose.
—Sí —respondió él.
—Quiero verlo —dijo, mientras se acercaba a las fotografías. Agustín parecía impaciente y eso la sorprendió—: ¿No es para esto para lo que me has invitado? ¿Para qué vea tus fotografías?
—Te he invitado porque quería verte.
No supo qué responder a eso, así que se volvió hacia la pared. Todas las fotos eran en blanco y negro y se dio cuenta de que todas eran de la misma mujer, un rostro tan famoso que incluso Carolina la reconoció: la modelo holandesa Astrid Lindall.
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❥ La Bibliotecaria • Aguslina.
Fiksi Penggemar❥ Meterse a la historia para conocer la sinopsis. ❥ HISTORIA ADAPTADA.