Vio el Mercedes en cuanto salió de la biblioteca. Agustín iba al volante. Incluso desde esa distancia sintió sus ojos sobre ella mientras bajaba la amplia escalinata. Cuando se acercó, salió y le abrió la puerta. Sólo el hecho de verlo hizo que se sintiera mejor. Fue el primer momento desde que la habían despedido en que no sintió el temblor del pánico.
Agustín le dio un rápido abrazo antes de que subiera al coche. Una vez estuvo tras el volante, Caro dijo:
—Te he llamado antes, pero me ha saltado el buzón de voz. —Él asintió mientras se incorporaba al denso tráfico.
—Lo siento. Me he pasado todo el día trabajando en las fotos que hicimos anoche. No quería que nada me distrajera. —Apartó los ojos de la calzada el tiempo suficiente para dedicarle una amplia sonrisa.
—¿Qué tal han salido? —preguntó nerviosa.
—Voy a llevarte a mi apartamento para que lo veas por ti misma —respondió.
Su excitación era palpable y contagiosa. Carolina esbozó una leve sonrisa.
—Vale —accedió.
Agustín le apretó la mano.
—¿Qué pasa? —preguntó.
¿Cómo podía saber que algo iba mal? ¿Tenía aspecto de ser alguien a quien acababan de despedir?
—Bueno, Sloan me ha despedido. —Agustín se rio.
—Ella no puede hacer eso.
—Por supuesto que puede —replicó frustrada—. Es mi jefa. Tú nunca has tenido un trabajo normal de nueve a cinco, por eso no lo entiendes.
—Hablaré con ella —le dijo con confianza, como si eso lo solucionara todo.
—¡No! —exclamó avergonzada sólo de pensarlo—. Por favor, no lo hagas. Aunque pudieras obligarla a que volviera a admitirme, y lo dudo, sería deprimente para mí. Sólo necesito... dejarlo estar.
La Quinta Avenida estaba atestada con el tráfico de la hora punta. Agustín giró hacia el oeste.
—No estoy de acuerdo contigo en eso —insistió—. ¿Quieres recuperar el trabajo o no?
—No lo entiendes, Agustín. La he pifiado. Deseaba ese trabajo más que nada.
—No has hecho nada que justifique tu despido.
—Por supuesto que sí. La puse celosa contigo y luego le di una excusa para que me despidiera. Fue estúpido —reconoció.
Volvía a sentir el nudo en la garganta.
—Mal manejo de las relaciones de poder —reconoció—. ¿Lamentas haber salido conmigo?
Carolina negó con la cabeza.
—No. Ni por un minuto.
—Bueno, si lo hicieras, creo que cuando veas las fotos, cambiarías de opinión.
Carolina estaba sentada a la mesa del comedor de Agustín, observando las fotografías. Apenas reconocía a la hermosa, segura y extremadamente erótica criatura en blanco y negro que le devolvía la mirada. Había intentado evocar el espíritu de Bettie Page, pero era una encarnación más oscura y peligrosa. Cada instantánea parecía revelar una capa diferente de sí misma y la secuencia en que las había organizado Agustín, creaba una poderosa progresión de dominación y deseo.
Las fotografías eran perturbadoras y emocionantes al mismo tiempo.
—No puedo creerlo —afirmó en voz baja.
—Yo sí —replicó él, mientras se paseaba detrás de ella y se asomaba por encima de su hombro de vez en cuando—. No te presioné más con el tema de las fotografías para no incomodarte ni intentar ejercer ningún tipo de control, pero tenía la sensación de que el resultado sería algo especial. —Se sentó a su lado y le cogió la mano—. Y tenía razón.
—Hay muchas fotos.
—Siempre hago muchas durante una sesión, lo cual en sí mismo no es excepcional. Pero sí lo es que todas sean buenas. O casi todas. A veces sólo pueden usarse unas pocas de una sesión, por lo que me permito mucha menos flexibilidad. Pero lo que tenemos aquí... es oro. —Y luego la miró muy serio—. No quiero que te preocupes por nada. Ni por tu trabajo, ni por mí ni tampoco por nosotros.
Le tomó el rostro entre las manos y la miró a los ojos con una intensidad que exigían lo mismo a cambio. Carolina sintió el habitual cosquilleo en el estómago y en los ojos de él vio el omnipresente deseo, pero también algo más. Había algo diferente en cómo la miraba y se dio cuenta de que, por primera vez, había un elemento de admiración.
Agustín bajó la cabeza y la besó en el cuello, haciendo que la recorriera un escalofrío. Caro se estremeció y se inclinó hacia él cuando la rodeó con los brazos. Se llenó los pulmones de su aroma y sintió que su cuerpo se veía inundado por el deseo, a pesar de los persistentes dolores de la noche anterior.
La besó en la boca ávidamente, como si hubieran estado separados durante semanas. Le desabrochó el sujetador. Su mano se deslizó bajo la blusa para buscar los pezones. Los tenía erectos. Se los acarició una y otra vez hasta que a Carolina le escapó un leve gemido y sólo entonces le abrió la blusa, tirando de ella con tanta fuerza que algunos botones saltaron y cayeron al suelo con un leve tintineo.
Sus labios y su lengua se entretuvieron en sus pechos, juguetearon con los pezones al principio y luego los succionaron tan fuerte que le dolió. Carolina jadeó con las manos en su pelo, asombrada de que su cuerpo fuera su peor enemigo. Lo deseaba descaradamente a pesar del persistente dolor que sentía debido a cómo la había follado hacía menos de veinticuatro horas. Pero notó la humedad entre sus piernas y se retorció de deseo.
Agustín se levantó y Carolina sintió el aire en los pezones húmedos y magullados. Apartó las fotos de un manotazo y la colocó sobre la mesa. Le desabrochó la falda y se la quitó, tirándola al suelo junto con la ropa interior.
—Acércate al borde —le ordenó con voz llena de deseo.
Ella se deslizó y las piernas le quedaron colgando en el lateral de la mesa. Agustín se recostó en la silla y se las abrió. Luego se inclinó hacia adelante para lamerle el sexo con una larga caricia de la lengua. Carolina gimió y arqueó la espalda y él deslizó un dedo en su interior.
—¡Oh, Dios mío! —susurró ella.
Su lengua jugueteaba sobre su clítoris mientras su dedo entraba y salía. Carolina le tiró del pelo mientras sus caderas se movían brusca y rítmicamente. Su cerebro zumbaba como un motor con todos los pensamientos dispersos y sin sentido. Para cuando él se subió a la mesa y sintió que su pene le rozaba el sexo, ya temblaba toda ella, nervio puro que sólo podría aplacar llenándola.
Abrió más las piernas a la vez que lo aferraba del culo casi frenéticamente. Pensó que seguiría excitándola y sabía que si la hacía esperar no sería capaz de soportarlo. Pero por suerte se hundió en su interior y la sensación fue tan brusca y rápida que notó casi al instante cómo su vagina se convulsionaba, estrujándolo en un orgasmo tan fuerte que experimentó un momento de pánico por la pérdida de control.
Empezó a gritar palabras sin sentido y él le murmuró algo en respuesta, con el rostro pegado a su mejilla, hasta que sus propias palabras se convirtieron en un potente grito que la sorprendió a la vez que su cuerpo se sacudía y la embestía en una muestra casi violenta de su propio éxtasis. Después, Agustín se movió hasta quedar tumbado boca arriba sobre la dura mesa, con ella acurrucada junto a él.
—No voy a poder caminar —le dijo medio en broma.
—Yo te llevaré —le aseguró él y la estrechó con fuerza. Y Carolina supo que no bromeaba.
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❥ La Bibliotecaria • Aguslina.
Fanfiction❥ Meterse a la historia para conocer la sinopsis. ❥ HISTORIA ADAPTADA.