Capítulo 6

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     “Nunca sabes cual será tu último minuto con vida, así que, di lo que sientes, haz las pases con el pasado, deja ir lo que te lastima, pide perdón, agradece, di 'por favor' sonríele al mesero, y más nada, aprecia las cosas que hacen que cada d...

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     “Nunca sabes cual será tu último
minuto con vida, así que, di lo que sientes, haz las pases con el pasado, deja ir lo que te lastima, pide perdón, agradece, di 'por favor' sonríele al mesero, y más nada, aprecia las cosas que hacen que cada día sea especial" -Mujeriologia.

     Las cosas se habían mantenido calmadas, y Alisa aprendió a pedir permiso en lugar de escaparse de casa. Algo que agradecía. También hablaba más sobre Leyna y su madre, Hanna le ayudo a entender bastante bien la muerte. Y se lo agradecía. He sido padre soltero desde el momento en el que Alisa llegó a este mundo, y había temas que sentía que jamás podría tocar con Alisa, pero que ella tuviera persona que si estaban dispuestos, eso era algo que alegraba mi corazón.

     Mire a mi pequeña quien llevaba una mochila azul en sus hombros. Lucia un shorts azul claro y una camisa con un corte recto en los hombros, tenía un fondo blanco y sobre este un estampado de hojas. Su cabello iba suelto y en la parte de adelante tenía unas trenzas, que yo mismo le había hecho, después de muchos videos durante años, aprendí a como hacerlas. Al comienzo Alisa se enojaba, pero ya era más sencillo, y ahora ella es un poco más paciente. Sus pies llevaban unas sandalias blancas.

     —¡Hanna!— grito mi pequeña mientras tocaba la puerta.

     —Hola— saludo cuando abrió la puerta de su casa —. ¡Uf! Pero qué niña tan guapa.

     —¡Hanna!— grito mi pequeña saltando sobre ella, Hanna la tomo en brazos —¿Por qué llorabas?

     Deje de mirar a mi hija, y por primera vez desde que abrió la puerta, la detalle. Hanna llevaba un conjunto deportivo de que era casi igual a su color de piel, y sobre este una camisa de botones que fácilmente podría ser de hombre, su cabello estaba suelto. Pero su rostro estaba rojo, incluso sus ojos parecían inyectados con sangre, ella estaba llorando, probablemente justo antes de que tocaramos su puerta. Sus ojos se posaron en los míos justo antes de volver a mirar a mi hija y darle un beso en la mejilla.

     —No lloraba, luciérnaga— mintió ella con una sonrisa —. ¿Vamos a preparar un batido?

      —¿De chocolate?— los ojos de mi hija se iluminaron de inmediato.

     —¿No te parece que es muy temprano para el chocolate?— mi pequeña le dedicó una sonrisa traviesa —. Muy bien, anda a la cocina.

      —Que sea de fresa entonces— y corrió al interior de la casa, Hanna sonrió.

     —¿A que hora paso por ella?— pregunte llamando su atención, ella volteo a mirarme y su mirada se apagó un poco.

     —Hoy me llevaban al lugar de trabajo. Puedes venir como a eso de las ¿doce?— yo asentí levemente —Puedes venir a comer con nosotras, yo cocinare. Y así esperamos a mi abogado, ¿Te parece bien?

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora