"Los únicos momentos que recuerdo con alivio son aquellos en los que he deseado no ser nada para nadie, en los que he enrojecido ante la idea de dejar la menor huella en la memoria de quien sea..." -Emil Cioran, Del inconveniente de haber nacido.
Se supone que tus padres serán tu modelo a seguir, que vivirás viendo como ellos son los super héroes de tu cuento de hadas, y por un tiempo yo también lo creí. Pero cuando creces, y tienes ideas, juicios y pensamientos muy diferentes a los de ellos. Algunos, lo aceptan. Otros, son tan machistas que no son capaces de aceptarlo, y olvidan a sus hijos. Por orgullo.
Mi madre se dejo llevar tantas veces por él. Que casi la arrastra en su juego. Y yo la culpe durante el ultimo año de muchas cosas. Hoy la tenia delante de mi, intentando dialogar con mi padre, para salvar a sus nietos. De lo que parecía ser, las mismísimas manos del demonio.
Hanna no dejaba de llorar. Estaba sentada en el sillón de la casa. Y se sostenía la cabeza con sus manos, mientras su cuerpo estaba en posición fetal, y se mecía en su sitio. Susurraba una y otra vez, que era su culpa.
-Escucha, los niños no tienen la culpa de tus problemas con los White- ella guardo silencio por un momento -. Si, se que uno de ellos lleva la sangre de ellos. Y se que quieres ese aparato, pero ya no existe. Debes regresar a los niños- me miro a los ojos -. Tienes a medio país buscándote, y tu rostro esta en todos los noticieros, más te vale regresar a los niños y largarte del país.
-Te lo daré- Hanna le arrebato el celular a mi madre de las manos -. Quiero que me digas donde, nos vamos a ver- susurro ella -. No me importa darte ese maldito aparato, es la vida de mis hijos. Y tu no tienes corazón- soltó un sollozo -. No dejes que lloren, por favor.
-Quiero que dejes a mis hijos- esta vez yo tome el teléfono -. ¿Quieres problemas con alguien? Bien, ven por mi. Pero deja a mi familia fuera de esto.
-Te enviaré la dirección, debes venir tu solo por esos niños- guardo silencio -. ¿Sabes qué? Trae a tu madre, mujer y hermana. Tengamos una pequeña reunión familiar.
Colgó la llamada sin darme oportunidad de hablar. La mirada de mi madre y Hanna estaban sobre mi. Hanna soltó en llanto otra vez, y mi madre caminaba de un lado a otro. Elizabeth entro junto a Gabo y Anthony a la estancia.
-Lo siento, fue mi culpa- dijo Elizabeth -. Eran mi responsabilidad, yo tenia a Alisa. Nunca quise, yo, lo siento tanto- yo me acerque a ella rápidamente -. Lo siento, Derek. Dijiste que no querías que la sacará, dijiste que había que mantenerla cerca, yo... yo
-No fue tu culpa- la miré a los ojos -. Deja de decirlo, no lo fue- voltee a mirar a Hanna que no dejaba de llorar -. Tampoco fue tuya, Hanna- necesitaba tranquilidad -. No fue culpa de nadie, este lugar- solté un suspiro -. Es un enfermo mental y no tenemos la culpa de eso.
-Fue mi culpa- el señor White se hizo presente -. Yo no tuve que haber aparecido en la vida de ustedes ¿bien?- miro a su nieta -Tu padre murió a causa de esto, y lo único que quería era que yo me alejara de ti, y no lo hice. Yo soy quien solucionará esto.
-Nosotros lo haremos.
Delante de nosotros estaba una mujer que era como ver a Hanna de anciana. Ambas se miraron a los ojos. Era su abuela, la única que la conoció fue Elizabeth, la señora quería conocer a Hanna, pero le temía al peligro de lo que eso podría ocasionar. Ella simplemente quiso alejarse, y aún así las circunstancias la obligaron a salir a la luz.
-Yo se donde están- la mujer idéntica a mi difunta esposa hizo su aparición -. Y se bien, cual es su plan- ella soltó un suspiro -. Unos meses antes de que Amelia muriera, ella me encontró. No se como lo hizo, pero me encontró. Y se que tengo mucho que explicar, pero no hay tiempo.
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El cielo a mi favor
RomanceCuenta una antigua leyenda que un día estaban la vida y la muerte en una habitación. A pesar de plantearlas como grandes enemigas. Realmente eran grandes amigas, algo que nadie se imaginaría, eran tan diferentes una de la otra. La vida era color...