Capítulo 35

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“Yo también se lo que es construir muros para que nadie pueda ver en el interior de tu alma” —Rocío Carmona, la gramática del amor.

—¿Entonces te gusta?— pregunto Derek mientras observaba los distintos cuadros en la habitación.

—Tengo una idea— dije con una sonrisa —. Apagamos las luces, y dejamos sobre cada cuadro un reflector. Y las mesas que tengan luces.

—Eso me gusta— aseguró el mirando el lugar —. Llevo años que no hago una exposición de estas.

—Todo saldrá bien— asegure abrazándolo por la cintura —. Ella está contigo, y con Alisa.

—Solo espero que le guste, porque es mi forma de decirle a adiós— aseguró él soltando un suspiro mientras acomodaba mi cabello detrás de la oreja.

—Todo te está quedando hermoso, Derek— él me dio un beso en la frente.

—¿Qué tal la nueva colección?— yo solté un suspiro frustrado de inmediato —Eso no suena bien.

—Estoy totalmente en blanco, con todo el show mediático familiar, quede en blanco, no hay nada en mi cabeza. No hay diseño que me guste.

—Bueno, quizás deberías ver más a tú alrededor— él miro la hora en su reloj y luego me miro —. Alisa llegar tarde, ¿Quieres ir al parque?

—¿Por qué no?— cuestione con una sonrisa —¿Tienes algo más que hacer?

—No, solo venía a culminar detalles. Y ya que tengo una opinión femenina, vamonos.

Él me tomó la mano y salimos a los aparcamientos de la galería mientras nos despedimos del personal. Hace un mes se promociona la nueva exposición de Derek, y esta muy entusiasmado, así que deje un poquito de lado mi trabajo para ayudarlo con toda la exposición.

Durante la semana estuvimos viendo decoraciones, y los cuadros los escogió Alisa, pero le gustaron todos, asíque terminamos abriendo dos habitaciones grandes para todos los cuadros que habían. Derek realmente amaba a su esposa, era su inspiración, su musa. Imagino el dolor que sintió al irse ella y dejarlo con esa gran responsabilidad.

Lo admiro por eso, porque ser la persona que es sin importar lo que los demás puedan pensar por ser un padre soltero. Es simplemente perfecto, él era un guerrero y un príncipe al mismo tiempo. Cualquier hombre hubiera tirado la toalla, ante la responsabilidad de un niño, hubiera simplemente dejado de lado aquello para no perderse lo que una vida de soltero te proporcionaría. El dejo todo, para hacer feliz a Alisa, a su pequeña luz. Y eso era lo que más me gustaba de él. Que no se rendía aunque tuviera como hacerlo.

—Espera— pidió el deteniéndose junto a un puesto de helado.

—¿Qué haces?— el se colocó detrás de las personas que esperaban por su turno.

—Comprare dos helados— en encogió de hombros.

—Veo que solo usas a Alisa de pretexto para comen helado— él me extendió la mano para que me acercará a él.

—Digamos que Alisa me contagio su obsesión— me pego a él cuando tome su mano —. Además, el helado de aquí es delicioso.

—Lo se, pero eres muy como un niño pequeño al que hay que comprarle su helado o se enoja— el sonrió divertido y me dio un beso en la coronilla.

—Luego de aquí podemos ir a su sentarnos al césped— yo solo sentí levemente y lo abrace de la cintura, recostado mi cabeza en su pecho.

—Hanna— yo me separe un poco de él —. El verano está por termina, y no se si es buena idea inscribir a Alisa en un colegio, tiene seis años, y comenzará la escuela.

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora