Capítulo 10

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     "A veces hay que aprender a estar solos

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     "A veces hay que aprender a estar solos. No podemos buscar llenarnos con personas vacías y luego echarles la culpa cuando somos nosotros los que mendigamos amor a cualquiera" -Johnny Morales.

     La madre de Alisa era la mujer de mis sueños, era todo lo que yo había esperado. Éramos sumamente diferentes, pero eso nos hacía tan parecidos que era insoportable. Para cuándo ella murió, fue como si me apagaran la luz, todo estaba oscuro, y la única luz que veía estaba en una cuna de hospital mientras lloraba. Y yo no tenía idea de que hacer con una bebé.

     Y entonces apareció Hanna. Nunca había visto ese admiración en los ojos de Alisa, es como si Hanna fuera todo lo que ella ve. Y Hanna la veía con tanto amor, que si la sintiera suya. Verlas jugar es un deleite para cualquiera, es lo que esperarías de una madre con su hija. No podría apartar a Hanna de Alisa, jamás. No tendría el corazón para hacer algo como eso.

     Pero mis sentimientos se volvieron un huracán, están haciendo desastre a su paso. Y yo no podía evitarlo, era como si la conociera desde siempre, mi corazón la reconoce. Cómo si fuéramos la promesa de alguna otra vida. ¿Podría ser algo así posible?

     El sentimiento aterraba. Podría vivir con el hecho de que ella se fuera, pero ¿Lo podría hacer Alisa? Ella vino aquí con la intención de vender la casa y largarse. ¿Se iría? ¿O algo puede hacerle cambiar de opinión?

     —¡Derek!— el grito de mi hermana se escuchaba por toda la casa, de eso estaba seguro —¿Dónde estás?

     —No grites— dije mientras salía de la cocina con un vaso de jugo de naranja.

     —Me llevaré a Alisa, la traeré más tarde— aviso ella mirando a los lados en busca de mi princesa —. ¿Dónde está?

     —Esta con Hanna, no tarda en traerla. Le tomaba las medidas para lo del evento— ella tomó asiento —. Ayer llegamos tarde y no pudo tomárselas.

     —Aún no puedo creer que iré al evento de la casa de modas más prestigiosa de todo el país, ¿Tienes idea de la magnitud de esa casa?— dijo en un tono de ensoñación —. Mi tienda recibe sus vestidos, pero nunca pensé en ir a la casa de modas.

     —Solo quiero que guardes la compostura, y controles esa lengua viperina tuya— le pedí —. Para Hanna todo esto de la casa de modas en nuevo. Hasta hace nada se enteró de ella.

    —Dime una cosa, hermanito— yo alce una ceja en su dirección —. ¿Te gusta la vecina? ¿O te atrae?

     —¡Santo cielo, Eliza! ¿A qué viene tú pregunta?— cuestione tomando asiento en el sillón individual.

     —A que ahora no dejas de hablar de ella— se encogió de hombros—. Me recuerda a cuando te enamoraste de Amelle. Es como si ahora Hanna estuviera en todos lados. Incluso con Alisa.

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora