Capitulo 42

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"Yo me enamoré de sus demonios, ella se mi oscuridad. Éramos el infierno perfecto" -Mario Benedetti

Mi corazón podía volver a latir tranquilamente, sentía paz. Esa que no sentía desde que Alisa había desaparecido, y la misma que no obtuve cuando apareció porque Hanna no recordaba nada.

-¡Oh Dios!- fue lo único que pude exclamar antes de abrazarla.

Pase mis brazos por su pequeña cintura y ella rodeo mi cuello con sus brazos. Necesitaba esto desde que la vi consciente en la cama del hospital. Saber que estaba bien, y que podía tocarla sin tener miedo a ponerla incomoda. Respire su olor y una lágrima rodó por mi mejilla.

-Está bien- dije mientras hundía mi cabeza en su cuello -. Están bien, tú, Alisa y el bebé. Tenía tanto miedo.

-Lo se- susurro ella -. Yo también estaba asustada, quería saber quien eras, quiera el padre de mi bebé y de esa dulce niña que me recibe todos los días.

-Espera- me separe de ella por un momento -. Debes estar de reposo, hay que regresar a la casa.

-Tienes razón- susurro ella -. Se supone que no debo anda caminando por ahí, ni estar de pie tanto tiempo.

-Es hora de regresar- susurre antes de levantarla en brazos -. Hablaremos ahí. Además hace frío.

Camine con ella en brazos solo unas cuadras y cuando estuvimos en los escalones que daban a la puerta principal la baje. Ella acaricio mi cabello y me miró a los ojos.

-Creo que nunca lo he dicho- yo la mire confundido -. Pero, te amo, Derek. Aprendí amarte. Y ahora tendremos un bebé.

Por primera vez desde semanas tome su rostro y la besé. Ella me correspondió de inmediato. Y en ese momento fui consciente de lo mucho que la necesitaba realmente. Hanna era más de lo que yo un día pedí a la vida.

Nunca olvidaría a Amelle, fue mi primer amor. Pero Hanna era la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida. Y agradecida cada minuto con ella, porque es perfecta.

-¡Mamá, papá!- nos separamos de inmediato -¿Podemos hacer galletas con chispas de chocolate?

-Eso suena delicioso- dije sin dejar de mirar a Hanna a los ojos -¿Qué dices, Hanna?

-Hagamos galletas- dijo ella volteandose a mirar a Alisa y cuando fue a tomarla de brazos las detuve.

-¡Ey, ey!- interrumpí antes de cualquier cosa -Usted pesa señorita, y usted señora no puede hacer fuerza. Recuerde que hay un bebé que cuidar ahí adentro.

-Tienes razón- dijo Hanna con una sonrisa -. ¿Qué tal si me das la mano y vamos a la cocina?

-¡Tío Anthony, haremos galletas!- anunció ella con una sonrisa -. Y tendrán muchas chispas de chocolate.

Tomó la mano se Hanna y la arrastro dentro de la casa. Yo entré después de ellas y me quite el abrigo antes de seguirlas a la cocina. En ella Anthony se encontraba mirando su celular mientras la mecedora de bebés tenía a la pequeña dormida.

-Muy bien aquí dice que necesitamos- Hanna le arrebato el celular de las manos.

-Haremos la receta tradicional de los Meller- dijo la castaña con una sonrisa -. Así que, deja eso por un rato.

-¿Tú no deberías estar descansando? Vienes de la calle después de todo- me miro directamente a mi -. ¿No le dirás nada?

-No puedo obligarla a sentarse- me encogí de hombros -. Sin embargo, Anthony tiene razón.

-Haremos una cosa- anunció ella quitándose su abrigo -. Yo me sentaré ahí, y ustedes me pasarán lo que necesite.

-Es un buen plan.

Tomo asiento en la taburete. Y pasamos toda la tarde entre anécdotas y risas. Alisa contando historias. Realmente se sentía genial.

Digo, cuando Amelle murió pensé que nunca tendría algo a lo que pudiera llamar hogar. A personas que hicieran de mi hogar algo sumamente especial y hermoso. Alisa es mi vida entera, es la razón principal por la que todos los días me levantaba sonriendo, pero no era feliz, y lo admito.

Hoy puedo decir que lo soy. El dolor nunca se irá, es cierto, solo aprendemos a vivir con eso. Y ahora había llegado una luz a mi vida que me indicaba precisamente que esto era todo lo que quería realmente, que esto es lo quisiera Amelle que fuéramos. Una familia.

-¿En que piensas?- pregunto Hanna entrando a la habitación -¿Qué haces?

-Pienso en los últimos meses- dije con una sonrisa sin quitar la vista de lo creación -. Y retrato lo que es la felicidad en este momento.

-Es maravilloso- dijo ella mirando la pintura -. Esto es demasiado hermoso, Derek.

Ahí estaba Hanna junto a mi y en el medio Alisa. Había una luz que dan las siluetas de un ángel grande y uno más pequeño, estaban justo en el fondo, donde quizas si alguien no lo entendiera confundiria eso con una simples manchas.

-Mamá está feliz- la voz de Alisa me hizo voltear a la puerta al igual que a Hanna -. Y Abril también.

-¿Cómo sabes eso, cariño?- pregunte tomándola en brazos.

-Porque están sonriendo en este momento- dijo ella con una sonrisa mirando el cuadro -. ¿Podemos ver una película?

-¿Qué película quieres ver?- le pregunte con una sonrisa -Y tú madre espero que este orgullosa de la maravillosa niña que eres, Alisa.

-Está orgullosa de ti y de mi, papá, dice que siempre soñó para ti cosas hermosas- yo le di un beso en la mejilla -. ¿Podemos ver Descendientes?

-Eso esta bien, pequeña villana. ¿Cual de ellas?

Baje a Alisa al suelo y deje que se fuera junto a Hanna mientras discutían cual de las tres películas veríamos. Las verdad es que me las sé de memoria. Alisa estaba tan obsesionada con ellas que las hemos visto un millón de veces.

Me acerque a la ventana para cerrarla, ya que nada puede arruinar los cuadros de la habitación. Y miré el cielo estrellado por un momento. Cerré los ojos y sentí la brisa fría de octubre, estábamos a sólo unos días de Halloween y aún no le compró el disfraz a Alisa. Creo que no hemos discutido de que se disfrazara este año.

-Espero que estés orgullosa realmente- dije a la nada con la esperanza de que si pudiera escucharme -. Perdí la fe, y ella me la regreso. Espero que haya planes nuevos.

Creo que una de las cosas más hermosas del mundo, es cuando te sientes en casa. Con esas personas que te hace sentir bien, porque ese es el problema. Vivimos pensando que el hogar, es una casa, y no es así. El hogar son las personas que lo conforman esas que están en todo momento con nosotros.

Había perdido eso hace unos años. Y hoy lo recuperaba. Pero no estaba seguro de cuanto podía reinar la paz.

Y no estaba muy lejos de lo cierto.

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora