Capítulo 27

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"No busques ahora las respuestas: no le pueden ser dadas, porque no podría vivirlas. Y se trata de vivirlo todo. Viva ahora las preguntas. Quizás después, poco a poco, un día lejano, sin advertirlo, se adentrará en la respuesta" -Reiner Maria Rilke.

Mi cabeza daba vueltas no entendía nada. ¿Por qué un señor que sólo he visto una vez mi vida y fue por accidente quiere verme ahora? ¿Ahora quiere ser parte de mi vida? ¿Después de tantos años? Porque definitivamente yo no necesito más complicaciones en mi vida, de eso pueden estar seguros.

-No entiendo, señor- le dije con el ceño fruncido -. No tengo nada que hablar con usted. Coincidimos una sola vez y fue un accidente.

-¿Puedes decirme tú nombre completo?- lo mire más confundida todavía -No es nada malo, lo prometo, solo necesito que tengas muy presente tú nombre.

-Me llamo Hanna Janice Meller White- dije con total seguridad de mis palabras.

-Muy bien, Hanna. Mi nombre es David White, tú abuelo.

No pude evitar soltar una carcajada ante las palabras de aquel hombre. Era imposible que fuera mi abuelo. Bueno, imposible no. Pero si poco probable. Mis abuelos paternos murieron, y mis abuelos maternos se desentendieron de mi.

-Ríete todo lo que quieras, pero es la verdad- dijo él con serenidad -. Mira, mi credencial.

Me la extendió y la observe con atención. ¿Qué posibilidades hay de que él sea mi abuelo? No lo sé, pero si se que hay pocas.

-Déjeme ver si le entiendo- le pedí de inmediato -. Nunca en mi vida lo he visto, y usted pretende ¿qué yo crea que usted es mi abuelo?

-Bueno desde tú punto de vista suena más descabellado- asentí rápidamente -. Ya decía Janice que no me creerías.

-¿Quien dijo?- pregunte cuando escuché el nombre de mi madre.

-Tú abuela. Tú madre se llamaba igual a ella.- mi cabeza comenzaba a doler -Supongo que tienes muchas dudas.

-¿Muchas?- cuestione -Señor, tengo un millón de ellas. Pero le daré la oportunidad de hablar. Porque hasta lo que se, usted no quiso saber nada de mi madre, ¿por qué sería diferente conmigo?

-Hanna, todos cometemos. Y yo cometí muchos, perdí a mi única hija por eso.- soltó un suspiro -Lo admito, tú padre nunca me agrado, y los primeros meses se lo dejé pasar a tú madre, pense que era solo un capricho. Pero cuando llegó aquel día con un anillo en mano con la noticia de que se iba a casar, no pude evitar decir un motón de cosas de las que me arrepiento. Ese mismo día tú madre tomó sus cosas y se largo de casa.

-¿Qué le hizo mi padre como para no querer saber más de su única hija? Porque al menos conmigo fue un gran hombre.

-Lo sé.- el sonrió melancólico -Hanna, tus abuelos y yo no somos grandes amigos, al contrario, somos grandes enemigos. Su bufete y el mío estaban en competencia todo el tiempo. Tú padre era abogado, y mi hija quería ser diseñadora de moda ¿en que cabe que la hija de un gran abogado quiera dibujar ropa?- abrí mi boca para protestar pero el negó -Se que me equivoque, estaba en este mundo para guiarla, no para obligarla. En ese momento pensaba que tú padre le metía esas ideas en la cabeza.

-No se si quiero seguir escuchando- le dije cuando sentí un nudo en mi garganta.

Hablar de mi madre que nunca tuve la oportunidad de conocer más que las cartas que me dejo y las historias que me contaba mi padre era difícil. Y ahora en la misma historia estaba mi padre. Dos de las tres personas que ame con todo mi corazón.

-Pues yo creo que si- el miró los patos en el lago -. Sabía lo que significaba un matrimonio, hijos. Tú madre soñaba con tener hijos, añoraba sentir las patadas de un ser humano creciendo en su vientre. Pero si ella tenía un bebé iba a morir.

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora