Capítulo 24

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“He pasado tanto tiempo en la oscuridad que había olvidado lo bonita que es la luz de la luna” –El cadáver de la novia (2005)

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“He pasado tanto tiempo en la oscuridad que había olvidado lo bonita que es la luz de la luna” –El cadáver de la novia (2005).

Nunca pensé que algo me parecerían tan bonito como lo que estoy viendo a hora. Nunca pensé que me volvería a gustar una mujer. Y mucho menos una mujer que no tiene nada en común con Amelle, al menos en lo físico. Mi difunta esposa era como el sol, y la mujer que tengo frente a mí junto a mí hija, era como la luna.

Después de la noche de ayer, Hanna y yo regresamos a mi casa para buscar a Alisa. Salimos un rato y ahora estábamos en casa una vez más. Alisa y Hanna habían subido después de la cena, y aunque Hanna insistió en quedarse ayudarme a recoger, Alisa la obligó a irse con ella a su habitación.

Luego de haber limpiado todo, fui a la habitación para buscar a las dos mujeres más lindas. Y no pude evitar que se formara una sonrisa en mi rostro cuando las descubrí a ambas durmiendo en mi cama.

Hanna estaba del lado izquierdo, y junto a ella estaba Alisa, mi pequeña tenía su pequeña mano en el rostro de Hanna, y la mujer que estaba ocupando mis pensamientos los últimos días tenía su mano en la cintura de mi hija. No las quise despertar, porque se veían demasiado tiernas y muy lindas. Así que solo me acerque a Hanna para quitarle los tacones, le di un beso la frente. Imite la acción con mi hija, le quite las zapatillas y le di un beso en la frente.

–¡Buenas noches, estrellas!– susurre apagando la luz.

Me acerque a mi escritorio y encendí la luz de la mesita. Observe a las mujeres dormir en mi cama y comence a dibujar.

No se cuanto tiempo paso, quizás una o dos horas desde que había comenzado a dibujar, y sinceramente estaba feliz de llevarlo casi listo con colores y demás.

–¿Derek?– observe a Hanna sentada en la cama, soltó un bostezo y se levando de la cama –¿Qué hora es?

–Las doce– susurre sin quitarle la vista de encima, ella camina hacia mi.

–Lo siento. Alisa me pido que me quedara hasta que se quedara dormida, y creo que ambas nos quedamos dormidas.

–No tienes porque disculparte. No hay problema con que te quedes, ya te lo he dicho– ella pasó sus brazos por mis hombros, yo tomé sus manos y las uní con las mías.

–¿Qué dibujas?– pregunto ella, yo la hice dar la vuelta y sentarse en mis piernas –Alisa puede despertar.

–No lo hará– le asegure –. Eres tú, y Alisa– le dije ella observo el dibujo detalladamente –. Desde que tu llegaste, no he parado de dibujar.

–Es hermoso– susurro ella sin quitarle el ojo de encima –. Los colores, todo es bellísimo.

–Gracias– ella se volteo a mirarme y me dio un pequeño beso, pero yo tomé su rostro y la bese con más fuerza.

La obligue a colocarse a horcadas, y comencé a bajar en el cierre de su vestido celeste. Ella se separó un poco y negó levemente.

–Alisa puede despertar, Derek– volvió a quejarse ella, yo apague la luz de la mesa, me levante con ella encima de mi, entre al sanitario, y la senté sobre la encimera.

–¿Mejor?– ella negó divertida, yo me apodere de sus labios una vez más, ella pasó sus manos a mi camisa y comenzó a quitar los botones de ella.

Yo subí mis manos de sus muslos a los bordes de su braga y las comencé a bajar. Ella me quito la camisa y la lanzó en algún lugar, yo me aparte un poco y quite sus bragas.

–Hay mucha ropa– dije entre besos, ella sonrio en medio del beso y bajo sus manos hasta la hebilla de mi cinturón y lo quito.

–El vestido– dijo ella separándose un poco, yo se lo quite de inmediato y volví a besarla.

Pase mis besos a su clavícula, luego a su cuello y finalmente llegue a sus pechos donde comencé a jugar con ellos, para aclarar no llevaba brazier. Ella gimió de placer y yo sonreí aun con su pezon en mi boca.

–¡Papá!– escuche los llantos de Alisa en la habitación.

–¡Te lo dije!– exclamó ella apartándose –Date una ducha con agua fría, voy con ella.

Ella tomó una bata de baño que había en lugar y se la coloco. Salió del sanitario dejándome solo, con mi pequeño gran problema. Entre a la ducha, y abri la llave dejando que el agua helada me bajaran las calentura.

Y cuando por fin pude salir, entre primero al vestidor, toma unos vaqueros de lana para dormir, tome una camisa mía para Hanna y salí a la habitación.

–Cuando yo tenía tu edad papá me cortaba historias después de una pesadilla, el decía que de cada pesadilla puede transformado a un sueño bonito. Solo debes pensar en cosas positivas.

–Hanna puedes irte a duchar, yo me quedo ella– ambas me miraron, ella le dio un beso a mi pequeña la mejilla.

–Tuvo una pesadilla, intenta que vuelva a dormir– yo asentí y le di mi camisa.

–Deje tu ropa en la encimera– le susurre, ella se mordio el labio y asintió levemente.

–Papi, ¿Hanna puede dormir aquí con nosotros?– yo me recosté junto a mi hija y la atraje a mi pecho.

–Claro que si, mi amor. Hanna puede quedarse cuando quiera– le asegure con una sonrisa.

Le acaricie su cabello mientras cantaba, pero después de un rato levanto su cabeza y me miró con sus grandes ojos azules.

–Papi, no te ofendas, pero cantas feo. Mejor esperemos a Hanna– yo la mire con fingida indignación.

–Yo que iba hacer cantante– bromee con ella, en ese momento Hanna salió del sanitario con mi camisa puesta y se recostó al otro lado de la cama.

–Acerquense– pidió mi hija, se acomodo en el medio de ambos, tomó mi brazo y lo paso hasta la cintura de Hanna y la mano se Hanna a mi brazo.

–¿Vas a dormir?– pregunto Hanna pasando su brazo debajo de la cabeza de mi hija, yo pasé el mio bajo la cabeza de ella.

–No se separen de mi– susurro ella cerrando sus ojitos.

Después de la muerte de Amelle nunca pensé en estar de esta forma. Sin embargo Hanna tenía algo que me hacía sentir bien, como si estuviera en casa. Y lo que más amaba de ella era la forma en la que miraba a mi hija, como si fuera una pequeña luz en medio de la oscuridad.

Como una luciérnaga. Así le colocó ella a mi pequeña. Aunque ahora mismo debería decir, nuestra pequeña.

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora