Capítulo 38

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“Estoy aquí cuando quieras, cuando me quieras y para lo que quieras. Pero especialmente estoy aquí para las malas; porque para las buenas está cualquiera” —Lucas H. Guerra.

Desde el momento en el que murió Amelle me prometí no volver a querer a alguien, porque no quería pasar por lo mismo. No quería volver amar y que esa persona se fuera de mi vida de la manera que sea.

Ahora mismo estaba en medio de un pasillo en la sala de espera de emergencias mientras los médicos atendían a Hanna, que había sufrido una lesión en la cabeza y este le había rosado la frente causado una pequeña herida de tres puntos.

—¿Se va a morir?— inmediatamente voltee a mirar a mi hija —Yo no quiero que mami Hanna se muera. Ella es buena, y si muere es mi culpa, porque ella me salvo.

Mi madre sentada a dos puestos de mi hija en una distacia justa para que Alisa no entre en crisis con ella me miro. Yo me arrodille delante de Alisa.

—En este momento no tengo cabeza para regañarte, pero lo que salgamos de aquí estaras castigada por un mes, Alisa— le dije seriamente —. Y Hanna no va a morir, ella estará bien. Y nada de lo que ocurre en la vida de los adultos es tú culpa, Alisa. Tu deber como niña es obedecer y jugar. Además, estoy seguro que Hanna no te hecharia la culpa jamás. Ella quiso salvarte. Y le debo la vida.

Mi hija soltó pequeñas lágrimas que rodaron por sus mejillas, y me miraron. Esos ojitos azules estaban rojos y cristalizados. Mi madre se acercó más ella.

—Cuando tenía tu edad— comenzó mi madre en un susurro —. Tenía a una persona que así como Hanna te cuida a ti, me cuidaba a mi. Y era muy especial para mi.

—Hanna me cuida mucho— mi pequeña sorbio por su pequeña nariz roja —. Yo no quería que le pasara nada malo.

—En la vida, Alisa— mi madre le levantó el rostro —. Hay decisiones buenas y malas, unas quizás sean tan malas que nos hacen querer culparnos, y otras simplemente pasan. Pero no son responsabilidad de los niños, es la vida adulta.

—Si yo no me hubiera ido de casa, ella estaría bien— aseguró ella en un susurro —. No estuviera aquí.

—Ella estuviera aquí, Alisa— le aseguro mi madre —. Quizás por otras causas, pero estaría aquí. Cuando las cosas están destinadas a pasar, van a pasar sin importar las circunstancias como pasen.

—¿Qué tal si vamos a la capilla a orar?— pregunto Elizabeth que se había mantenido en silencio —. Le puedes pedir a tu mami que no le pase nada malo a Hanna.

—Esta bien— dijo ella colocandose de pie —. ¿Me puedes decir cuando pueda ver a mami Hanna?

—Claro que si, mi amor— le di un beso en frente y la deje irse de la mano de Elizabeth.

Me coloco que de pie y camine de un lado a otro por el pasillo, sin embargo el sonido de uno de los tacones de mi madre en el suelo, me estaba desesperando. La voltee a mirar y lucia tranquila, parecía que la paz reinará en su cabeza.

—¿Puedes dejar de hacer eso?— le pregunte con desesperación —El sonido me esta perturbando.

—Y tu caminata de un lado a otro me exaspera— dijo ella de inmediato mirándome —. Iré por un café, ¿Quieres uno?— yo negué levemente y mire la puerta de emergencia —Tú deberías calmarte un poco.

Se fue del lugar dejándome solo. Solté un gran suspiro lleno de todas las preocupaciones que tenía encima ahora que Hanna estaba aquí, parecía que fuera desgracia tras desgracia.

En ese momento la puerta de emergencia se abrió, y reconocí al doctor que la recibió de inmediato.

—¿Familiares de Hanna Meller?— yo me coloque de pie y me acerque a él de inmediato.

—Soy su pareja— asegure, aún cuando Hanna y yo no tenemos etiquetas —. ¿Cómo está ella? ¿Está bien? ¿Despertó?

—Ella está bien— aseguro el doctor con una sonrisa —. Tuvimos que colocarle tres puntos en la herida de frente. Y lo demás son solo moretones. Le realizaremos una resonancia craneal, debido a que a recibido un fuerte golpe en la cabeza, y puede presentar pérdidas de memoria. Pero esta fuera de peligro.

—¿Cuando puedo verla?— el miro la hora en su reloj.

—Cuando la pasemos a la habitación quinientos dos, en unos diez minutos. Esta sedada— aseguró el —. Pero no debe tardar en despertar. Pasara la noche en observación, podría retirarse mañana. Pero primero debemos saber si presenta pérdida de memoria.

La verdad es que no me importa nada más que saber que estaba bien, y que nada había pasado más allá del golpe, porque sinceramente Hanna es una de las personas más importantes en mi vida.

—También quería decirle que un ginecóloga vendrá a verla— yo lo mire confundido de inmediato cuando estábamos en el ascensor camino al piso cinco —. El doctor de guardia, dice que el bebé se encuentra en perfectas condiciones.

Mi mundo se detuvo cinco minutos. ¿Qué mierdas acaba de decir? Quedé colgado probablemente por cinco minutos, porque doctor sólo me miraba. Las manos comenzaron a sudarme rápidamente, y realmente mi corazón se detuvo, para luego comenzar a latir más fuerte.

—¿Qué acaba de decir?— pregunté luego de abrir y cerrar la boca varias veces —¿Bebé? Hanna no puedo quedar embarazada, no es fértil, y nos hemos cuidado.

—En ese caso, felicidades, serán padre. Tiene cuatro semanas y medias, según informa el doctor— yo simplemente me quedé callado —. Y con respecto a que se cuidaban, nunca hay un cien por ciento de que los métodos sean efectivos, incluso la vasegtomia tiene margen de error. Y si ella no es fértil, probablemente haya sido una de esas oportunidades que no se presentan todos los días.

Sólo asentí levemente tratando de entender las palabras del médico. Mi cerebro parecía ir a mil por hora, entre este incidente, y ahora un embarazo, lo último que tendría que pasar en que se caiga el mundo. ¿Cómo le digo a Hanna que esta embarazada? O mejor, ¿como le digo a Alisa que tenderá un hermano o hermana? ¿Cómo nos vamos acoplar a una nueva vida?

Bajamos en el piso y el doctor me guió por el pasillo, y me presento a la enfermera que trataría a Hanna durante la noche, y le pidió que le informara a la doctora que una vez en la habitación y Hanna despierta, podría ir a realizarle un chequeo.

—Muy bien, si despierta le informa a la enfermera por este monitor— dijo el dejando el informe médico sobre la mesa para comer —. Yo vendré luego de que realicen el chequeo.

—Muchas gracias, doctor— el asintió levemente y se retiro —. ¿Qué se supone que voy hacer ahora?— pregunte acercándome a ella.

Estaba pálida, tenía una venda en el frente, y moretones en los brazos. Lucía tranquila, parecía estar disfrutando el sueño. Yo le tomé mano y le bese los nudillos. Me senté junto a ella en un banco y apoye mi frente en su brazo.

Inmediatamente movió su cabeza de un lado a otro, y con su mano libre llena de cables la coloco en su cabeza. Sus ojos se abrieron poco a poco observando el lugar, y luego sus ojos se conectaron con los míos.

—¿Quien eres tú?

Definitivamente, una tormenta era lo que se avecinaba.

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora