Capítulo 53

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“Que bonita te ves siendo una chica valiente, con el corazón en mil pedazos, pero sonriendo cada día...

Como si ya nada doliera” —Jairo Guerrero, 12 maneras de amarte.

—¡No!— grite exaltada mientras me sentaba en la cama.

Estába sudando frío. Y mis manos temblaban sobre mi vientre de cinco meses. Comencé a intentar regular mi respiración. Un mes desde que me había largado de Nueva York, y no he podido detener las pesadillas.

—¿Estas bien?— pregunto Laila cuando entre a la cocina —Realmente no te ves bien.

—No que lo digas— susurre sentándome en la mesa de la cocina.

—Oye, me encanta tenerte aquí. Y lo sabes— yo asentí levemente —. Pero no te esta funcionando a ti, necesitas de ellos, Hanna.

—Solo debo adaptarme, estaré bien en un mes más.

Laila Meyer, es una de mis mejores amigas de siempre. Su padre y Leyna se conocían quizás desde la infancia. Era la familia más respetada de Atlanta, y probablemente sean tan importantes como los Khattab. Una familia millonaria, que guía su vida en vase a una jerarquía. Es una mujer hermosa, delgada y de rasgos finos. Y ha luchado desde que tiene uso de razón por todo lo que tiene.

—¿Cómo es que terminaste casada con ese bombón?— le pregunte cambiando el tema.

—Supongo que soy capaz de todo para llegar a la cima de la jerarquía— se encogió de hombros levemente.

—Tu estas loca— asegure con una sonrisa —. ¿Qué piensas hacer? ¿Divorciarte en un año y ya esta?

—Considero seguir casada— me guiño un ojo —. Quizás fue un capricho al comienzo ¿Sabes? Un pase libre a la cima. Pero es realmente difícil no estar en una habitación y evitar mirarlo. Y me entiende a la perfección.

—¿Y ya le dijiste eso?— ella negó levemente y me extendió un vaso de leche tibia.

—No quiero hacerlo— abrió el gabine y saco un galletas —. ¿Oreos?

—Por favor— ella dejo el envase lleno de galletas entre las dos —. ¿Cuál es tu plan? ¿Atarlo hasta perder el orgullo?

—No soy tan bruja, y lo sabes— yo levante las manos en señal de paz, y ella negó —. No lo sé, quizás en algún momento pierda el orgullo. Es que, el plan era básico. No se en que momento comencé a querer besarlo.

—¿Y lo has hecho?— ella blanqueo los ojos y negó —¿Quien eres y que hiciste con Laila Meyer?

—Ja. Ja.— dijo sarcástica —Antes era diferente, Hanna. He ido toda mi vida por ahí, sin preocuparme en los sentimientos de otros. Y de pronto quiero saber que piensa un completo extraño.

—Cuando quieres a alguien no huyes, no lo dejas y no lo haces estar ahí solo porque si— ella alzó una ceja —. Debes ir por lo que quieres, sin temerle a nada. Y no esperar tanto tiempo, la vida es corta.

—¡Vaya!— exclamó ella —Me lo dice la misma chica que llego aquí hace un mes, huyendo de las personas que más quiere, y que la quieren.

—Es diferente, estoy protegiendo a Alisa y a Derek— ella negó levemente y tomo otra galleta —. No quiero que ellos paguen por algo que no es suyo.

—Tampoco tuyo, y aun así estas huyendo— se encogió de hombros levemente —. Tu quieres protegerlos, y aun así les haces daños. Por si no lo has notado, incluso le haces daño a ese bebé y a ti misma.

—Antes no podía competir contra un fantasma, ahora no puedo competir con alguien que represento tanto para él.

—Tú misma dijiste que ella no parecía la mujer de la que tanto hablaba él y su hija— se encogió de hombros y me miró a los ojos —. Deberías averiguar. No sentarte aquí a esperar a que llegue algún matón a asesinarte.

El cielo a mi favor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora