Capítulo 18

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Narra Will

Vi a Noah y a Paul alejándose de la mano hacia la biblioteca.

-Genial -murmuré para mi mismo-. Solo ante el peligro. Vamos a ver que averiguo por ahí.

Lo más normal era que por París hubiese un montón de personas del mundo griego, así que tendría que preguntar por ahí. El problema vendría cuando me equivocase y llevara a cabo mi plan con algún mortal. ——Primer destino, mmmm....  eh...... este bar de aquí.

Entré en el bar, atendido por una mujer rubia con ojos grises, me acerqué a ella y le pedí un café. Saqué unos dracmas, y los dejé en la mesa.

-¿Crees que puedes añadir un poco de... néctar?

La mujer enarcó una ceja y sonrió.

-¿A qué te refieres? -me preguntó-

-Alpha, theta, epsilon -le susurré, acercándome más a ella-.

-Cada día me sorprenden mas los hijos de mi madre. ¿Qué es lo que quieres? -me preguntó, con una sonrisa-

-Información. Sobre todo eso, pero si pudieses añadir ese café al trato, mejor.

-Pase por aquí, por favor.

La mujer me condujo por el bar hasta una sala con estatuas de los Dioses, y fuentes, y papel de pared blanco, y una mesita con sillas al rededor, y, y, y... muchas cosas.

-Soy Johanna -me dijo-. Hija de Atenea. ¿Y tu eres?

-Will, Will Johnson.

-Decías que necesitabas información. Adelante, pregunta lo que quieras.

-Necesito encontrar a alguien. Debo encontrar a Eros.

La expresión de Johanna se tensó y endureció.

-Vaya, vaya, hermanito. Parece que eres curioso, y eso, no nos gusta nada.

-¿Qué? ¿A quiénes no les gusta?

En ese momento, varias columnas de luz surgieron del suelo, rodeándome.

-¡¿Qué es esto?! ¡Sácame de aquí ahora mismo!

-Oh, no... De eso nada, hermano. No saldrás de aquí hasta que mi amo y señor venga, para destruirte y torturarte, personalmente.

-¿Quién es él? ¿Es el que está tratando de robar los poderes a los Dioses?

-No se me permite transmitir esa información, William.

"No saldré de aquí a no ser que se me ocurra algo, y rápido, no quiero toparme con el súper amo-señor-épico torturador de pobres semidioses extremadamente inteligentes y guapos."

Mi cabeza empezó a imaginar vías de escape. El espacio de separación entre columna y columna era muy estrecho, demasiado como para que una persona de mi tamaño pudiese moverse entre ellas. Podía probar a ver si son mortales, pero mejor no probarlo con mis dedos, pensé. Por fortuna, aún llevaba mi bandolera sin fondo encima, así que saqué de ella una pelota de tenis y la lancé contra una de las columnas. La pelota se desintegró en el acto, dejando tras de si un olor a quemado.

Vale, siguiente idea.

Busqué el origen de los barrotes en el suelo, y vi que cada barrote surgía de una perla del tamaño de una canica. Alargué la mano hacia una de ellas. Ni siquiera me había percatado de que Johanna se había ido, al menos hasta que volvió.

-Yo no lo haría, semidiós. A menos que desees desintegrarte la mano -la aparté rápidamente-. Lo mejor será que me asegure de que te estes quietecito.

Chasqueó los dedos, y al segundo aparecieron dos grilletes conectados al suelo por unas cadenas fijadas al suelo.

Di un tirón de una muñeca, y al instante un intenso dolor me recorrió el cuerpo.

-Grilletes flamígeros. En el momento en el que tires de ellos, una llamarada te quema las muñecas.

Gruñí, y me dejé caer en el suelo, abatido. Me di cuenta de que la silla en la que estaba sentado había desaparecido mientras estaba de pie.

Pero ya nada de eso importaba.

Semidiosa no deseada (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora