Capítulo 2: Donación de sangre

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—Por favor, no me dejes sola —susurró Charlie por quinta vez desde que había llegado, estaba sentada al lado del chico inconsciente, conectado a un ventilador mecánico tomando su mano. No podía dejar de llorar como siempre que lo iba a ver—. Por favor, Sammy, eres la única persona que tengo.

Samuel y Charlotte se conocieron a los diez años cuando él se mudó a la casa del lado y aunque en un principio no se llevaban demasiado bien, un año después ya se habían vuelto inseparables. No había nada que hicieran por separado, en el vecindario sabían que si detrás de una travesura estaba Sammy, también estaría Charlie. Cuando tenían quince años se dieron su primer beso ya que todos los chicos de su clase lo habían hecho y no querían quedarse con el apodo de «los jamás besados», o tal vez esa fue la excusa que le dio Sam, quien siempre estuvo enamorado de su mejor amiga aunque tenía muy claro que ella solo lo veía como un hermano.

Tenían muchos planes a futuro, irían a la misma universidad, vivirían juntos por un par de años y todo sería color de rosas pero nada salió como habían previsto, ahora uno se encontraba batallando por su vida desde hacía tres meses y la otra luchando día a día para intentar superar lo que había tenido que pasar. La vida parecía haberse reído en sus caras por lo ilusos que fueron al pensar que todo sería tan fácil.

Ese día Charlie estaba más destrozada que todos los otros ya que se cumplían exactamente tres meses del suceso y a veces sentía que no podría seguir soportándolo más, menos si su amigo del alma no estaba ahí para acompañarla, él era el único, que además de ella, sabía exactamente cómo fueron las cosas. La mano de Sam se cerró levemente en un reflejo involuntario sobre la mano de Charlie, sobresaltándola.

—¡¿Sam?! —exclamó la chica sin saber si lo que sintió fue real o no—. ¿Sammy moviste la mano?

Su decepción fue demasiado grande cuando se dio cuenta de que el chico seguía tan inconsciente como en los últimos meses pero estaba segura de que no se había imaginado nada, su amigo le había tocado la mano. Tocó el timbre que estaba al lado de la cama pero como nadie respondía salió corriendo a buscar a algún médico o enfermera que le explicara qué era lo que había pasado.

—¡Se movió! Movió la mano —repetía mientras un médico lo revisaba sin encontrar rastro de ninguna mejora—. Prometo que lo hizo.

—No estamos poniendo en duda lo que está diciendo —le aseguró una enfermera que la tenía afirmada con delicadeza para que no interfiriera con la evaluación del médico ya que la chica lo único que quería era estar al lado de su amigo—, es solo que en algunos casos pasa esto pero eso no quiere decir que despierten, a veces es solo un reflejo, como también lo son que a veces pueda llorar o incluso gruñir pero sigue estando inconsciente. Lo siento.

—¿No va a despertar nunca más?

—Los estados de coma normales no suelen durar más de un mes —el médico sintió pena por Charlie e intentó decirle la verdad pero con suavidad— pero es verdad eso de que el cerebro es una caja de sorpresas, todos reaccionan de forma diferente. No podríamos decir con exactitud si va a despertar o no, aunque suene extraño, despertar ahora solo depende de él, nosotros no podemos hacer nada más que proporcionarle cuidados para que su cuerpo no se deteriore por la falta de actividad.

Charlie volvió a ponerse a llorar cuando la dejaron sola, entrelazó de nuevo la mano con la de su amigo, no podía creer que eso estuviera pasando, ¿qué había hecho para merecer toda esa mierda? Era tal su dolor, tal su desesperación que cuando lágrimas comenzaron a caer también de los ojos cerrados de su amigo, sintió que parte de ella había muerto. Darse cuenta de que él sentía su dolor e incluso lo sufría con ella, le dejaba una sensación de culpa que no podía soportar.

Love Happens (LIH #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora