Capítulo 7: Preocupaciones desinteresadas

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Luego de ese encuentro tan doloroso para Charlotte, tomó el primer taxi que encontró y suspiró de alivio al ver que era una mujer la que iba conduciendo. Le dio la dirección de su casa y aunque intentó mantenerse tranquila hasta estar en la comodidad de su habitación, a mitad de camino ya no pudo soportarlo más y rompió a llorar. Tenía el corazón roto, ella estaba rota y no había nadie ni nada que pudiera hacer el papel de pegamento para unir sus piezas ya tan destruidas.

La taxista le ofreció unos pañuelos y le dio una mirada compasiva, Charlie se avergonzó pero no pudo dejar de llorar hasta que llegó a su casa. Su llanto era cada vez más desesperado y al entrar, su madre no pudo evitar sobresaltarse.

—¿Charlotte? ¿Qué pasa?

La muchacha solo negó con la cabeza y subió corriendo las escaleras, no quería hablar con nadie, no quería contarle a su mamá el motivo de su desesperación porque sabía que no lo entendería. Era probable que le dijera que todo tenía solución, que hablara con Rachel y se perdonaran pero sabía que terminarían discutiendo como siempre y diciendo cosas incluso más hirientes.

Charlie no quiso salir de casa en toda la semana pero la vida seguía avanzando, no se detenía por nada ni por nadie y le costaba todavía comprenderla. Era sábado por la mañana y por primera vez en días se había levantado y bajado a tomar desayuno, se encontró con sus padres cuchicheando sobre ella y los encaró. Su madre comenzó a discutir con ella y luego su padre con su madre y no lo soportó más.

—¡Basta! —gritó sorprendiéndolos—. ¡Estoy cansada de vivir en esta casa de mierda! ¡Estamos todos locos! ¡A veces pienso que todo hubiera sido mejor si nunca hubiese vuelto!

Su intención era hacer daño y lo logró, aunque en el fondo le dolía el corazón por esa misma razón. De todas maneras, no podía hacer nada más que salir de ahí, ya no podía retirar lo que había dicho.

***

Por otro lado, había llegado el día en que Nick se tuvo que llevar a los niños a su casa para que Lexie saliera con Gianluca y eso no lo tenía de muy buen humor. La mañana del sábado, decidió que luego de desayunar, los llevaría a un parque cercano a la casa de su madre luego de visitarla a ella rápidamente; necesitaba un poco de aire fresco para despejarse, para que esos malditos celos que sentía se fueran volando de una vez por todas.

Adán no estaba muy convencido de querer ir al parque pero aceptó porque últimamente lo único que quería era pasar todo el tiempo posible con su hermana. Nicolás, sentado en una banca los observaba jugar. Adán perseguía a Cielo para hacerle cosquillas y luego la cuidaba mientras ella se subía a los jueguitos del parque. No podía evitar sonreír al verlos, pensaba en cómo pasaba el tiempo tan rápido cuando una muchacha entró en su campo de visión y llamó su atención. La chica se notaba un poco asustada e intentaba caminar lo más rápido posible por ahí pero antes de que pudiera pensarlo más, quiso detenerla y le habló:

—¿Charlotte? —la chica se sobresaltó al oír su nombre, enseguida se comenzó a relajar al ver quién le hablaba, aunque su corazón seguía latiendo desbocado por el susto—. ¿Estás bien?

—Hola, sí, muy bien. Solo... ya sabes que no se me da muy bien eso de andar sola por la calle y no te había visto —comenzó a jugar con sus manos, nerviosa—. ¡Me has sorprendido!

—Lo siento.

—No pasa nada.

—¿Qué haces por aquí sola?

—Discutí una vez más con mamá en la mañana, esas peleas son cada vez más frecuentes desde que se dio cuenta de que no me quebraría en mil pedazos si me levantaba la voz. Como siempre, papá se puso de mi lado y terminaron discutiendo ellos —se encogió de hombros como si no importara—. Soporté escucharlos discutir por veinte minutos, luego les dije que me tenían aburrida y me fui. No es que me tranquilice estar en la calle pero al menos no escucho sus voces.

Love Happens (LIH #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora