28.

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—¡Buenos días señora!

—Buenos días, Rosalía —le hablé a la enfermera que me estaba cuidando y a la que Alfonso le pidió no quitarme los ojos de encima—. ¿Cómo está mi bebé?

—Bien, ahorita de hecho lo están cambiando de ropa, porque su esposo vaya que le trajo ropa a su hijo.

Rosalía se acercó y me ayudó a levantarme un poco, elevando la cama, al alejarse un poco, vio todo lo que me habían llevado Diana y Rafa sobre la boda.

—Sé lo que piensa y es que técnicamente no es mi esposo, estamos comprometidos, y en 1 mes nos casamos.

—Entonces, eso demuestra que el señor Alfonso los quiere enormemente.

—Lo sé, y yo a él —sonreí al instante—. Pero bueno, eso es tema aparte —Rosalía me sonrió—. ¿Mi bebé? ¿Me lo van a traer hoy?

—Sí, en un rato, pero primero tiene que comer él y usted.

—Quisiera darle de comer yo.

—Permitame avisar, en lo que yo lo traigo —Rosalía acercó la bandeja con comida—, usted desayune, además creo que su prometido no tarda en llegar.

Yo le agradecí y sonreí mientras ella iba a buscar a mi pequeño. Rosalía entró a los cuneros por mi bebé .

—Perdón por molestarla doctora, no sabía que seguía aquí.

—No te preocupes, estoy por irme, solo me falta hacer unas pequeñas anotaciones.

—Entonces me espero, la madre de ese pequeño —dijo apuntando a Edgar—, quiere verlo.

—Entiendo, estoy por terminar, podrías esperar afuera unos minutos, prometo no tardar más a este bebé.

Rosalía le hizo caso y espero afuera, Maite tenía que terminar en ese momento con lo que había planeado, porque en otro momento no podría hacerlo.

—Pequeño Edgar, te tienes que portar bien y no mostrar tú piecito porque si no, descubrirán a tía Maite, ¿entendiste?

Maite le dio un beso y lo abrigó muy bien, igual que al otro bebé, tenía ya listo un plan, que daría marcha en cuanto consiguiera ciertas cosas que ocupaba para llevarlo a cabo.

—Puede entrar Rosalía, solo un favor.

—Claro, él que usted diga.

—Solo que no destapen a los bebés, ambos bebés están un poco fríos corporalmente y necesitan calor, por suerte uno trae gorrito y está mejor abrigado, pero no hay que correr riesgos.

—Está bien doctora, yo le haré saber a las madres.

—Yo terminé mi chequeo, llenaré estos formularios y se los pasaré para los cuidados de los bebés.

Maite se retiró de lo más normal, no podía mostrar debilidad, sino, se iban a dar cuenta de lo que quería hacer.

—Aquí viene mi hermoso —vi entrar a Rosalía con mi bebé, caminó rápido hacía mí y me lo entregó con sumo cuidado—, ¿por qué está tan abrigado?

—Le hicieron un pequeño chequeo y está bajo en su temperatura corporal, así que tenemos que darle un poco de calor, le doctora pidió que no lo destapara.

—Está bien, gracias por decirme, todo sea por el bien de este cachetón.

—¿Ya empezamos con apodos? —entró Alfonso en ese momento, se apoyó en la puerta y me mandó un beso.

—¿Por quién lo dices? ¿Por ti o por este cachetón? —Alfonso río y se acercó a mí.

—Ambos, no sabía que mis cachetes eran tanto problema —Rosalía los vio y habló.

Un nuevo Amor ||COMPLETA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora