39.

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Jessica|


Media hora más tarde, tenían todos los datos, Alfonso se iba a ir a Barcelona.

—¿Nadie sabe que me ayudaste verdad Vianey? De verdad gracias.

—Nadie, tranquilízate, recuerda que soy la trabajadora anónima de la empresa, ¿quién crees que rastrea tanta información? Los paquetes regresan o van a su destino por mi Rafael, yo los ayudo, ¿crees que no te iba a ayudar a ti si es casi lo mismo?

—Gracias Vianey, me hiciste un gran favor, de verdad no sabes cuánto me ayudaste.

Rafael colgó y le dijo a Diana la información que le dio Vianey y que había anotado.

—Solo queda hacer una parte, y nos vamos, porque tenemos poco tiempo para convencer a esos dos que se perdonen mutuamente.

Diana tomó al pequeño en brazos y siguió a Rafael a su coche, ya que ella había llegado al restaurante en taxi.

Iba a ser casi medio día, Edgar se había dormido, después de que le dieron de comer y le cambiaron el pañal, Diana no dejaba de sonreír al tenerlo por fin en brazos y sabiendo que iba a entregárselo a su madre.

Rafael bajó del coche y llamó a la puerta,  salí y lo recibí con un abrazo.

—¡Hola! ¿Cómo están?

—Felices, muy felices.

—¿Y eso? Díganme a que se debe tanta felicidad.

—A esto Jess. Amor, ¡baja! —le dijo Rafael a Diana, ella bajó, al verla, y ver a quien traía en brazos, corrí  hacía ella emocionada.

—¿Edgar? ¿Es Edgar?

—¡Lo es Jess, es tú bebé!

No pude contener las lágrimas, por fin tenía a Edgar de regreso conmigo.

—Pero ¿cómo? ¿Ustedes?

—Nosotros...

No les permití decir nada más, estaba demasiado emocionada para escuchar cosas, tenía lo importante conmigo, a mi bebé y en ese momento no me importaba nada más.

—¡Mamá! ¡Ven! ¡Sal! —las lágrimas brotaban de mí, una tras otra, dejándome muy pocas posibilidades de ver más allá de mi Edgar.

Estaba entrando en la casa emocionada, tenerlo de nuevo en brazos fue uno de los momentos más bellos de mi vida. Lo abrazaba con más fuerza y él seguía dormidito.

—¿Qué pasa hija? —mi mamá salió de la cocina, me vio, vio a Edgar y se acercó con miedo, pero al verlo el miedo se disipó—.  ¡Dios mío gracias! ¡Hija! Mi nieto, mi nieto está contigo.

Se acercó y me abrazó, pero no intentó pedirme a Edgar porque sabía, que en ese momento, necesitaba tenerlo conmigo y que no se lo iba a prestar.

—¿Cómo pasó?

—Ellos mamá, ellos me devolvieron a mi hijo.

—Jess, al respecto de eso, tenemos que hablar.

—Yo, perdón chicos, pero en este momento no tengo muchas ganas de hablar, quiero llenar de besos a mi hijo, si no les importa, más tarde habláremos. ¡Pero de verdad gracias! No tengo con que pagarles esto.

Rafael quiso decir algo pero Diana lo detuvo

—Amor, hay tiempo —fue lo que le dijo Diana y que alcancé a escuchar.

Después de unos minutos y que yo había llenado de besos a Edgar, además de llamado a mi papá para avisarle la buena noticia, Edgar abrió los ojos, no podía creer aquello, tenerlo de nuevo conmigo era maravilloso, verle sus ojitos de nuevo, era una felicidad inmensa; lo abracé con todas mis fuerzas. Mi pequeño de nuevo conmigo, gracias al cielo, de nuevo estaba en mis brazos.

Un nuevo Amor ||COMPLETA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora