15.

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De pronto al despertar recordé la costumbre que tenía con Edgar, me levanté y fui a la cocina, me dispuse a preparar café, pero 5 segundos después me di cuenta que ya no estaba, que no era él con quien estaba, y de pronto el dolor regresó a mí.

Me fui a la terraza tratando de no despertar a Alfonso, pero pareciera que no lo logré. Yo estaba vuelta en un mar de lágrimas, pensaba que todo ya estaba bien, pero mi corazón me decía lo contrario.

—¿Qué te pasa amor? —Alfonso corrió rápido conmigo y se sentó en el piso conmigo, yo seguía llorando sin poder hacer nada, tenía las palabras atoradas, Alfonso me levantó y me llevó a la sala, allá me dio un poco de agua y yo me tranquilicé un poco.

—Perdón Alfonso, perdóname.

—Pero ¿por qué? ¿Qué te pasa?

—Edgar, lo sentí, pensé que estaba con él, me paré y e hice intento de hacerle un café, pero...

—Te llegó el sentimiento de vacío, ¿no?

—Si, pero no entiendo porque, creo que me ganó la costumbre.

—Y no pasa nada Jess, es normal, esto es un proceso.

—Pensé que ya le había llorado mucho, que estaba como uno de los más bellos recuerdos que siempre tendré, pero ya veo que no, que aun así inconscientemente lo extraño.

Alfonso se recostó en el sillón y me hizo recostarme en él.

—Amor, veme y veme bien, yo sé que esto va a ser parte de tú vida siempre, pero verás que poco a poco su recuerdo ya no te dolerá tanto, si no que será una bella alegría dentro de ti.

Alfonso me miró y me dio un beso en la frente, yo lo miré y me recosté de una manera que lo pudiera ver.

—Sigo sin entender ¿por  qué eres así conmigo, tan amoroso y cariñoso? Si Edgar sigue siendo parte de mí y tú no te enojas, no te encelas, no entiendo.

—¿Te cuento un secreto? —yo le asentí—. Mira, cuando yo tenía 4 años mis papás se divorciaron, la verdad que no entendía mucho eso, mi mamá intentaba explicarme, pero sabes, mi papá desde que yo me acordaba pocas horas estaba en casa y los fines de semana, nunca estaba, nosotros íbamos a clases y clases, tal vez porque mi mamá no quería que los viéramos discutir o a ella triste.

—¿En serio? ¿Y por qué no me contaste eso?

—Porque antes no había el tiempo, pero ahora sí.

—Bueno, entonces sigue.

Él me sonrió y siguió contando

—Mi hermano y yo somos los únicos hijos, mi madre después no quiso tener más —yo le pregunté que porque decía eso—. Mi madre se volvió a casar, pero lo más chistoso es que Fernando, mi padre, nos ganó primero a nosotros, siempre estuvo al pendiente de los dos, mi hermano hasta que estuvo grande supo que él no era nuestro padre, Fernando siempre nos amó, nos protegió, aunque no fuéramos sus hijos, nos enseñó que el cariño es más fuerte que los lazos de sangre. Años después supimos que mi padre, el que me engendró, falleció, le dio una enfermedad algo rara, pasó sus últimos meses en África y se dejó morir, créeme, si le lloré un poco, pero más por el hecho de que nos haya dejado, de que mi mamá haya tomado la batuta de sus hijos, y nos haya amado tanto y el dejará todo a medias, fui muy feliz de ver a mi madre rehacer su vida con mi padre, porque Fernando para mí es mi padre, el que me crió, el que confía en mi para seguir con su franquicia de restaurantes, para que vaya y venga a mi gusto, si gasto algo de dinero, no me pide que le diga en que, si tomo alguna decisión respecto a los restaurantes tampoco, bueno, a menos que él vea que algo está irregular, o que no haya entendido, pero es negocio de ellos, ellos hacen lo suyo y yo lo mío.

Un nuevo Amor ||COMPLETA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora