Capítulo 2: Con Este Anillo

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Harry sintió que la sangre huía de su rostro, a la vez que veía cómo Snape se quedaba sin palabras, los ojos muy abiertos.

– ¿Qué? –preguntó el Maestro de Pociones, mirando de Dumbledore a McGonagall y por último a Hooch. Para horror de Harry, las dos profesoras asintieron, aparentemente con cierta repulsa.

– ¡Snape! –exclamó Ron con desmayo.

– ¡Pero es imposible! –protestó Harry, mirándoles como si hubiesen perdido la cabeza. Molly y Arthur no parecían particularmente satisfechos, pero ni de lejos tan molestos como Harry había supuesto que estarían.

Dumbledore miró a Harry con el ceño levemente fruncido:

– ¿Por qué debería ser imposible? Me doy cuenta de que tú y el Profesor Snape no os lleváis del todo bien, pero eso es un caso habitual en estas situaciones. Ya lo superaréis. Es una pareja excelente. Sois iguales en poder y habilidad... O lo series cuando acabes tus estudios, Harry. Y hasta que lo logres, desde luego Severus es perfectamente capaz de defenderte de cualquier amenaza. Además tenéis más en común de lo que parece, y...

– ¡Pero es un hombre! –interrumpió Harry, preguntándose si el Director se había vuelto completamente loco.

Dumbledore pareció un poco descolocado ante este comentario. Hermione se acercó a su amigo:

–Ese es un prejuicio muggle, Harry –le susurró– No se traslada al mundo de los magos... Los matrimonios de vínculo mágico son legales entre dos adultos que consientan, de cualquier género o especie.

– ¿De veras? –Harry se giró para contemplarla con ojos desorbitados por la sorpresa. Nunca lo había pensado a nivel personal, no tenía ningún prejuicio sobre la homosexualidad... aunque tampoco recordaba ninguna situación que le hubiese formarse una opinión al respecto. Pero que el mundo de los magos no tuviese prejuicio contra...– ¡Especies! –exclamó, dándose cuenta de lo que Hermione acababa de implicar.

– ¿Nunca te has preguntado de dónde vienen los centauros? –repuso ella con un leve encogimiento de hombros– Con semejantes antecedentes, pocas parejas pueden llamar la atención de los magos.

– ¡No voy a casarme con Potter! –anunció Snape antes de que Harry pudiese añadir más.

–Por favor, Severus, no te exaltes –trató de calmarle Dumbledore– Es una excelente pareja, y además resuelve muchísimos problemas, el primero de los cuales sería que el encontrar alguien apropiado entre ahora y mañana por la mañana es sumamente improbable.

– ¡Buena pareja! –Gruñó Snape– Dejando de lado el hecho de que no nos soportamos, ¿ha olvidado cual es mi OTRO trabajo?

Harry casi se lanzó a la defensa de Snape. ¡Exacto! Snape no podía casarse con Harry y ser espía al mismo tiempo. Sería proclamar bien claras sus lealtades. No obstante, calló, sabiendo que su ayuda sería menos que bienvenida por parte del profesor de pociones.

–Desde luego que no vas a poder seguir fingiendo ser un leal Mortífago –admitió Dumbledore amigablemente– pero de todas formas tenía pensado hablarte al respecto: se ha vuelto demasiado peligroso. Si Voldemort no os hubiese enviado a ti y a Lucius a investigar ese pequeño rumor que me saqué de la manga la primavera pasada, habrías muerto en la batalla con los demás.

Los ojos de Harry se desorbitaron al oír esto. No se le había ocurrido siquiera cómo era posible que Snape hubiese logrado ser creíble como espía al tiempo que se mantenía alejado del campo de batalla. Se estremeció repentinamente al darse cuenta de que, además de los Mortífagos convencidos, podría haber sido responsable de la muerte del profesor Snape la pasada primavera. Y aunque no sentía gran aprecio por él, tenía que admitir que admiraba el valor y coraje del hombre, por no mencionar su fidelidad inquebrantable hacia Dumbledore pese a la vida infernal que tenía que soportar como espía.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora