Capítulo 22: Familia

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Para gran sorpresa de Severus, la vida con Harry era en realidad bastante agradable. Afortunadamente, el perro que Harry tenía por padrino y el lobo solían estar a menudo de misiones, así que tenía que tratar relativamente poco con su enemigo de infancia. En cuanto a Potter... aunque en ocasiones chocaban sus temperamentos, y en otras se encontraba reaccionando con dificultad a la creciente atracción que sentía por el joven que compartía su lecho, también descubrió que había llegado a apreciar su compañía durante aquellas horas en las que ambos trabajaban juntos en sus tareas cotidianas. Con la intimidad creciente, Harry se sentía lo bastante cómodo como para hablar más y más con él, y aunque trataba de no dejar translucir demasiado en aquellas conversaciones, Severus se encontró con que cada vez las apreciaba más. Había vivido una vida notoriamente aislada hasta la fecha, y con aquel contacto nuevo que le habían obligado a tener, empezó a darse cuenta de lo solo que había estado durante buena parte de ella. Incluso el añadido de la lechuza Hedwig, que se había acostumbrado a observarle por la mañana desde una percha junto al fuego, era un cambio agradable.

De la guerra llegaban pocas noticias, pese a que Severus compartía asiento durante los partidos de quidditch con padres de Slytherins que odiaban al buscador Gryffindor. El día que Harry había arrebatado el Ojo de Odín a Voldemort muchos padres de alumnos habían perdido la vida; sentarse junto a sus cónyuges durante el juego ahora que sus lealtades ya no estaban ocultas, mientras miraban cómo el chico que había traído tanta amargura a sus vidas vencía al equipo de su casa, se transformó en una experiencia enervante. No obstante, Albus se aseguró de asistir a todos los partidos; con él venían todos los profesores de Hogwarts y numerosos miembros de la Orden también, así que no llegó la sangre al río; lo más amenazador fue alguna bludger errante.

Sin embargo, vivir con Harry también implicaba vivir con Hermione Granger y Ron Weasley. No fue hasta bien entrado octubre que Harry empezó a invitar a sus amigos a las habitaciones privadas de ambos para estudiar hasta tarde. Puesto que Severus sabía que estaban trabajando en Defensa Contra las Artes Oscuras –el profesor de este año era tan malo como el anterior­, no vio motivo para detenerles. Ya había felicitado a Hermione por la investigación que había realizado para ayudar a Harry; sabía que esas sesiones habían salvado su vida más de una vez. Difícilmente podía protestar cuando le pidieron permiso para usar su librería privada, algo a lo que técnicamente Harry tenía pleno derecho. Sus habitaciones eran también las de Harry, le gustase o no.

Asombrosamente, descubrió que no le molestaba la compañía de los dos Gryffindors tampoco. Granger era asombrosamente inteligente, y las pocas veces que le hacía una pregunta sobre algo que no entendía, se había impresionado por su dominio de la teoría mágica. Y aunque encontraba la presencia de Ron Weasley algo fastidiosa, tenía que admitir que tenía un gran sentido del humor y una sorprendente capacidad para la estrategia. En un par de ocasiones le vio jugar al ajedrez mágico con Harry, y le impresionó la rapidez con la que había vencido al joven moreno.

Cuando Harry se le acercó una tarde de diciembre con gesto pensativo, Severus se preocupó al principio pensando que algo podía haber alterado el tranquilo día a día de los últimos meses. Se había sentado junto al fuego, leyendo un nuevo libro de pociones, cuando Harry entró en las estancias solo y se sentó frente a él en la silla que se había convertido en suya durante las semanas transcurridas.

– ¿Algo va mal? –preguntó Severus al darse cuenta de que Harry le estaba mirando fijamente.

–No –respondió rápidamente Harry, y luego se removió incómodo– Sólo quería hablar contigo sobre Navidades.

Navidades: una fiesta a la que Severus daba escasa importancia. Su familia, por supuesto, celebraba los distintos ritos por solsticio, pero como aquella fiesta en concreto era época familiar, Severus le había perdido la práctica. No había sido una época feliz cuando él era un niño, aunque recordaba algunas tardes agradables con su hermana. Desde que se había emancipado no había hecho nada para festejarlo, aunque supuso que ahora debería al menos realizar una visita a su hermana. Julius, bajo el dominio de la maldición de Severus, no le hablaba. Claudius y Marcellus también sufrían poderosos hechizos de control, pero sobre todo estaban furiosos porque no había abierto la Mansión Snape. Suponía que en algún momento debería hacerlo, pero era algo que podía esperar a que no estuviese tan ocupado.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora