Capítulo 28: Vikingos

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Un latido en la cabeza despertó a Harry. Aturdido, trató de alzar la mano para tocarse la sien, sólo para encontrarse con algo que obstaculizaba sus muñecas. Parpadeó confuso, fue consciente del frío extremo que se le colaba en los huesos, y del balanceo violento del suelo. Cuando su vista se aclaró al sobrepasar el dolor de cabeza palpitante, se encontró mirando unas pesadas esposas de hierro que retenían sus manos, con una cadena corta entre ellas. El mundo se sacudió bruscamente, y se deslizó de lado hasta golpear un pesado objeto de madera, con un chorro de algo frío dándole en la cara. Intentó entender lo que veía, mirando hacia arriba aturdido.

Estaba en una gran embarcación, sentado cerca de la popa, caído sobre un enorme barril de madera. Desde su posición en la parte trasera del barco pudo ver la proa alzándose ante él, con el extremo curvo, silueteado en forma de dragón. La proa subía y bajaba con las olas que zarandeaban el barco. Sólo a unos pasos de él, sentados en bancos de madera, había dos hombres extremadamente grandes cubiertos por pesados mantos de piel. Ambos tenían un aire de ferocidad plasmado en sus caras barbudas, como endurecidos por una vida que Harry no quiso ni imaginarse.

Una mirada más allá le mostró que había una docena de hombres de tipo similar por todo el barco. Largos remos, que se movían por sí solos, les impulsaban a través de las revueltas aguas.

Por un segundo Harry sintió una oleada de pánico al pensar que quizás estaba en el bote que llevaba a los prisioneros a Azkaban. Sirius le había dicho que Azkaban estaba en una isla, y que a los prisioneros los conducían encadenados en un barco. Pero pese al corazón acelerado, Harry se forzó a no gritar. No había motivo para que le llevasen a Azkaban. Además ¿por qué iba a parecerse a un barco vikingo el barco de prisioneros? No tenía el más mínimo sentido.

Intentó deducir cómo podía haber llegado hasta allí. Había estado jugando en la nieve con Ron, Hermione y Ginny, y recordaba vagamente que algo minúsculo y plateado había salido volando hacia él, algo cuyo resplandor fugaz al sol poniente le había llamado la atención. Por un segundo pensó que alguien había soltado una snitch en medio de su batalla de nieve, pero entonces aquella cosa había aterrizado y Harry no podía recordar nada más hasta su despertar. ¿Una granada aturdidora? Había oído hablar de cosas similares en el mundo muggle. Quizás hubiese un equivalente mágico. Pero si él y los otros tres habían sido dejados inconscientes ¿dónde estaban los dos Weasleys y Hermione? No veía a nadie más encadenado en aquel barco.

Una ráfaga helada sopló sobre él, cegándole por unos segundos con su soplido polar, y se encontró temblando violentamente. ¿Serían Mortífagos? Se preguntó. ¿Le estarían llevando a Voldemort? ¿Pero por qué raptarle? ¿Por qué no matarle directamente?

– ¿Tienes frío, mozo? –uno de los hombres de gesto siniestro había notado su movimiento y volvió sus penetrantes ojos azules hacia él. Alguien más allá de él le lanzó una pesada capa de piel, en el cual el hombre envolvió inmediatamente a Harry. Parecía hecho con la piel de un oso, aunque Harry no estaba muy seguro de que hubiese osos por Inglaterra hoy por hoy. No obstante agarró el abrigo y se enroscó bien en él, agradecido por el calor que ofrecía. Recolocándolo sobre sus hombros, hizo rápido inventario de su condición.

Aparte del dolor de cabeza, no parecía estar herido, y éste ya remitía. Ahora estaba más agradecido que nunca por haber tomado aquella poción que Severus le había regalado para su vista, puesto que dudaba que sus gafas hubiesen podido sobrevivir al rapto. Una rápida búsqueda por dentro de la chaqueta que vestía le confirmó que no llevaba varita. Estaba completamente indefenso.

Le daba reparo atraer atención sobre sí, pero tenía que descubrir dónde estaba y qué pretendían hacerle. Obviamente no pretendían que muriese de frío: No hubiese hecho falta que le diesen el abrigo, así que podía reconfortarse pensando que le querían vivo. Aunque, considerando lo que sabía que los Mortífagos hacían a sus prisioneros, quizás seguir con vida no fuese algo tan bueno...

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora