Capítulo 5: Marcas oscuras

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Snape no apareció durante la cena. Harry no pudo evitar preguntarse si estaría enfadado con él por lo ocurrido. Se dijo que aquella noche lo descubriría, puesto que no había forma de que evitasen encontrarse. Tras la cena, se presentó en la oficina de McGonagall para cumplir con su detención. Para su sorpresa, la mujer únicamente le indicó que hiciese sus deberes. Por supuesto, las detenciones con McGonagall nunca habían sido tan horribles como las de Snape o Filch, pero generalmente les daba alguna tarea no demasiado agradable de todas formas. Cuando a mitad del castigo McGonagall le ofreció unas pastas, empezó a sospechar que sentía compasión por él, pero no tenía modo de saber si era a causa de la detención que había recibido por los insultos de Malfoy o por algo más inescrutable, como la información que había recibido sobre su vida con los Dursleys. No estaba seguro de que le gustase. Había vivido dieciséis años sin que nadie le tuviese pena, no necesitaba darla ahora.

Le despachó una hora más tarde, deseándole buenas noches con gentileza. En vez de dirigirse a la sala común de Gryffindor, como deseaba, Harry se encaminó a las largas escaleras que llevaban a las mazmorras. Siguiendo el camino que le habían enseñado la noche anterior se encontró delante del retrato de Salazar Slytherin y su serpiente. Ambas figuras le sonrieron, saludándole con una inclinación de cabeza sorprendentemente educada. ­

–El nuevo compañero vinculado de Severus –le dijo la serpiente a Salazar en Parsel. Harry se sonrojó al oírla. ­

–Qué pena que sea Gryffindor –replicó Salazar igualmente en Parsel. ­

–No tiene nada de malo ser Gryffindor –les contestó Harry, también en Parsel.

Tanto la serpiente como el mago parecieron sobresaltados un segundo, antes de sonreír con evidente placer.

­– ¡Cuán interesante! –Comentó Salazar­– Una pareja mejor de lo que había supuesto. ¡Qué disfrutéis una larga vida juntos!

Harry sintió que se le subían aún más los colores.

­–Eldorado –les dijo, y el retrato se abrió permitiéndole entrar en las habitaciones del Maestro de Pociones. Al entrar vio a Snape sentado junto al fuego, sin leer ni beber, sólo mirando las llamas. Sin saber muy bien qué clase de recepción iba a tener, Harry dio un par de pasos hacia él.

– ¿Profesor? –dijo con suavidad. Snape no le contestó. Pese a que ni la detención ni la pérdida de puntos había sido culpa suya, Harry pensó que debía disculparse– Lamento lo ocurrido hoy –añadió en voz baja.

­–Y dígame, ¿exactamente por qué motivo se está disculpando? –inquirió Snape en voz baja y grave. No desvió la vista del fuego ni cambió de expresión, cosa que puso a Harry decididamente nervioso–­ ¿Por el hecho de que el mundo de los magos al completo parece pensar que he manipulado a su héroe, forzándole a casarse conmigo por el bien de mi buen nombre, o de que usted obviamente sólo aceptaría tan terrible destino para echarle el guante a mi fortuna? ¿O está disculpándose por el bombardeo de preguntas y especulaciones del que ambos hemos sido víctimas? ¿O por las miradas de odio y desprecio de los Gryffindors? ¿O por las alusiones sexuales de los Slytherin? ¿O quizás por la carta aulladora que he recibido de Sirius Black que me amenazaba de darme cierto trato que no pienso repetir si tan siquiera le miraba de forma inapropiada?

De acuerdo, Snape había tenido un día incluso peor que el suyo. ­

–En realidad, estaba disculpándome por la pérdida de puntos y la detención –admitió conciliador. El hombre le lanzó una mirada imposible de interpretar.

­–Oh –dijo simplemente, antes de encogerse de hombros–­ Por compleja que fuese tal situación, quitar puntos a Gryffindor y ver al señor Malfoy con el labio partido fueron mis únicos placeres durante el día.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora