Capítulo 72: Yendo hacia delante

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Ya había pasado la hora de la comida cuando Harry y Severus pudieron dejar la enfermería y volver a sus estancias. Ninguno de los dos quería pasar por los corredores y arriesgarse a encontrarse con los estudiantes, así que fueron a través del Flú. Harry estaba cansado de que se le quedaran mirando, cansado de responder preguntas, y Severus no podía culparle por ello. Además, ambos estaban cubiertos de sangre: Harry se había ensuciado considerablemente al correr para ayudar a Severus. La ropa de Severus, no hay ni que decirlo, había visto mejores días.

Harry fue preparando el té mientras Severus iba a ducharse primero. El hombre sabía que Harry estaba inquieto y probablemente quisiera hablar más con él. Lo cierto es que tenían mucho de lo que conversar, y Severus no tenía ni idea de cómo comenzar. Ahora comprendía por qué Harry había hecho lo que había hecho con Malfoy, pero eso no aminoraba su preocupación por lo que Lucius Malfoy pudiese hacer a Harry si le tenía cerca. Tal vez Harry confiara en los caminos del destino, pero Severus no.

Una vez estuvo limpio y vestido con su habitual túnica negra, dejó paso a Harry para que se lavara a su vez. Mientras esperaba, Severus ordenó a un sobreexcitado Dobby que les trajera la comida. Ésta estaba esperando sobre la mesa de café casi antes de que hubiese finalizado de pedirla.

Severus rebuscó en el bolsillo interior de su túnica arruinada para recuperar el libro de anotaciones que Aventine le había dado, junto con los rollos que había recuperado de la Cofradía. Sintió alivio al ver que no habían sufrido daños, ya que mientras luchaba en los duelos se había olvidado por completo de su existencia. Ojeó el libro de notas, reconociendo los trazos ilegibles, tan similares a la escritura de los diarios de Slytherin. La caligrafía era distinta, pero los caracteres eran los mismos, completamente indescifrables. No pudo menos que preguntarse cuándo iba a tener tiempo Harry de traducirlo, ya que apenas disponía del suficiente como para ir a clase. Y sin embargo, sabía que el chico haría un hueco para ello: le había prometido al vampiro que le ayudaría, y no era el tipo de persona que rompía ese género de promesas. Con un suspiro, Severus dejó el libro y las notas a un lado.

Hambriento tras todo el ejercicio realizado aquella mañana, Severus se sentó agotado en el sofá y comenzó a devorar los bocadillos que les había traído Dobby, apretando un poco los dientes cuando su pierna le dio un rampazo de dolor. Poppy le había curado la herida, pero pasarían días hasta que la magulladura desapareciera. Su mente volvió a los duelos que había realizado: Clovis había sido el más difícil de vencer, aunque todos ellos habían sido complicados. Debía admitir que Black había hecho un buen trabajo, pese a que dudaba que el hombre hubiese podido pelear desde la época anterior a su encierro. Y por mucho que le molestara admitirlo, la manipulación teóricamente accidental de los escudos protectores que había llevado a cabo Lupin había sido hilarante. Merlín sabía cuántas veces había sido él víctima de las bromas de los Merodeadores... era agradable beneficiarse de ellas, por una vez.

No pudo menos que recordar el momento en que Harry había intervenido. El poder del joven era aterrador en ocasiones, sobre todo cuando se le escapaba de las manos como había hecho. Curiosamente, sospechaba que la actuación de Harry le daría más problemas que alegrías, a la larga: al día siguiente todo el mundo sabría qué opinaba Harry Potter respecto a que desafiaran a duelo a su compañero vinculado, así que antes que arriesgarse a exponerse a sus iras, simplemente enviarían asesinos. Debería haber sido más cuidadoso... pero lo cierto es que no había esperado que le desafiaran tan pronto, o tan abiertamente.

Tomó un segundo bocadillo, justo cuando Harry salía del dormitorio. Se volvió a mirarle: vestía de nuevo su uniforme escolar. El chico se sentó delante de Severus y tomó un bocadillo también. Comieron en silencio por unos momentos. Severus se percató de que el joven apenas tomaba nada: aparentemente los nervios del día le habían quitado el apetito.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora