Capítulo 62: Stonehenge

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Durante el día, Stonehenge solía estar ocupado por un continuo ir y venir de grupos de turistas procedentes de todo el mundo. Pero aquella noche el lugar estaba vacío de muggles, las vastas praderas y enormes setos que moteaban el paisaje estaban silenciosas salvo por el sonido del viento. La autopista cercana estaba inusualmente vacía, y aquellos que conducían por ella ni miraban hacia el antiguo monumento. El parquin estaba vacío y su guarda de noche dormía.

Sin embargo, lo más sorprendente para Harry fue el propio monumento. Había visto fotos de Stonehenge, pero lo que ahora veía no se parecía en nada a la imagen mental que había tenido hasta ahora. Aquello no era la antigua ruina que aparecía en las fotos: lo mismo que Hogwarts, para los muggles no parecía ser más que ruinas, pero para Harry estaba entero, cada piedra en su sitio, fuerte y erguida. La barrera de cuerda que rodeaba el monumento había desaparecido, y la zanja que bordeaba el círculo contenía numerosas antorchas que iluminaban fieramente las piedras con su luz danzante.

Harry se dirigió inmediatamente hacia la piedra capital, donde el banco de arena se abría, como indicando la entrada al círculo. Dio un paso hacia allí, para encontrarse con que Dumbledore iba en la dirección contraria. Otros magos y brujas estaban llegando y posicionándose en distintos puntos del círculo. Cuando Harry miró a Dumbledore, dubitativo, el anciano le sonrió:

–Ve, hijo –le indicó– Cada uno de nosotros debe asumir el lugar que le corresponde.

Harry sintió una repentina melancolía al comprender que iba a estar solo: su lugar era distinto al de Dumbledore y, a partir de este punto, no tendría a nadie a su lado. Dumbledore alargó la mano para aferrar brevemente la suya:

–No sé lo que aprenderás esta noche, Harry –dijo con calma, con ojos más iluminados que de costumbre– pero no estás solo, no de verdad. Aquellos que te quieren siempre están contigo. No lo olvides.

Harry devolvió el apretón de manos y asintió antes de volverse. La campana cada vez sonaba con más fuerza, y la entrada le llamaba poderosamente.

La distancia era mayor de lo que había supuesto, la circunferencia del círculo externo más amplia de lo que parecía a simple vista. El círculo de piedras en sí era mucho menor. A la luz oscilante de las antorchas pudo ver hombres y mujeres que se situaban a lo largo del perímetro, bien iluminados y con miradas sorprendidas y admiradas. El viento les revolvía las ropas y el pelo. Harry se preguntaba qué debía hacer allí. Dumbledore creía que debía aprender algo...

Mientras caminaba su mirada se deslizó hacia la sombra del seto cercano a la carretera muggle. Se estremeció al mirarlo, y se le ocurrió repentinamente que, aunque aquel era un lugar de poder, también era un lugar de muerte. En el cielo nocturno se dibujaron las siluetas de dos cuervos volando en círculos, y se volvió a preguntar cómo había llegado hasta esta situación.

Para ojos de un muggle, el camino a la piedra principal no era más que una débil señal en el suelo, una depresión apenas visible. Para Harry era un camino claramente marcado, delimitado por piedras blancas. En el instante en que puso el pie en él, sintió un escalofrío y una energía que recorría su cuerpo. Por un instante vio brillantes líneas de poder que irradiaban en todas direcciones desde el centro del monumento, como una ardiente telaraña que se extendiera sobre el mundo entero.

Se estremeció y cerró mejor su abrigo. El aire corría frío, el olor del césped y de la humedad de la lluvia aún distante le rodeaban. El cielo estaba lleno de brillantes estrellas, sin iluminación muggle que las empañara. Las erguidas piedras eran sombras a la luz de la luna, y el fuego parecía bailar en sus superficies.

Había soñado con esto, con aquellas líneas de poder. Ahora las sentía en los huesos y captaba por primera vez que no se limitaban a cruzar Inglaterra, sino que se extendían por toda la Tierra, interconectándolo todo. Por un segundo se sintió ligado a todo lo existente, a lo pasado y a lo presente, todo unificado por la magia. ¿Era esto lo que debía descubrir...?

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora