Capítulo 42: Caramelos de limón

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Harry no tuvo que esperar mucho antes de que tanto Severus como Dumbledore llegaran corriendo a la habitación en la que Remus estaba prisionero. Mientras el Director parecía relativamente tranquilo, Severus por el contrario echaba fuego por los ojos al mirar a Remus y Harry. Se adelantó con la negra túnica flotando alrededor de su figura y agarró el brazo de Harry como si fuera a sacarlo a rastras del cuarto.

– ¡Sal de aquí ahora mismo! –gritó, levantando a Harry de su silla. Sus palabras y acciones hicieron que Remus volviera a luchar violentamente contra sus ligaduras, con ojos brillantes de rabia.

– ¡Déjale en paz! –ladró. Severus soltó el brazo del chico de inmediato, pero sólo para así sacar la varita de su manga y apuntar al hombre lobo. Harry, pese a lo desconcertado que estaba por toda aquella situación, se interpuso entre ellos, con las manos extendidas. Tras él, Remus aulló de furia, un sonido que le hizo estremecer de arriba a abajo. Al encontrarse a Harry una vez más entre su varita y un objetivo, Severus lanzó un grito de protesta inarticulado, entre furioso y horrorizado.

– ¡Niño estúpido! –le increpó antes de agarrarle de nuevo. Harry se encontró girando sobre sí mismo, perdió el equilibrio y finalmente chocó violentamente contra Severus, arrastrado lejos del lecho de Remus. Harry se debatió al ver cómo Dumbledore alzaba su propia varita para lanzar a Remus un hechizo que lo dejó inconsciente, inmovilizando así de forma efectiva al hombre lobo, que había logrado hacer temblar la inmensa estructura de acero que le detenía.

El silencio se adueñó de la habitación, salvo por las agitadas respiraciones de Severus y Harry. El chico se sentía como si hubiese estado luchando. Severus no parecía dispuesto a soltarle, al contrario: sus brazos estaban tensos entorno a él, los músculos creando una atadura irrompible, el calor de su cuerpo haciéndole temblar por alguna emoción indescifrable. El corazón de Harry latía acelerado. Cuando intentó apartarse se encontró con que cualquier movimiento hacía que Severus le aferrara aún más fuertemente. Dumbledore volvió una mirada muy firme hacia los dos.

–Severus, suelta a Harry inmediatamente.

Harry contuvo el aliento mientras miraba a los ojos del Director, intentando ver en ellos algo que explicara lo que acababa de ocurrir. Severus no hizo gesto de liberarle. El aliento cálido del hombre le corría por la nuca.

–Severus, no está en peligro ya –insistió Dumbledore– Cálmate y déjale ir. Le estás asustando.

Harry oyó cómo Severus tomaba aire al oír estas palabras, y lentamente aflojó la presa, y luego dejó caer los brazos. Harry se apartó de inmediato, dando un paso indeciso hacia Remus. La mano de Dumbledore, firme en su hombro, le detuvo.

–Remus está bien, Harry –le aseguró Dumbledore– Sólo le he dejado inconsciente. Tenemos que dejar esta habitación, nuestra presencia aquí sólo agrava la situación. ¿Cómo has pasado a través de las protecciones de la puerta?

Harry alzó la vista sobresaltado.

–No había ninguna protección, señor, al menos que yo viera. Señor, ¿qué le pasa a Remus? ¿Qué ocurre?

Dumbledore frunció el ceño y volvió la mirada hacia la puerta abierta. La Señora Pomfrey estaba justo tras la pesada estructura de madera. Apuntó con la varita a la puerta y murmuró un hechizo por lo bajo. El dintel brilló con una luz rojo oscuro, revelando unos signos protectores en la estructura que deberían haber evitado que Harry abriese la puerta siquiera. El anciano miró con curiosidad a Harry, con una sonrisa extraña:

–Estás lleno de sorpresas, hijo –le dijo, divertido– pero vayamos a la oficina de la Señora Pomfrey para discutir el tema lejos de Remus. Pronto se despertará del hechizo aturdidor.

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora