1995/Coffee

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Estoy jugando en mi patio trasero, mis tazas de té ordenadas en fila en la banca y el señor bigotes con su mameluco y su gorrito, adoro jugar con mi gato, es tanto asi que cuando mis primos vienen a casa prefiero estar afuera...

—Susan—gritó mi madre desde la puerta con un tono bastante repulsivo, sin embargo no le preste mucha atención y seguí jugando con mí gato—Susana—gritó más fuerte y enseguida atendí el llamado.

Camine cautelosamente hacía donde ella se encontraba, justo cuando pisé el primer escalón, mi madre dio unos pasos y me tomo del brazo.

—Te llevo llamando un buen rato Susana, ve por tus cosas que nos vamos—me ordeno mientras tomaba su lápiz labial y lo pasaba suavemente por sus labios.

Corrí a mi cuarto y tome mi mochila, cuando bajaba por las escaleras recordé que había dejado a bigotes en el patio, así que corrí por él, nuevamente escuche otro grito y corrí al encuentro con mi madre.

—¿Ya llegamos?—pregunté ansiosa.

—Por undécima vez te digo Susan, ya falta poco—espetó mi madre mientras encendía un cigarro.

—¿Nos veremos con papá?—pregunté, pero antes de que pudiera responder volví a preguntar—¿Por que fumas?

—Lo siento cariño—se disculpo y apago el cigarro—No veremos a papá, tú sabes Susana el nunca tiene tiempo, pero puedes alegrarte veremos a Karen y trae a Alex con ella.

No me agradaba mucho Karen aunque no me fastidiaba tanto como las demás amigas de mamá, sin embargo no toleraba a su hijo, era un trompo, vivía dando vueltas y molestando a todos.

—Jmm esta bien—fue lo único que dije en resto de camino.

Después de unos cuantos minutos llegamos a un café, nunca había estado aquí, pero por lo visto mamá venia seguido.

—Señora Amelia es un placer verla aquí de nuevo—espetó la anciana de la caja, al parecer esto era muy familiar para mamá.

Mi madre saludo con un gesto a la señora y yo agite mi mano con fuerza, al mismo tiempo que enseñaba los dientes que me quedaban.

—Oh...¡Por dios amiga! Estas bellísima, realmente ese corte te va muy bien—dijo mi madre mientras besaba las mejillas de la mujer.

En mí opinión Karen no se veía nada bien y mi madre sabia eso, pero ella fingió.
Cuando me acerque más pude ver a Alex jugaba con los cubos de azúcar, tenia algunos en su boca y otros dos en su nariz.

—Guacala no te da asco—solte mientras me sentaba frente a él.

—No ¿quieres probar uno? —dijo mientras acercaba uno a mi boca, rechace de inmediato.

—Mejor deja de meterte eso en la nariz—le arrebate la taza y la puse a mi lado.

—¿Por que eres tan aburrida? ¿acaso tu madre te ha prohibido divertirte? —hablo con los cubos en la boca y su voz sonó semejante a la de una ardilla.

—Yo me divierto—advertí un poco arrogante.

—Entonces toma uno ¿o no te atreves? —me susurro para que mi madre no escuchara.

Solo para demostrarle que si podía hacerlo tome tres cubos y los metí a mi boca, lo único que recuerdo es a mi madre gritar, y a la anciana tratando de sacar los cubos de mi garganta.

Desde ese día comenzó un rencor hacia Alex Courtney.

Nuestro PactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora