La Muerte Acecha

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🐚San🐚

Llegó la hora de poner en práctica nuestro plan, necesitaba un auto para poder transportarnos, pero mis ingresos eran casi nulos en este momento.  Piensa San, piensa...

—¿Adib? —Inquiero al momento que me toma la llamada, estaba nerviosa y en el fondo temía que alguien nos pudiera escuchar.

—¡Cariño! —Espetó, el árabe era mi única salvación.

—¿Necesito un auto? —Casi que susurré en la línea, fue algo inútil por que tal vez nadie estuviera escuchando nuestra llamada.

—Claro cariño estaría súper encantado de cenar mañana contigo. —Dijo con ese tono que solo podía tener este arabillo, dejando chispas de sarcasmo.
—Las mujeres y sus caprichos. —Dijo en voz alta, pude escuchar varias risas masculinas de fondo.

—Tómate tu tiempo cielo. —Dije un poco frustrada.

—Si claro dulzura, cerca del Carrer de Fernando Pessoa, 7-1, 08030. —exhalo, Adib aveces podía ser impredecible.
—Me esperas en el parking, te amo cielo.

Después de colgar la llamada lo primero que hice fue entrar al Rowme Roma, Miller me seguía a paso rápido, al entrar al ascensor pude dar un respiro.

—Tengo la dirección supongo que allí habrá algún vehículo. —Mi respiración estaba agitada, mis tacones resonaban contra la lujosa baldosa color negro que decoraba el hotel.

—¿Estas segura?¿Cuanto tardaremos en ir y regresar? —El rubio no me quitaba la mirada de encima, se que estaba ansioso.

—Si no hay mucho tránsito al menos unos 20 minutos, vamos sobre tiempo.

El me sujetaba con fuerza la mano, él podía percibir el miedo que sentía. Subí a la suite con rapidez, tomé unos jeans negros y una playera.

—¿Te vas a cambiar de ropa en el taxi? —Pregunto al ver que tomaba las prendas en mis manos junto a unos tennis.

—No—Solté, y pude ver un poco de confusión en su mirada.
—Lo haré en el ascensor.

Sus globos oculares amenazaban con salirse de su cara, al igual que su mandíbula que casi rozaba el suelo.
Entramos con prisa al ascensor, por suerte este estaba vacío.

—¿Puedes desabrochar mi vestido por favor? —Le pedí delicadamente, él no me quitaba la mirada un segundo.

Sus delgados dedos empezaron a bajar la cremallera de mi vestido, pude sentir sus helados dedos rosar parte de mi espalda, cosa que logró ponerme de punta la piel. En el momento que mi vestido cayó al suelo, quedé allí parada con solo una prenda cubriendo mi cuerpo, mi braga  negra de encaje se esforzaba mucho por cubrir gran parte.

—Oh no San, te pasas. —Empezó a carcajear.

Me deshice de mis tacones y luego como pude me metí en mis jeans. Antes de poder colocarme mi playera, el ascensor se detuvo en el piso 3, era un hombre junto a una mujer ambos de al menos unos 30 años.

—Lo siento esta ocupado. — esbozo una sonrisa avergonzado a lo que la pareja sonrió.

Yo solo sostenía mi playera tapando mis pechos, al momento que las puertas nuevamente se cerraron me termine de vestir.

—¿Donde dejaras esa ropa? —El rubio no paraba de hacer preguntas.

—observa—Dije al momento que camine hasta donde uno de los conserjes.
—Por favor suite presidencial 405, aquí te dejo de propina, son de oro. —Le susurré al momento que dejaba caer mis pendientes en su mano y le daba un golpecito en su pecho.

Nuestro PactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora