Ya era Domingo por la mañana, Aida descansaba en mis brazos, con su naricita pecosa respirando en mi cuello. No habían pasado grandes cosas ni el jueves, ni el viernes, ni el sábado. El jueves el "clan" me había preguntado porque había faltado, trate de ignorar a Wren los dos días y el sábado, cómo siempre, me había dedicado de sol a luna a violín.
Aida dio media vuelta en la cama, otra vuelta, y después sus dulces ojos se abrieron y se arrugaron al ver que la estaba mirando.
–Hola señora Limonada –me saludo a lo que respondí con un beso en la frente y acurrucarla en mi–.
–¿Hoy no quieres que te lleve a ninguna cita? –le pregunté para molestarla–.
–No –bajé la mirada y pude ver sus mejillas enrojecidas–. ¿Y tú piensas dejarme sola hoy?
–No
–¿Y mis tíos?
–Abril de viaje, como cada domingo, ya sabes, buscando historias que escribir. Y papá, fue a ver a mis abuelos.
–Extrañaba pasar un domingo así contigo –sentencio mientras se levantaba para estirarse–. Habla ahora, sé que tienes un secreto –se sentó en la cama y comenzó a mirarme de forma acusadora–.
–¿Qué? Para nada, estas loca –mentí, mordiéndome los labios–.
–Señorita Counstnie, no puedes engañar a la señorita limonada.
Cubrí mi cara con las colchas blancas, no podía meter a Aida en esto, aunque daba igual, ella era más madura que yo, estaba segura. Posiblemente hasta me podría ayudar.
–Me gusta una chica –confesé en un suspiro–.
Aida lo sopeso unos segundos, aunque sin escandalizarse.
–¿Es alguien nuevo o sigue siendo Lelia?
De mi boca se escapo una exclamación de sorpresa. ¿Lo sabía?
–¿De qué hablas? Nunca me gusto Lelia –contesté a la defensiva al tiempo que me levantaba de la cama, sumamente desconcertada–.
–Lauren, deja de mentir, deja de mentirme a mí.
–No estoy mintiendo, esto es nuevo para mi, me siento horrible. Abril, papá, me matarían si lo supieran. La gente...
–Lauren, eres la única que tiene esas ideas, a todos les vale con quien salgas –su contestación me lastimo, de modo que le di la espalda y preste atención a la luz que entraba por mi ventana–. ¿Es Lelia?
–NUNCA ME GUSTO LELIA –grité ya un poco desesperada, las lágrimas amenazaban con salir en cualquier momento–.
–¿Y POR ESO ESTAS TAN DEPRIMIDA? ERA TU GRAN AMOR, ACEPTALO –ella también comenzó a gritar, y me hizo girar para darle la cara–.
–ERA MI MEJOR AMIGA, CLARO QUE ME DUELE.
–DIOS LAUREN, TE LE DECLARASTE EN SEGUNDO GRADO.
–SALTE DE MI HABITACIÓN –le grite señalándole la puerta–.
Me lanzo una mirada desconcertante que pronto se transformo en odio. Dio media vuelta y cerro de un portazo, en pocos segundos escuche la voz de Simona y Aida, decidí ignorarlas. Me recosté sobre la cama desecha y cerré los ojos. No quería pensar en nada, absolutamente nada, pero el recuerdo volvía y pronto las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas.
Sí, había sido en segundo de secundaria, en una de las miles de veces que Lelia se había quedado en mi casa...
Había empezado a sentir cosas por ella desde hace unos meses, por eso esa vez que sabía que se quedaría a dormir, estaba tan nerviosa.