19ª El amor no ha terminado.

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Wren corría detrás de mí, camine un poco más rápido, pero fue en vano, pues pronto la tuve alado. Seguí el ritmo normal, con la diferencia de que al llegar a la esquina que me llevaría a la avenida en la cual se encontraba la AS seguí derecho, con dirección al parque.

–¿Faltaremos de nuevo? –pregunto ella–.

–¿No es obvio? –seguí caminando, sabía que el profesor me mataría por faltar una semana entera, pero debía correr riesgos–.

–¡Hey! –exclamo ella y sujeto mi muñeca con la intensión de detenerme–. No podemos faltar de nuevo.

Me solté de forma violenta.

–No te estoy pidiendo que vengas –la miré por escasos segundos, esperando a que decidiera. Al ver que lo pensaba demasiado, volví a caminar un poco decepcionada.

Recorrí una calle completa sola, antes de que ella gritara a mis espaldas.

–Vale Laurel, vamos, pero mi maestro me matara –se me escapo una sonrisa que ella inmediatamente copio, si se sentí mal de faltar a sus amadas lecciones, lo disimulaba bastante bien. 

Estábamos a pocos días de terminar Septiembre, y se notaba especialmente en Crusenthl. Cada fin de mes la tensión aumentaba notablemente. Probablemente aquella era la razón por la que Aster había discutido con Azul. 

Todo comenzó con susurros que pasaron desapercibidos entre todo el salón, que pronto se convirtieron en gritos de Aster. Azul no quizo dar explicarciones, y preguntarle algo a Aster cuando estaba enojada te aseguraba la muerte. De modo que nadie supo nada, pero lo que era definitivo y que todas sabíamos era que Aster había encontrado a alguien a quien molestar. 

Pensé en hablar con ella, pero no estaba de humor. Entonces decidí que lo podríamos hablar en otro momento.

–Cuéntame algo, no falte a la AS por nada –habíamos llegado, nos sentamos bajo el árbol de la tarde anterior–.

–No lo haré –saque de mi mochila un pequeño tupper con algunas fresas, le ofrecí–. 

–¿Eres una persona de pocas palabras? –pregunto mientras tomaba algunas de las frutas silvestres y las metía a su boca–.

–Mmm, en realidad no, me encanta hablar –sabía que estaba siendo un poco pesada con ella, pero no parecía importante–.

–Entonces... –guardo silencio–. ¿No me tienes la suficiente confianza? 

Solté una carcajada al escuchar su resolución absurda. 

–No, Wren, sólo no me siento bien –hable cuando me tranquilice–. ¿Por qué no me cuentas algo tú? Ayer estuviste bastante callada.

–A diferencia de ti, no me gusta hablar, gracias.

–Ok, ¿Entonces qué piensas hacer? 

–Mmm... podría enseñarte más canciones –sugirió al tiempo que buscaba su celular dentro de su mochila–.

–No, tu música es un asco –me miro con esa cara iracunda que tanto me divertía, aunque siendo sincera, cualquier cosa que Catherine Jilguero hiciera era igual a sentir las mejillas calientes–.

–Era música clásica –me reprendió–. 

–Lo sé, llevo escuchándola desde secundaria, no me sorprendes.

–No intentaba sorprenderte.

La miré con una ceja levantada, a lo que ella respondió con voltear sus ojos y seguir mirando a la pantalla de su celular.

Bah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora