P.D.V. Azul.
Todavía escuchaba los gritos de mi madre en mi cabeza, ni siquiera la música de la radio a todo volumen en mis audífonos me hacían olvidarme de sus palabras de la mañana. Nuevamente me había dicho que era una buena para nada, me había recordado cada uno de mis errores, y como era costumbre, me había comparado con Lana, mi hermana mayor, la luz de los ojos de mi madre.
Fue cuando Lana se fue que las cosas comenzaron a cambiar, mis padres la adoraban, y aunque siempre se la pasaban discutiendo, sólo hacia falta que Lana llegara para que mis padres se soportaran un poco y apreciaran la belleza de su dulce niña. En cambio yo, cinco años después de su primogénita, había sido una clase de accidente, lo cual es sarcástico decir, pues se supone que los "accidentes" no suelen ser los segundos hijos.
Afortunadamente, nunca me intereso lo más mínimo, mis padres siempre me compraban lo que quería, y aunque mis padres desde siempre habían marcado una diferencia de cariño entre Lana y yo, yo tenia el amor de Lana, y era lo único que necesitaba.
Cuando Lana se fue, tenía 13 años. Lana era mi hermana, sí, pero estaba ansiosa porque se fuera, pues pensé que ante su ausencia mis padres comenzarían a prestarme atención. Sin embargo, no fue así, apenas Lana subió al avión que la llevaría a España, las cosas comenzaron a cambiar, no pasaron más de medio año antes de que mis padres se divorciaran, de modo que apenas veía a mi padre, y en cuando a mi madre, no dejaba de desquitarse conmigo y echarme la culpa de cualquier cosa que pasara, como la reciente bancarrota de la empresa de mi padre, aunque yo no tuviera nada que ver.
Me quite los audífonos, la primera clase de Crusenthl ya había empezado, pero no tenía ganas de entrar. Busque entre los contactos de mi teléfono "Lana" era la única que me podía hacer sentir bien.
Un tono, dos tonos, tres todos...
–¿Azul? –hablaba en un tono bajo–.
–Mj –escuchar su voz me irritaba, se escuchaba tan feliz... –.
–Hola hermanita, oye, estoy en clase –siguió con los susurros– Te hablo cuando salga. No olvides que te quiero.
Y colgó, claro, siempre había algo mejor que yo, algo sobre mí...
–Hola, Azul –me sorprendí al ver a Aster sentada junto a mí, pero lo que más me sorprendió fue la sonrisa que traía "Wow, ahora hasta la que odiaba el mundo estaba teniendo un mejor día que yo, genial"– ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en clases?
–¿Te importa? –le conteste fastidiada, en ese momento no quería hablar con nadie, y menos con la idiota que me había dejado hablando sola–.
–Usualmente no pregunto por cosas que no me importan –respondió con tranquilidad, cosa que me sorprendió aun más que todo lo anterior, no tenia mucho tiempo que la conocía, pero sabía de ante mano que con "Aster Mers no se juega"– Cuéntame, qué te pasa...
–¿Por qué estas aquí? –la cuestione, ella no tenía la culpa de nada, pero me quería desquitar con ella, ya que igualmente no le debía nada–.
Se quedo unos minutos en silencio, hasta que después dijo algo que me desconcertó a la vez que me enfureció:
–Tus ojos... son muy lindos.
–Awww... ¿En serio? –le respondí sarcásticamente– ¿Sabes que piensa mi linda mami de ellos? Que son una maldición, que lo único que hacen es recordarle al imbécil de mi padre, y que se alegrara demasiado cuando por fin los cierre y no los tenga que volver a ver.
Tome mi mochila y me dirigí al salón de fotografía que a esa hora debía estar solo. Acerté, cuando abrí la puerta y me acostumbre a la oscuridad no había nadie dentro.