P.D.V. Aster Mers
Dolía, dolía como el infierno, dolía más que cualquier cosas que hubiera pasado, lo cual era bastante cómico. Grite del dolor cuando me fue imposible soportarlo.
–Perdón –se disculpo Lauren secamente, aún concentrada en mi muñeca–.
–Mierda, mierda, mierda –vocifere, pues era lo único que podía hacer– ¡Déjalo ya, me estas lastimando!
–Shh. Ya casi terminamos –dijo ella, y durante los siguientes dos minutos siguió limpiándome las heridas–. Ya, ya, listo.
–Me lastimaste, idiota –miré la piel rojiza, y las pequeñas lineas que se estaban volviendo cicatrices horribles, como ramas de arboles mientras me colocaba una nueva venda–.
–Yo no te lastime –me contesto sin inmutarse por mi actitud, lo que me hizo recordar que Lauren sólo me estaba ayudando y no tenía que tratarla mal, al final tenía razón, ella no me había lastimado–.
En respuesta, sólo pude ofrecerle una sincera sonrisa.
–Lo sé, perdón y emmm... gracias –ahora ella me ofrecía una sonrisa, no quería que el ambiente se volviera incómodo, así que decidí cambiar de tema–. Y ¿sabes algo de medicina ó...?
Vaciló por unos segundos.
–En realidad no –se río–. Pero, no te preocupes, hable con una tía medico de esto, fue horrible, tuve que mostrarle casi todo mi cuerpo para demostrarle que no era yo.
–Perfecto, ahora perderé mi mano por tratarme con una niñita que no sabe nada de medicina –trate de bromear, a lo que las dos soltamos un par de risitas nerviosas–.
–De eso quería hablar... –miro al piso y junto los labios, como decidiendo que diría a continuación–. Esa... esa tía, quiere verte, quiere tratarte, bien sabes que esto no esta bien –la miré, ¿a qué se refería? Nada estaba bien, absolutamente nada–. No esta bien que yo te ¿cure? ¿te limpie? ni siquiera sé que estoy haciendo, Aster.
–Olvídalo, sé lo que estoy haciendo y aceptaré las consecuencias, no te preocupes por ti –ahora era yo quien miraba al piso–. No puedo dejar que mis papás se enteren, no puedo hacerle esto al apellido Mers.
–¿En serio estas pensando en tu apellido mientras esta la posibilidad de que te mueras por una infección?
–Lauren, sabes cómo son las cosas aquí.
Las cosas quedaron en silencio por un buen rato, mientras cada quién pensaba su respuesta. Seguramente Lauren había tomado bastantes decisiones pensando en su apellido ¿no? Aunque ya habían pasado dos meses desde que la conocía y aquella idea de una Lauren perfecta con vida perfecta casi se había esfumado, todavía podía recordarla pronunciando su apellido como himno.
Y sí, el apellido "Mers" era sinónimo de chica problemática en Crusenthl, pero sólo en Crusenthl, no en toda la ciudad, que más parecía un pueblo pequeño.
–Le diré que no diga nada, a nadie, ni siquiera a tus papás, es mi tía, lo hará –me miró suplicante–. Sólo prométeme que lo harás.
Mordí mis labios antes de aceptar con un pequeño "Esta bien" a lo que ella sonrío felizmente.
–¿Crees que me quede cicatriz?
Nuevamente un silencio lleno de dudas, de posibilidades, pero con una respuesta concreta.
–Aster, ¿Por qué lo hiciste?
Aquí estaba lo inevitable, me levante del sillón y camine por la sala, hasta llegar a la ventana con vista al jardín que por la llegada de otoño se había vestido de naranja. Amaba ese jardín, por sus rosas en primavera, por el pasto mojado, por el aroma, por los recuerdos, porque ahí había sido feliz por primera vez y por última.