P.D.V. Aster
– ¿No harás el proyecto con tu novia?
–Shut up! No es mi novia –la linda chica del vestido y cabello alborotado arqueo sus cejas–. De hecho, pensaba hacerlo contigo.
–¡Ja! No, gracias, ya tengo pareja.
–Idiota –soltó, aunque no encontré molestia en su tono y después se fue–.
Acomodé mis cosas en la silla continua a Azul, como ya era habitual. Decir que estaba emocionada no era una completa mentira, de alguna forma, estar en la casa de Azul me causaba cierta curiosidad.
La misma Azul me causaba curiosidad.
Necesitaba responder bastantes preguntas, dede ¿De dónde había obtenido esos hermosos ojos azules? hasta ¿Por qué mordía sus labios constantemente? ó ¿Por qué se obligaba a mostrar una sonrisa frente a todas?
Me sentía como una loca tratando de comprender a Azul, simplemente era extraña su manera de ser si la observabas fijamente. Es decir, si apenas le prestas atención puedes ver a una chica guapa, tierna, y feliz; pero, si prestas atención...
Bien, estoy loca, aun no podía olvidar la tarde en la que me grito ¿Qué la había hecho enojar?
Parecía una linda analogía: Aster es a sonrisas lo que Azul es a ¿enojo?
Cuando las clases terminaron, no había tomado apuntes de nada, por estar divagando. "Bien hecho Aster, deja que una chica te carcoma la cabeza"
–¿Nos vamos? –preguntó cuando ya terminaba de guardar sus cosas–.
–Claro –caminamos hasta la salida–. ¿Qué carro es?
Frunció levemente el ceño antes de contestarme.
–En realidad, me gusta caminar, mi casa esta realmente cerca.
Asentí. Los siguientes minutos de caminata pasaron en silencio, ella estaba distante, y no sabía cómo sacarla de esa burbuja. "Esto es lo que debieron haber sufrido todas las personas que algún día intentaron ser mis amigas" pensé.
–Pues... llegamos, ya puedes hacer eso que se hace cuando se llega a una nueva casa –expreso con sarcasmo–.
Su casa era linda, como la de Lauren, como la mía, ya había puntualizado eso, todas las casas por aquí eran lindas.
–¿A qué te refieres? –pregunté mientras atravesábamos el vestíbulo–.
–Ya sabes, yo voy por algo para comer a la cocina mientras tú te paseas por todo el salón, mirando fotos y preguntando por su historia –dejamos escapar una sonrisa–.
Hice exactamente lo que la chica de ojos azules predijo, paseé mi mirada por las numerosas fotos familiares, al tiempo que Azul desaparecía por una de las puertas.
Tome un marco blanco en el que se encontraba una foto posiblemente actual, en ella, una señora (seguramente la mamá de azul) sus ojos eran del mismo color que los de Azul –ella era la responsable– su tez era blanca, y su cabello un poco castaño; junto a ella, un señor de ojos café profundo, abrazando a una chica de nuestra edad, muy parecida a Azul, con la diferencia de sus ojos café al igual que su cabello, y frente a ella, Azul. Todos sonreían a la cámara, pero había algo que no me encajaba en sus sonrisas.
–¿Es tu hermana? –Azul volvió a aparecer con un bowl de fresas en las manos, se acerco a la foto para ver a quién me refería–.
–Ah, sí, ¿Quieres uvas?
–¿Y dónde esta? –esperaba no estar cometiendo un error en preguntarle, parecía que el tema le incomodaba–.
–Esta en España, no se murió ni nada –rió al ver mi cara que estaría mostrando preocupación–. No me cae bien, esta mejor del otro lado del mundo.