P. D. V. Azul
–No puedo volver, Mo.
–Podrías buscar una beca, eres estupenda en teatro, no puedes desperdiciar ese gran talento –reí, ante los halagos de la pelirroja–.
–Sabes, no soy muy fan de las becas.
–Eres una orgullosa, eso es lo que eres, en ninguna de las veces que hemos salido, has dejado que pague algo.
Negué con la cabeza, aunque era cierto. Estaba gastando mis últimos ahorros en salidas con esa chica.
–Simplemente no estoy acostumbrada –espere a que Luna hablara, pero quedo tan callada, que continue–. Además, ni siquiera me gusta del todo teatro, acepte a ir más que nada por Cath ¿La recuerdas? Nunca fue un gusto propio.
–Vaya...
Sentí la pesadez en las palabras de Luna, cariñosamente apodada por mí: Mo, proveniente de Moon.
–Oye, ¿Qué te pasa? –golpeé ligeramente su brazo–. Parece que te importara mucho mi ausencia en la ArtS.
Mo sorbió su té de menta mientras me miraba.
–Me importa.
–¿Por qué? –le pregunté, asombrada.
Nuestra pequeña mesa quedo en silencio, a esperas de sus palabras.
–Eres especial –dijo seriamente, antes de echarse a reír–.
–¿Qué te pasa? No puedes decirle a alguien que es especial, y luego tirarte unas risas –bromeé–.
–Ya, perdón –Mon junto los labios, cuando una linea recta–. Es eso, eres especial, me siento bien contigo, y pensé que podríamos ser buenas amigas.
Por fuera, se escuchaban los autos pasar, la gente, las palomas; por la ventana, era posible observar los diferentes gorros y abrigos aclamando el inicio de Diciembre. Y en ese lugar, en ese momento, tal vez, por primera vez me sentí importante para alguien, realmente importante.
–Sí, yo igual –le sonreí– ¿Mejore Amigas?
Ella acerco su meñique.
–Mejores amigas.
Pasamos un rato más en la cafetería, cuando pedimos la cuenta, Mo se ofreció a pagar, a lo que claramente no acepté.
–La próxima vez, será en mi casa ¿Vale? –le dije– Y así ninguna de las dos paga, y nos podremos ver más seguido.
–Para mí esta bien.
Salimos a la gran avenida, dirigiéndonos al parque.
–No sabes cuanto odio este clima, me pone el asma al mil por ciento –comento Mo, sacando un aparatito de una mochila, y llevándoselo a la boca–.
En ese mismo instante, la mochila abierta, cayo a la acera, y un par de cosas salieron de ella. Me apresure a recogerlos: un lápiz labial, unos audífonos, un lapicero y...
Abierta de par en par, una pequeña libreta, y en ella, unos lindos ojos rojos me miraban, expectantes.
La tome con cierta magia, entre más hojas pasaba, los garabatos hechos a lápiz eran cada vez más hermosos.
–Mo...
–Descubriste mi gran secreto –dijo, sentándose en una de las numerosas bancas del parque–.
–Eres... ¡ERES UNA ARTISTA! –exclame, mirando el dibujo de unas manos, acariciando algunas flores–.
–Mentira –¿mentira? Yo estaba alucinando–.