1.- Destino, encontrarte

6.7K 166 46
                                    



Le daba pequeños sorbos al café mientras el olor a cigarrillo de su compañero le llegaba hasta la nariz. Nunca le había gustado mucho esa bebida, pero la cafeína era la única forma de mantenerlo despierto en días tan largos como ese. Miró a Matías al lado suya darle las últimas caladas a su vicio de nicotina bajo el tibio sol de finales de julio y movió los hombros en círculos, intentando destensarse. Estaba destrozado y patrullar barrios como ese no ayudaba a mitigar las contracturas de su espalda formadas por el estrés. Matías tiró lo que quedaba del cigarrillo al suelo y le hizo un gesto para que entrara en el auto.

-Qué ganas tengo de que acabe el día...- Dijo su compañero una vez dentro.

-Y acabamos de empezar.- Comentó Gabriel dándole un sorbo más al café.

-Odio venir por estos barrios... ¿Sabés por qué estamos acá?- Gabriel lo miró interrogativo.- Porque la cagamos la última vez. Sólo mandan patrullar estos sitios a quien merece castigo.

Gabriel reprimió una sonrisa mientras Matías comenzaba a mover el auto de policía en el que estaban montados. Sí, no eran los agentes de la ley más ortodoxos que existían, pero les gustaba el riesgo y no eran muy seguidores de acatar órdenes.

-Se ha visto a dos adolescentes realizando pintadas en las paredes de un establecimiento público.- Una voz de mujer salía de la radio del coche patrulla informando del incidente.

-¿Dirección?- Preguntó Matías apretando un botón.

-Calle Palomar.- Respondió la radio.

-Eso está a dos cuadras de acá.- Señaló Gabriel.

-Nosotros nos encargamos.- Le informó Matías a la radio.

Su compañero dio un volantazo y desaparecieron al girar la calle.

...

-Dale viejo, estamos en plena calle, pueden vernos.

Renato sonrió de medio lado mientras seguía perfeccionando su obra de arte. Su amigo Fausto era un cagón. Se las daba de rebelde y en cuanto hacían algo mínimamente ilegal se meaba en los pantalones como un nene chiquito.

-Te dije que te fueras a casa, Faustito, esto te queda grande.

-Dejate de joder y date prisa.- Dijo el chico de mal humor.- ¿Qué hacés? Lo terminaste hace rato.

-No, no está terminado...

Renato volvía a delinear los bordes negros de su pintada una vez más. Los grafitis podían ser protestas o un simple juego, pero para él sobre todo eran arte. Odiaba dejar uno inacabado. Después ese pensamiento le torturaba durante todo el día y tenía que volver al mismo sitio para terminar su obra correctamente. Se mordió el labio inferior concentrado mientras repasaba las líneas con cuidado de no pintar donde no debía.

-Dale...- Volvía a insistir Fausto haciendo aspavientos con las manos y mirando a su alrededor nervioso.

-¿Tenés miedo?- Le preguntó mirándole de reojo.- No va a pasar nada.

-Eso mismo dijiste la última vez y acabamos en comisaría.

Renato sonrió acordándose de aquel día.

-Pero no pasó nada más, ¿verdad?- Siguió razonando.- Un par de horas de sus vidas desaprovechadas por prestar demasiada atención a dos chicos que sólo quieren dejar más linda la ciudad.

-¿Todo lo solucionás diciendo cosas como esa?

Renato se encogió de hombros y dio dos pasos atrás para contemplar su obra desde la distancia. Ese grafiti le estaba quedando especialmente lindo esta vez. De pronto el chirrido de las ruedas de un auto acercándose a toda velocidad le sacó de sus pensamientos y se miraron asustados.

Volver a jugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora