36.- Otra vida

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-¿Qué pasa?- Preguntó Renato sin quitar la vista de la pantalla.

-Hice algo...

-¿Qué? ¿Qué hiciste?

Renato lo miraba desde el sofá con la carita llena de confusión y el ceño fruncido, todavía con los dedos encima del portátil. Gabriel suspiró y pasó una mano por su mandíbula suave y recién afeitada, buscando las palabras más acertadas en su cabeza.

-Hablé con tu hermano.

-¿Ayer después del concurso?

-No, no... Mucho antes.

-No entiendo.

-Un día, mientras estábamos separados, fui a tu casa.- Renato abrió mucho los ojos, sorprendido.- En realidad fui varios días.

-¿Por qué?

-Necesitaba verte.- Confesó encogiéndose de hombros.- Necesitaba verte aunque no estuviéramos juntos. Con eso me conformaba.- Renato ladeó la cabeza y se aceró a él inconscientemente en el sofá.- Pero vos nunca aparecías.

-Estuve todo ese tiempo en lo de mi viejo.

-Lo sé. Un día, la tercera o cuarta vez que esperaba desde el auto a que aparecieras, Valentino me vio.

-¿Mi hermano?- Preguntó extrañado, seguramente sorprendido que su hermano le hubiese dicho nada.

-Sí. Se metió al auto sin decir nada, casi me da un ataque al corazón.

-¿Y hablaron de mí?

-Un poco.- Recordó.- Estaba enojado conmigo pero no lo culpo. Me dijo que hacía semanas no dormías en casa y supuse que era por mí.

-Demasiados recuerdos.

-Lo sé.- Gabriel suspiró recordando cómo él también había sido incapaz de dormir en su propia habitación.- También me dijo que habías mandado todo a la mierda y al final no te inscribiste en la escuela de arte.

Renato frunció el ceño y le dio un vistazo rápido a la pantalla del portátil.

-No, no lo hice.

-Y eso hubiese sido un terrible error.- Dijo con toda la confianza que pudo en su voz.- Tenés un talento enorme, mi amor. Vos ganaste el concurso, vos solo lo hiciste.- Agarró las manos de Renato y le obligó a mirarle.- Siempre serás mi pendejo grafitero pero creeme, sos mucho más. Muchísimo más.

-Gabi... ¿Qué hiciste?

-Mandé la solicitud por vos.- Confesó por fin.- Te inscribí en la escuela de arte.

-¿Qué?- Renato no podía cerrar la boca.

-Sé que no era asunto mío pero no podía ver cómo mandabas a la mierda todo tu futuro sólo por mí.

Renato volvió a mirar la pantalla y a releer las palabras del email que había recibido, vocalizándolas bajito con sus labios.

-Pero... No entiendo.- Dijo por fin.- Hay que mandar un dosier con mis trabajos.

-¿Te acordás el bolso con tus cosas que trajiste al departamento cuando te dije que podías quedarte acá?- Renato asintió despacio.- Dentro estaba tu cuaderno de dibujo, ese que se te cayó en el callejón y por el que descubrí tu nombre.

-¿Les mandaste mi cuaderno?

Gabriel se frotó las manos nervioso mientras veía la cara de estupefacción y asombro que seguía instalada en la cara de su novio.

-Sí.- Señaló la pantalla con un dedo.- Y parece que les gustó porque te aceptaron.

Renato seguía con la boca medio abierta y la mirada muy redonda, volviendo a releer el email de la escuela de arte como si no terminara de creer lo que leían sus ojos. Gabriel juntó sus cejas esperando no haber roto lo que por fin parecía que habían vuelto a recuperar.

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