11.- A color

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Se le partía la cabeza. Se había tomado ya tantos analgésicos que seguro parecía drogado. Pero el dolor de cabeza no desaparecía. Y el de corazón tampoco. Gabriel cerró los ojos, tirado en su cama y aspirando el olor que hacía más de una semana había dejado Renato en sus sábanas. Todo en ese maldito departamento ahora le recordaba a él.

Era recordar ese mínimo roce de labios antes de que Renato se apartara de él y le dijera que se acabó y le daba vuelta el estómago.

El timbre sonó y abrió los ojos con pereza. No quería hacer nada en todo el día más que quedarse en la cama y recordar una y otra vez el contacto caliente de los brazos de Renato alrededor de su cuello y el sonido bajito de sus jadeos contra su oreja.

Llegó con lentitud a la puerta y la abrió, dejando ver a su amigo Gastón parado frente a él con las cejas alzadas.

-Estás hecho mierda.- Dijo mirándole de arriba abajo.

-Pasá.

Gabriel lo ignoró y fue arrastrando los pies hacia el sofá, sabiendo perfectamente lo que se avecinaba. Dos días antes Gastón les había visto a Renato y a él hablando contra aquel auto y acercándose más de lo que dos amigos normalmente hacen. Pero no le había dicho nada, ni una sola palabra durante la comida de aniversario de sus padres, ni durante los tragos que echaron todos juntos después. Nada. Guardó silencio e hizo como si no hubiese pasado absolutamente nada.

Esa misma mañana le llegó un mensaje de Gastón. Quería pasarse por su casa para hablar. Y él llevaba todo el día esperando ese momento... porque sabía qué iba a preguntarle.

Gastón se sentó junto a él en el sofá y le dio una palmadita en la espalda.

-Me imagino que no estás así por el partido de Boca...

Gabriel sonrió ante el comentario y negó con la cabeza agachada.

-No... No es por eso.

-¿Es por el chico con el que hablabas el otro día?- Gabriel lo miró con sus ojos verdes tristes y apagados.- ¿Querés contarme?

-La verdad, Gasti... No sé si quiero contarte nada.- Gastón asintió, comprendiendo.- Pero siento que si no lo hago, si no hablo con alguien, voy a explotar.

-Pues no dejemos que eso ocurra.- Gastón le apretó la pierna con cariño.- ¿Qué pasa, Gabi?

Gabriel suspiró y cerró los ojos con fuerza. El dolor de su cabeza se mezclaba con el sonido fuerte y sordo de los latidos rápidos de su corazón, que parecían ir a mil por hora.

-Estoy... Bueno, desde hace un tiempo que...- Gastón lo miraba paciente, guardando silencio.- No sé cómo...

-El chico.- Le animó a seguir.

-Se llama Renato.

-¿De qué lo conocés?

-Es un pendejo de veinte años al que mi compañero Matías y yo agarramos haciendo grafitis en una pared pública.

-¿Posta?

-Sí... Se encaró con nosotros y cuando quise arrestarlo se largó corriendo.

-Okay...- Gastón asintió y le hizo un gesto obligándole a mirar.- ¿Y cómo pasamos de eso a estar los dos bajo la lluvia a punto de besaros en el aniversario de tus viejos?

Gabriel se removió en el asiento, incómodo, y apartó la mirada de él.

-No... No sé...

Su corazón se aceleraba todavía más. Llevaba todo el día mentalizándose para aquella conversación y ahora estaba siendo más complicada y dura de lo que se la había imaginado en la cabeza. Le sudaban las manos y le pitaban los oídos mientras sentía que el dolor de cabeza aumentaba cada vez más. Si Gastón se enteraba... si descubría toda la verdad y no entendía lo que él era... lo que le pasaba...

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