6.- Ordenar el caos

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"Se terminó. Sea lo que sea lo que fuera esto... Se terminó". Le había dicho Renato.

Y salió del baño rápido, sin dejarle tiempo a reaccionar, a pensar, a intentar si quiera detenerlo... Ni él mismo sabía qué iba a decirle, qué clase de explicación tenía o quería darle a Renato. Pero sentía que era la última vez que lo veía. Que aquella había sido la última vez que lo acariciaba y lo besaba.

No terminó de ver la película, no escuchaba los comentarios de Antonella en el auto de camino a dejarla en su casa, no le hacían gracia los chistes que le hacía Matías en el trabajo al día siguiente. Sólo tenía a Renato en la cabeza.

Había arruinado todo con él. Lo que sea que tuviese con Renato lo había arruinado.

Dos noches después se removía en su cama incómodo sin poder dormir. No podía sacarse de la cabeza la imagen de los ojitos tristes y decepcionados de Renato, cómo lo había mirado cansado y furioso antes de irse y dejarlo allí en el baño, todavía agitado por el sexo que acababan de tener.

Gabriel siempre había mantenido en secreto su gusto por los chicos, nadie de su entorno o su familia lo sabía, incluso hacía poco había intentado empezar una relación con una amiga de toda la vida. Su madre estaba encantada, su hermano lo aplaudía y su padre adoraba tener a una invitada más los domingos para comer asado. Pero todos vivían ajenos a su verdadero yo, a lo que de verdad sentía o quería.

Había estado con varios chicos, había salido a bares más de una vez y había acabado quitándose las ganas con cualquier pibe que le pareciese lindo. Pero con Renato... con él todo era nuevo y diferente y eso le asustaba. Porque con él se había quitado las ganas más de una vez y todavía quería repetir, todavía quería verlo, acariciarlo, besarlo de nuevo.

Por Renato se sentía culpable por primera vez de aquella doble vida que llevaba.

Agarró el teléfono y abrió el WhatsApp, buscando su contacto. Ahí estaba su imagen de perfil, una de una pintada que decía "Volver a jugar". Lo había conocido hacía poco más de una semana tan solo gracias a esa frase escrita con aerosol en una pared pública y sentía que había pasado un mundo desde ese día.

Ese pendejo insufrible y maleducado había puesto su mundo patas arriba. Y aunque tenía miedo, le gustaba verlo patas arriba.

"Lo siento". Le escribió en un mensaje. "Siento que me vieras con ella".

Porque de verdad lo sentía. Ellos dos sólo habían cogido un par de veces y nunca habían tenido una conversación demasiado larga, en el fondo no se conocían en absoluto. Pero sabía y sentía que de algún modo le había traicionado.

No recibió contestación esa noche.

Al día siguiente volvió a escribirle mientras Matías le traía uno de esos cafés bien cargados que no le gustaban nada pero que eran la única forma de no quedarse dormido mientras hacía la ronda.

"Hablemos por favor". Le envió. Pero tampoco recibió contestación.

"No me la hagas difícil, pendejo, las cosas son complicadas... Dejame explicarte por favor". Al día siguiente otro mensaje. Pero nada... un día más volvía a clavarle el visto.

Esa noche siguió sin poder dormir, dando vueltas en su cama y con la mirada fija en algún punto del techo. Sólo habían cogido tres veces y ni si quiera habían hablado más de tres frases seguidas sin gritarse o putearse. Pero no se podía quitar a Renato de la cabeza. Sus ojos redondos y profundos, su nariz de botón, su pelo desordenado, su piel suave y blanca... No podía dejar de pensar en él y en todo lo que le hacía sentir ese pendejo.

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