5.- El sexo es simple, el amor no

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Gabriel saltó de la venta de Renato y aterrizó en el techo del primer piso. Miró a la calle con precaución de no resbalar con los restos de lluvia. Era verdad que no estaba alto y que podía bajar de allí sin problema. Una sonrisa se formó en su cara al escuchar la voz de Renato hablando con su madre e inventado escusas para que no lo cazara.

Pendejo insufrible... ¿Qué estaba haciendo con él?

Él, un policía que se consideraba ya adulto y que, aunque no había blanqueado con su entorno su orientación sexual, sabía perfectamente lo que le gustaba. Y estaba claro que Renato le gustaba. Le gustaba de un modo que ningún otro chico con el que se hubiese besado en algún bar oscuro le había gustado antes.

Porque por él se había pesado una semana buscando como loco pintadas en barrios marginales. Por él había corrido el riesgo de que sus compañeros los agarraran en aquel oscuro callejón. Por él había pasado horas buscando en los archivos de la policía todo lo que tuviera que ver con ese "Renato Quattordio" que había escrito en su cuaderno. Y por él había esperado tres horas dentro del auto a que se quedara solo en casa para poder verlo.

No se reconocía. No entendía qué le pasaba, qué estaba haciendo con él.

Pero le gustaba lo que sentía y la sonrisa boba que tenía en su cara en ese momento.

Su teléfono vibró y su semblante cambió en el momento que vio la pantalla del celular. Ya no sonreía.

...

Renato se preparaba una taza de café en la cocina mientras miraba embobado la mesa marrón que había en medio. Media hora antes estaba ahí subido, rodeando a Gabriel con sus piernas y dejándose hacer, disfrutando de sus besos y sus caricias.

Pasó sus dedos por la madera y un escalofrío recorrió su nuca. No iba a volver a mirar esa mesa como antes nunca. Los besos que se habían dado ahí hacía no tanto rato habían sido distintos. Cargados de ganas y pasión, pero distintos. No había bronca ni enojo en ellos. Sólo ganas e intención.

Agarró su cuaderno, que seguía ahí encima desde que Gabriel lo dejó apartado para besarlo, y lo ojeó distraído. No quería ni imaginar la cara de sorpresa que seguramente puso al ver su cuaderno y ver tantos dibujos de sus ojos. Prefería no pensarlo, se moría de la vergüenza sino. Bastante expuesto estaba quedando ya.

Llegó hasta la última página, esa donde él mismo escribió hacía tiempo "Renato Quattordio" con su mejor letra y soltó una risita.

Debajo de su nombre, con otro color y otra letra, había un número de teléfono junto a la palabra "Gabriel".

Se rascó la cabeza con una mano mientras con la otra agendaba el número en su celular. Gabriel había movido ficha. Había ido hasta su casa, lo había besado y le había dejado allí escrita la vía para que se pudieran comunicar. Ahora dependía de él. El siguiente paso tenía que ser suyo.

¿Pero paso hacia dónde? Él no creía en el amor y todas esas giladas de las que hablaba su hermano cuando estaba con su novia. Si algo le había enseñado el divorcio de sus padres es que nada dura para siempre, por mucho tiempo o ganas que le pongas. Estaba desencantado con todo ese tema del amor y las almas gemelas. Tonterías... Por eso él simplemente disfrutaba del momento, de estar con quisiera cuando quisiera, sin ataduras.

Pero con Gabriel todo estaba siendo diferente. Raro y diferente. Excitante y diferente. Llevaba una semana sin dejar de pensar en él y recordando en su cabeza una y otra vez la sensación de tenerlo dentro suyo. Quizá sólo era calentura...

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