23.- Nueva York

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Podía escuchar la respiración de Renato como un susurro acompasado que era lo único que llenaba el silencioso vació de su departamento. Estaba acurrucado en su sofá, ese en el que un día jugaron y esposó al pendejo, con sus largas piernas encogidas y los ojos cerrados. Hacía media hora que se había quedado dormido y él seguía ahí, mirándolo sin hacer el mínimo movimiento para no despertarlo. Observándolo dormir como si fuese el programa de televisión más entretenido del mundo.

Algo lo perturbó en sueños y pudo ver cómo Renato fruncía ligeramente el ceño, formando una arruguita en su frente que a él le encantaría hacer desaparecer a base de besos. Pero sabía que eso no sería suficiente para que su pendejo se olvide de todo y aparezca algo de felicidad en su vida.

Cuando abrió la puerta y lo vio ahí parado, con los ojos rojos por las lágrimas y la nariz roja de tanto llorar se le partió el corazón. No quería ni podía volver a verlo así. Iba a hacer todo lo posible por no volver a ver a Renato nunca más así de triste. Nunca.

Aún podía escuchar los sollozos contra su pecho mientras cerraba la puerta con el pie, su remera mojándose por las lágrimas y Renato sorbiendo despacito mientras su labio inferior temblaba.

"Sacame de acá, Gabi. Quiero desaparecer con vos, sólo con vos. Quiero nuestro Nueva York".

La súplica de Renato había sonado tan desesperada que por un momento se le había cruzado por la cabeza la locura de comprar pasajes para los dos y marcharse realmente a Estados Unidos. Pero la había desechado tan rápido cómo los números de su cuenta corriente habían aparecido en su cabeza. No tenía ese dinero y lo que necesitaba su pendejo no era Nueva York realmente.

Era su Nueva York. Ese al que siempre fantaseaban con ir, ese en el que sólo existían los dos amándose libremente y sin importarles una mierda lo que pasara alrededor. Ese Nueva York que Renato le prometió que irían hacía tanto tiempo ya. Ese sueño que en su cumpleaños le dijo que compartiría con él. Los dos. Juntos. Solos. Nueva York.

Después de llorar media hora y decir palabras inteligibles en las que sólo había podido entender "mi viejo", "mentiroso" y "le quiero", Renato se había quedado dormido en el sofá, exhausto por el llanto y las emociones. Y él seguía ahí, mirándole dormir y dejar entrar aire a sus pulmones con la boquita entreabierta en una o chiquita.

Quería ser mejor, quería ser un buen novio, quería ser capaz de lograr hacer desaparecer cualquier atisbo de miedo o preocupación de su cara. Quería verlo feliz marcando sus hoyuelos y besarlo mientras se ríe.

Quería alejarlo de todo y proteger a su pendejo.

Agarró su teléfono y marcó despacio, todavía con su mirada puesta en él.

-¿Gasti?- Su amigo respondió al otro lado de la llamada mientras acariciaba las piernas del menor.- Tenés que hacerme un favor.

...

El agua caliente había llenado de vapor ese enorme cuarto de baño de hotel que era igual de grande que su habitación entera. Los azulejos de las paredes estaban mojados por la condensación y el sonido de las gotitas al caer del grifo a la bañera llena de agua era lo único que se escuchaba.

Renato se hundió un poquito más dentro de la bañera, dejando que el agua caliente recorriera todo su cuerpo y dejando fuera únicamente su nariz. Pequeñas burbujitas se formaron al dejar salir aire mientras cerraba los ojitos, disfrutando de la calma.

-¿Cuánto tiempo vas a seguir ahí dentro?

Abrió los ojos y ahí estaba Gabriel, apoyado en la puerta del baño con los brazos cruzados, mirándole con esa sonrisa que sabía sólo le dedicaba a él. Renato sacó el resto de su cabeza del agua y se estiró bajo la espuma que lo tapaba.

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