21.- Comisaría

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La comisaría estaba abarrotada de gente. Sus compañeros y demás personas hablaban en alto, el ruido de las computadoras trabajando y las fotocopiadoras en marcha dejaban un murmullo en el aire difícil de ignorar. Pero Gabriel sentía un silencio ensordecedor en sus oídos. Tenía la vista fija en la entrada, donde Guillermo acababa de entrar tirando del brazo de Renato.

Renato... Sus ojos conectaron y eso hizo que el resto desapareciera. Sólo tenía espacio y coherencia en su cabeza para mirarlo a él y a esas esposas que rodeaban sus muñecas.

Su corazón comenzó a latir fuerte, nervioso y preocupado, y sentía que cada latido taladraba sus tímpanos. Guillermo tiró de Renato, obligándole a alejarse por el pasillo de la entrada y sus pies se movieron solos e inconscientes hacia él.

No tenía la menor idea de qué había pasado o cómo había llegado Renato a esa situación, pero si le pasaba algo iba a enloquecer. Y si sus compañeros se enteraban de lo que tenían también. Su novio arrestado... Su novio, gay, arrestado. No quería ni imaginarse la cara de su jefe al conocer esa información.

Pero en ese momento la preocupación que sentía en su estómago era más fuerte que cualquier miedo y si seguía apretando su mano en un puño se iba a dislocar la muñeca. Necesitaba saber dónde llevaban a Renato, qué había hecho y qué iba a pasar con él.

Porque aunque estuvieran enfadados siempre sería su pendejo... Y no podía dejar que le pasara nada.

-Gabi.

-¿Mmmm?

Gabriel giró su cabeza sólo cuando la imagen de Renato desapareció al fondo del pasillo. Matías, con un café de máquina en la mano, miraba en su misma dirección.

-¿Ese no es el pendejo aquel que te pegó?- Gabriel frunció el ceño al darse cuenta que Matías había reconocido a Renato de aquel día, de aquella primera vez que casi lo arrestan y se conocieron.- Sí, ese forro que nos dijo de todo antes de echar a correr.

-No... No lo sé.

Pudo notar cómo los ojos de Matías se entrecerraban mirando la lejanía, intentando recordar.

-Sí... Sí era él.- Confirmó asintiendo.- ¿Le habrán agarrando por fin mientras hacía grafitis?

Gabriel no respondió, pero el miedo le invadió. No sabía por qué habían arrestado a Renato, pero si a lo que sea que había hecho le sumaban las muchas denuncias que tenía por actos vandálicos en lugares públicos el pendejo estaba en un auténtico lío. Y si Matías contaba cómo tiempo atrás se había enfrentado a ellos, llegando incluso a pegarle a él mismo estando en hora de servicio, podía meterse en un lío mayor.

Tragó saliva y sintió la boca seca y rasposa. Quién iba a decir que dos meses después de aquel primer encuentro en el que Renato le pegó para poder huir estaría tan condenadamente enamorado del pendejo. Si le pasaba algo... Sacudió la cabeza queriendo sacar esa idea de su cabeza.

Pedro apareció acercándose a ellos.

-¿Qué pasó?- Preguntó Matías curioso.

-Nada... Un mocoso se volvió loco y destrozó un auto.

-¿Qué?- Los ojos de Gabriel se abrieron grande.

-Sí, no sé, tiró un cubo de pintura y rompió el cristal delantero de un coche estacionado. Lo dejó hecho mierda.

-¿Posta?

-Sí.- Pedro comenzó a buscar unos formularios en el cajón de su escritorio.- No sé qué le entró pero comenzó a tirar por los aires todo y a destrozar el auto.

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