29.- Gris y color

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Dio una pincelada más de negro y frunció el ceño, entrecerrando los ojos y achinándolos concentrado. Se apartó dos pasos, contemplando su obra y se mordió el labio mientras sus ojos se detenían en cada detalle, en cada matiz diferente de color. Aquella pintura en la pared era realmente la obra más grande que había hecho. Y la había hecho él. Sólo.

Le daba igual si no ganaba el concurso o si algún crítico le decía que era una basura como artista. Lo había logrado. Se había demostrado a sí mismo que podía hacerlo.

Dejó el pincel en uno de los botes con agua que había a su lado y se cruzó de brazos volviendo a mirar la pared. No quería dejar nada al azar, quería que fuera perfecto.

Sacó su teléfono del bolsillo y vio que la última conexión de Gabriel había sido hacía dos horas. Quería que él fuese el primero en ver todo aquello terminado. Quería ver sus ojos verdes observando su obra mientras él le explicaba el porqué de aquel dibujo. Quería que a Gabriel le gustara y se sintiera orgulloso de él.

-¿Qué dice el artista?

Giró la cabeza y vio cómo se acercaba su padre con media sonrisa en la cara.

-Hola, viejo.

Marcelo Quattordio se acercó hasta él y le puso una mano en el hombro mientras observaba su pared pintada.

Era raro todo aquello. No hacía mucho tiempo casi ni hablaba con su padre y su relación con él era un verdadero caos. Pero su vida había cambiado en todos los aspectos en tan poco tiempo que no sabía decir realmente cuándo su mundo había girado ciento ochenta grados. O sí. Todo había girado y cambiado gracias a Gabriel.

-¿Terminaste?

-Creo que sí... Pero seguro acabo repasando algo.

-Sos demasiado perfeccionista.

-Detallista, que no es lo mismo.

Su padre le sonrió y era agradable esa sensación. Su relación estaba lejos todavía de volver a ser la que era, pero habían empezado juntos un camino que quería recorrer. Pero volver a tener a su padre en su vida era algo que le hacía inmensamente feliz.

-¿Gabriel lo vio?- Preguntó su padre señalando la pared con la cabeza.

-No, todavía no.

Marcelo achinó los ojos escrutándole con la mirada. Y es que por muchas peleas que hubiesen tenido o por mucho que se hubieran distanciado, su padre tenía ese poder de leerle la mente igual que Valentino. O quizá él fuese un libro abierto emocional sin darse cuenta.

-¿Qué ocurre?

Se encogió de hombro y volvió a mirar la última conexión de Gabriel.

-Nada. Creo.- Su padre alzó las cejas, esperando.- Gabriel lleva raro varios días pero supongo que sólo está ocupado.

-¿Por qué lo decís?

-No sé, últimamente está hasta arriba de trabajo y cuando estamos juntos es como si su cabeza estuviera en otro lugar. Está ahí conmigo... pero no siento que lo esté.- Intentó explicarse.

-Bueno, me dijiste que por fin le había contado a su familia que está con vos, ¿no? No es un proceso fácil.

-Lo sé e intento estar con él para todo.- Continuó Renato.- La verdad que hubo un momento que pensé que no se la jugaría por mí.

-Las relaciones entre padres e hijos son complicadas.- Le sonrió su padre haciendo referencia a su propia relación.- Y cada uno la lleva a su manera... Dale tiempo, seguro tiene muchas cosas en que pensar todavía pero todo vuelve a ser como antes enseguida.

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