22.- Entre sus brazos

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Dos horas y diecisiete minutos habían pasado desde que su turno terminó. Dos horas y diecisiete minutos desde que Gabriel debería haberse ido a casa y sin embargo estaba ahí, sentado en su escritorio fingiendo adelantar trabajo. Pero su mirada estaba clavada en el fondo de la sala esperando cualquier señal de Renato, cualquier indicio que le indicara su situación.

Dolores había revisado todos los papeles de la denuncia y todo había quedado en una pequeña multa y tener que pagar los daños del auto que destrozó Renato. Después se había marchado para no tener más problemas con el chico, no sin antes dedicarle una cálida y cómplice sonrisa de despedida a Gabriel y darle un abrazo a Marcelo.

Marcelo... Seguía sentado en aquella silla de plástico dura donde le había dejado hacía un rato. Renato era mayor de edad, no necesitaba ningún adulto a su cargo, pero Marcelo Quattordio se había negado rotundamente a marcharse de allí sin su hijo.

Movía el pie frenético y desde la distancia podía ver cómo se mordía las uñas, aburrido. Tres vasitos vacíos de café de máquina descansaban en una silla a su lado y Gabriel no pudo evitar sonreír. Era como ver a Renato en el futuro.

Entonces apareció Guillermo al fondo del pasillo con Renato a su lado ya sin las esposas y cabizbajo. Marcelo se levantó de un salto escuchando atento las palabras de Guillermo y después se dirigió al mostrador de recepción, donde seguramente estaba terminando de firmar los últimos papeles antes de irse.

Y entonces Renato se giró y lo miró confundido en la distancia. Se fijó que no había nadie observando y después se señaló la muñeca en un gesto como mirando la hora, con el que claramente le estaba preguntando qué demonios hacía todavía allí a esas horas. Gabriel torció el gesto y se encogió de hombros, provocando que Renato sonriera.

Sí, se preocupaba por él, estaba ahí por él, todo ahora siempre era a causa de él. Y ya no le importaba reconocérselo al pendejo.

Se levantó despacio de su silla y se dirigió al mostrador de recepción con la excusa de dejar unos papeles encima. Rozó su brazo con el de Renato en un gesto del que sólo ellos dos eran conscientes y supo enseguida lo que pasaba por la cabeza del pendejo cuando sus ojitos marrones brillaron juguetones. El recuerdo de él cogiéndose a Renato contra la mesa de la salita de interrogatorios llegó a la mente de los dos y tuvo que reprimir fuertemente una sonrisa.

-Intenta no volver a meterte en líos.- Pidió Guillermo acercándose a ellos.- E intenta que nos volvamos a ver en otro tipo de circunstancia...

Guillermo le guiñó un ojo y después le dedicó una mirada cargada de significado a Gabriel antes de marcharse.

-Me cae bien.- Susurró Renato.

-Es un genio Guille.

Marcelo se acercó a ellos carraspeando nervioso.

-Podemos irnos ya.- Anunció.

-¿Podemos?

-Renato...

Gabriel enarcó una ceja ante el tono de su novio, que parecía no poder evitar querer pelea cuando estaba junto a su padre.

-¿Y Dolores?

-Ya se fue.- Marcelo suspiró cansado.- ¿Me dejás llevarte a casa?

Gabriel volvió a mirar duro a Renato, obligándole a comportarse y darle una oportunidad a su padre. Después del lío en el que se acababa de meter y todo lo que su padre estaba haciendo por él era lo menos que se merecía.

-Bueno... Dale.

Renato aceptó y Gabriel le sonrió complacido.

-Te llamo más tarde.- Le aseguró antes de verlos marchar y desaparecer por las grandes puertas de cristal de la comisaría.

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