Los chicos revoloteaban alrededor de él como moscardones sobre miel. Dio un sorbo a la cerveza que el camarero le acababa de servir y suspiró. Gabriel podía notar los ojos de varias personas puestos en él y odiaba esa sensación, no le gustaba ser el centro de atención de nada, por eso mismo había elegido un bar de ambiente donde nadie lo conociera. Pero ahora se arrepentía de haber tenido esa idea hacía rato. Se sentía como el juguete nuevo que todos observan queriendo tener entre las manos.
Dos chicos se dirigían hacia él pero antes de que pudieran acercarse su mirada ya les estaba diciendo "largo". Escuchó cómo se iban de allí entre risas y cuchicheos y rodó los ojos. Esa noche había salido con toda la idea de divertirse, distraerse y, si era posible, liberar tensión con algún chico medianamente decente. Pero ese bar estaba lleno de pendejos en pedo que no le movían el piso en absoluto.
Unos dedos tocaron su hombro delicadamente y suspiró antes de girarse. Como otro pibe más sin pelo en el pecho le quisiera invitar a una copa se largaba de ese lugar.
-Vos no venís mucho por este bar, ¿me equivoco?
Escuchó esa voz y algo dentro de él se despertó. La conocía. Le había perseguido todo el día, cada vez que le dolía la panza o cerraba los ojos la escuchaba en su cabeza. Se dio vuelta y encontró unos ojos tan desconcertados como los suyos. Era el chico que le había pegado esa mañana, el que había pintado aquel grafiti y el que con sus ojos profundos y marrones había hecho que tuviera ganas de volver a salir en busca de contacto humano después de semanas de sequía.
-¿Qué hacés acá? ¿Me estás siguiendo?- Preguntó el chico visiblemente molesto.
-Tranquilo, la policía de Buenos Aires tiene asuntos más importantes que un vándalo cualquiera que pinta paredes públicas.
Pudo notar cómo su naricita de botón se hinchaba por la ira al escuchar sus palaras. El chico hizo amago de irse pero lo retuvo.
-Pará.- Pidió agarrándole una muñeca con su mano, firme, como había hecho esa misma mañana contra el capó del patrullero.- Pará un segundo.- Volvió a pedir. No sabía por qué pero no quería que se fuera.- Sabés que podría arrestarte por lo que hiciste esta mañana, ¿verdad?
El chico dudó un segundo pero después de mirarlo de arriba abajo sonrió con malicia.
-¿Estás de servicio?- No contestó, los dos sabían que no lo estaba.- Mirá agentito de cuarta.- El chico se acercó a él, desafiante.- No estás de servicio, no tenés pruebas que digan que era yo el de esta mañana y no creo que quieras que todo un bar lleno de gays en pedo se enteren que la yuta está acá aunque no uses uniforme.
No, lo que menos quería era montar un escándalo en medio de un bar lleno de gente y que alguno de sus compañeros se enterara. Tendría que dar muchas explicaciones que no estaba preparado para dar todavía. Aflojó la presión que estaba haciendo alrededor de su muñeca pero volvió a agarrarla con fuerza al ver que el chico intentaba irse.
-Pará.- Volvió a repetir.- ¿Cómo te llamás?
-¿Importa eso?
No, no importaba, ese pendejo no era nadie. Pero por alguna razón que no terminaba de entender no quería ni podía dejarlo ir. Le intrigaba demasiado.
-Supongo que no.
-¿Qué pasa? ¿Querés buscar en algún archivo de la policía mis antecedentes y mi dirección para ir a detenerme?
Gabriel rio ante las ocurrencias del chico.
-Mirá, no hiciste nada grave pero si seguís así...- El chico bufó sonoramente a propósito.- ¿Cuántos años tenés? ¿Sos mayor de edad?
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Volver a jugar
RomanceRenato es un chico rebelde y grafitero de 20 años. Gabriel, un policía de 27. Nunca pensaron que el destino y una pintada los uniría tanto... ... Muchos creen que el destino es una cadena de sucesos, uno detrás de otro, que empujan a una persona a s...