4.- ¿Soy yo?

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Renato daba vueltas por su habitación desordenándola todavía más. Tiraba las remeras sucias por los aires, revolvía los cajones y pateaba los aerosoles vacíos que había tirados por el piso. Gruñía cada vez que daba un paso y se pasaba las manos frenéticamente por la cabeza, enredando todavía más su pelo.

-¡Bruna!- Gritó.

No podía creer que hubiera perdido su cuaderno de dibujo, justo ese.

-¡Bruna!- Volvió a gritar desesperado.

Su hermana, vestida con una sudadera negra ancha y con el pelo recogido en una coleta alta se apoyó en el marco de la puerta de su habitación.

-¿Qué querés?- Preguntó colocándose bien las gafas.

-¿Estuviste revolviendo en mis cosas?

-¿Te referís a desordenarlas más de lo que ya están?

-Te hablo en serio, enana.- Le gruñó.- ¿Agarraste uno de mis cuadernos de dibujo?

-¿Para qué quiero yo uno de tus cuadernos?

-¿Lo agarraste o no?- Renato estaba comenzando a enfadarse de verdad.

-¡No! ¡No agarre nada tuyo!

Renato tiró uno de los cojines de su cama con fuerza, dándole casi de lleno a su hermana. Bruna bufó enfadada y salió de allí dando un sonoro portazo. Tato se tiró en la cama, abarrotada de bocetos y demás papeles, derrotado. Tenía que empezar a hacerse a la idea que había perdido el cuaderno con todos sus dibujos, sus ideas y garabatos. Quizá Fausto lo tenía en su casa o se lo había llevado sin querer...

Agarró el móvil y le mandó un mensaje, preguntándole por él. La puerta de su habitación volvió a abrirse y Valentino asomó la cabeza con una manzana entre las manos.

-¿Se puede saber por qué arman tanto jaleo?

-No pasó nada...- Contestó sin despegar los ojos del celular.

-¿Y los gritos?- Renato no contestó.- Ayer volviste a llegar tarde...

Valentino dio un mordisco a su manzana y lo miró interrogativamente. Sabía lo que pasaba por la cabeza de su hermano, seguro estaba pensando que se había pasado la noche bebiendo y bailando en algún bar y chapando en cada esquina con un chongo diferente, pero no había sido así. Después de lo que había pasado en aquel callejón oscuro sólo quería desaparecer, no hablar con nadie y pensar. Sólo pensar. Se fue cerca del río con un paquete de cigarrillos y se quedó allí plantado escuchando música con el teléfono mientras pensaba en todo y en nada. Mientras pensaba en ese policía que lo traía loco.

-Estuve dando un paseo.

-¿Solo o acompañado?

-No te pongas la gorra...- Le advirtió.

Y la imagen de Gabriel con el uniforme de policía, mirándole con sus ojos verdes bajo la gorra, llegó a su mente.

-Sólo digo que podrías avisar si no vas a venir a dormir.

-Vine a dormir.

-A las nueve de la mañana ya es de día.

Renato suspiró y dejó el móvil a un lado de la cama.

-Sos más pesado que los viejos.- Se quejó.- Ni si quiera ellos me controlan tanto.

-Eso es porque ellos no saben ni la mitad de cosas que se yo.

Su hermano le lanzó una mirada acusadora mientras masticaba su manzana y Renato tuvo que dejar de mirarle. Sus padres sabían hacía mucho tiempo que era gay, pero sólo Valentino sabía de sus salidas a veces un tanto descontroladas con chicos diferentes. Por no mencionar sus pequeñas peleas con la ley, de las que sus padres casi no tenían ni idea. Valentino siempre le cubría frente a ellos, aunque después le retara incluso más.

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