·Explosión·

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Renato es una de esas persona que no suele saber tener un término medio. Vive en los extremos muchas veces. Todos es blanco o negro. Aunque desde que conoció a Gabriel aprendió que el gris es el lugar a medio camino que los une todavía más. Pero cuando cuando se propone algo con tantas ganas como en ese momento, lo hace a lo grande. Lo sabe, es excesivo. Pero realmente no ha podido controlarse.

Coloca una tira de luces más al rededor del enorme árbol de Navidad que compró esa misma mañana y da un pasito hacia atrás para observar su obra. Pone esa cara de concentración igual a cuando mira uno de sus cuadros recién pintados y sonríe satisfecho. Es exagerado, pero le encanta.

Da otro pasito hacia atrás y tropieza con la caja de cintas de colores brillantes que todavía no ha colocado por la casa y la agarra observando a su alrededor. Realmente ha dejado pocos huecos del living sin decoración. Pero algo dentro de él, ese sentimiento casi parecido al de cuando eres un niño, le dice que esta Navidad tiene que ser especial. Más especial que ninguna.

La puerta se abre y cuando gira la cabeza puede ver los ojos muy abiertos de Gabriel, todavía con las llaves en la cerradura y esa expresión incrédula en su cara al ver cómo su marido había convertido su departamento en lo que parecía el taller secreto de Papa Noel en el Polo Norte.

-Sé lo que vas a decir.- Apunta Renato temiendo lo peor.

-Creeme... Estoy sin palabras.- Gabriel mira su exagerado y brillante living y alza una ceja interrogante cuando sus ojos se encuentran.

-Se me fue un poco de las manos, lo sé...

-¿Un poco?- Gabriel cierra la puerta y agarra una de las tantas cintas doradas que están junto a la puerta.- ¿Cuánta plata gastaste comprando todo esto?

-Bueno...- Renato carraspea y deja la caja sobre el sofá, vacilando.- Mi última exposición fue muy bien y vendí muchos cuadros así que...

-Renato...

Se muerde el labio porque sabe que su marido sólo le llama por su nombre cuando está enfadado, hablan de algo serio o quiere pedirle algo. Suspira porque sabe que todo ese asunto se le ha ido de las manos. Pero él es así. Cuando algo le hace tanta ilusión no sabe medirse.

-Es que...

Sabe que ha puesto esa carita suya que hace que Gabriel se derrita y no se equivoca, porque nota cómo se acerca hasta él y le acaricia el brazo.

-¿Qué ocurre, pendejo?

Le toca la cara obligándole a mirarle y Renato no puede creer que después de tantos años la palabra "pendejo"siga produciéndole tantas sensaciones en el estómago y los ojos verdes de Gabriel sigan teniendo tanto poder sobre él.

-Nada.- Miente aunque sabe que es inútil.- Es la primera Navidad que Gonzalo pasa con nosotros... La primera desde que lo acogimos acá en casa.

Gabriel sonríe y lo abraza asintiendo con la cabeza, comprendiendo en un segundo todo lo que está pasando por su cabeza y ese esfuerzo exagerado que ha hecho decorando la casa.

-¿Crees que le gustará más si está rodeado de cintas y luces de colores?

Renato se encoge de hombros y esconde la cara en el hueco del cuello de su marido, aspirando su aroma y dejándose llenar de ese calorcito especial que le dan los brazos de Gabriel.

-No lo sé... Sólo quiero hacer algo especial por él.

-Pendejo, creeme... La decoración de la casa o la cantidad de guirnaldas de colores que rodeen el árbol es lo último en lo que está pensando Gonzalo.

-¿Vos decís?- Pregunta como si todavía fuera un nene chiquito.

-Sólo tenés que hacer lo que normalmente hacemos en Navidad.- Asegura Gabriel.- Y quitar la mitad de las luces antes de que tu esposo se quede ciego.- Bromea.

-Callate, esposo, te encanta que haga estas cosas.- Sonríe besando su cuello.

-Me gusta que te entregues tanto a las cosas que amás, pero no que dejes la cuenta de ahorros a cero porque te convertiste en un elfo de Papá Noel.

Renato finge indignación y le pega en el brazo, haciéndoles balancear en medio de ese abrazo que no se corta.

-Si seguís así te quedarás sin regalo.

Pero Gabriel le abraza más fuerte y aunque no le está mirando puede sentir cómo sonríe a su lado.

-No me importa. Te tengo a vos y a Gonzalo... No necesito nada más.

Otra vez esa sensación calentita que lo invade por dentro. Y ahora Renato se siente un estúpido por haber llenado su casa de tantos colores y brillantes que podría haber decorado el edificio entero. Al menos tantas girnaldas habían servido para tapar ese horrible cuadro de Boca que aún tantos años después nunca había conseguido quitar del living. Gabriel es lo único que necesita para que su Navidad se perfecta y especial. Gabriel y ahora Gonzalo.

-Te amo.

-Y yo a vos.

Renato le da un beso corto en el cuello. Otro un poquito más abajo. Otro más. Y otro... El abrazo no se corta y su nariz le acaricia intentando algo que sabe que va a producir. Algo que lleva haciendo desde hace años y que todavía logra que su esposo suspire junto a su oreja incapaz de no dejarse llevar.

-Pendejo...

La voz ronca de Gabriel siempre es una buena señal y lo sabe. Acaricia su espalda, bajando muy despacito cada vez más y más abajo y se restriega peligrosamente contra él.

-Decime que no querés...

Un segundo de duda pero enseguida Gabriel lo toma por la cara con sus manos fuertes y lo besa con las ganas contenidas de todo el día sin saber estado a su lado. Las mismas ganas contenidas que aunque pasen años no se les va a ninguno de los dos.

Sus lenguas se rozan por milésima vez, sus bocas se conocen tanto que parece que sus movimientos están coreografiados, sus manos se tocan en cada lugar exacto, sin duda, sin miedo, pero con el mismo amor. 

Un paso atrás y los dos tropiezan con una cinta de colores que los hace caer sobre el sofá, todavía entrelazados. Renato le da una patada a la caja con los adornos que acaba de colocar allí mismo al caer encima de Gabriel y no puede dejar de reír al ver la explosión de colores brillantes que ha caído sobre ellos. Escucha la risa bajita y ronca de Gabriel bajo él y ama que todavía no le haya soltado. Las guirnaldas los cubren y busca con su nariz un hueco para poder besarlo. 

No es difícil, sus bocas se atraen, siempre lo han hecho. Siempre ha habido esa especie de magnetismo que hacía que pasara lo que pasara necesitaran besarse. Aunque Gabriel fuera un yuta bostero y él sólo un pendejo grafitero.

Lo besa bajo esa explosión de colores porque ama besarlo. Y lo ama a él.

Un ruido se escucha y cuando giran la cabeza ven a Gonzalo entrando por la puerta del departamento y Renato no sabe se ha quedado sin habla por la cantidad de adornos navideños o por verlos en esa situación encima del sofá.

Gonzalo suspira mirando la cantidad de cintas y luces que hay por todo el living y alza las cejas mirando a sus ahora padres.

-Creo que durante las fiestas me mudaré con los vecinos.

Renato rueda los ojos intentando levantarse sin tropezar pero con una sonrisa enorme en la cara. Porque esa Navidad era especial. Era la primera que realmente Gabriel y él, y ahora Gonzalo, eran una familia. 

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