15.- Feliz cumple, pendejo

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-Ma, no conocés a Gabriel, ¿verdad?-

Renato se levantó de la cama de un salto seguido de Gabriel, al que sus ojos verdes contrastaban fuertemente con el tono rojo que estaba comenzando a extenderse por sus mejillas hasta llegar a sus orejas. Su madre no reaccionaba, Valentino reía a carcajadas y Bruna le miraba burlona tras sus gafas de pasta negras. Si alguna vez había imaginado una posible reunión familiar en la que presentar a Gabriel, ese escenario no entraba dentro de ninguna de las posibilidades.

-Este...

Renato comenzó a hablar pero enseguida se dio cuenta que no tenía ni la menor idea de qué decir o cómo explicar aquella situación. Miró de reojo a Gabriel, parado a su lado, que se frotaba las manos nervioso.

-Te prometo que no pasó la noche acá.- Se intentó excusar ante su madre señalando a Gabriel.- Acaba de llegar.

Sabía qué impresión podían dar. Él en bóxer besando a un chico en su cama de par de mañana. Si bien era cierto que esa situación había pasado más de una vez, siempre había tenido la delicadeza y prudencia de no dejar que su madre se enterara. Después de todo esa seguía siendo su casa.

Valeria Dolhagaray se limitó a asentir, todavía afectada por la sorpresa y con la chocotorta entre las manos.

-Tato...- Valentino lo llamó escondiendo una risita.

-¿Qué?

Su hermano le hizo un gesto con la cabeza para que se mirara a sí mismo. Los sentimientos vividos por el regalo de Gabriel, la cercanía que habían tenido recién en aquel beso y las hormonas de sus veinte años habían provocado que tuviera una pronunciada erección matutina.

Renato ahogó un grito avergonzado y se tapó la entrepierna con un cojín. Podía notar los ojos cada vez más abiertos de su madre y cómo sus mejillas comenzaban a ponerse tan coloradas como las de Gabriel, que permanecía callado a su lado. Valentino tapó los ojos de Bruna con sus manos consiguiendo que su hermana pusiera un gesto exagerado de asco en la cara.

-Mejor... Mejor bajamos a la cocina.- Dijo Valentino guiñándole un ojo.- ¿Mamá?

-Sí, sí... A la cocina...

Su madre habló por primera vez y se alejó de allí con paso lento y ausente, agarrando la chocotorta entre las manos como si fuese lo único real que había a su alrededor. Valentino arrastró a Bruna a la fuerza fuera de la habitación, sonriendo a su hermano y a Gabriel de forma cómplice.

-Dime que no acaba de pasar lo que acaba de pasar...- Habló por fin Gabriel cuando se quedaron de nuevo solos en la habitación.

-Acaba de pasar...

Renato tiró el cojín que tapaba su erección encima de la cama y Gabriel negó con la cabeza mirándole.

-¿Justo ahora? ¿Me estás jodiendo?- Preguntó señalando la entrepierna del menor.

-Si entrás por mi ventana para darme regalos y besos cuando recién me despierto esto es lo que conseguís.

Renato se señaló la entrepierna, todavía crecida, como si hablara de la mayor injusticia social de todos los tiempos. Gabriel lo miró de arriaba abajo, despeinado, con las majillas todavía sonrojadas y su bóxer negro escondiendo esa erección que tan bien conocía ya y que él mismo había provocado. Y no pudo contenerse en besarlo de nuevo.

...

Bruna cortaba la chocotorta en pequeños pedacitos con cuidado de no cortarse con el largo cuchillo que le había dado su hermano. Valentino bebía mate apoyado en la encimera de la cocina y reía divertido viendo cómo su madre paseaba nerviosa de arriaba debajo de la cocina.

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