25.- Molinos de viento

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Gabriel se retorcía las manos mirando al suelo, sentado al borde su cama igual que lo encontró aquel día que entró por primera vez a través de su ventana. Había pasado poco tiempo desde aquel día y a la vez parecía que todo aquello sucedió en otra vida. Pero ahí estaba él de nuevo, ahora siendo su novio, pero con los mismo ojitos verdes tristes y perdidos.

Se apoyó en la mesa de su escritorio, mordiéndose el labio, esperando en ese silencio exasperante que invadía su habitación. Gabriel tenía la capacidad de ser el hombre más tierno y sensual del mundo en momentos y en otros pasar a cerrarse en banda como una avestruz que esconde la cabeza bajo tierra.

Y el silencio empezaba a molestarle demasiado...

Gabriel suspiró bajito, todavía mirando al suelo, y Renato supo que mil cosas pasaban por su cabeza que no le estaba diciendo. Y comenzó a invadirle el miedo. El miedo a perderle. El miedo a esa charla que empieza con un "tenemos que hablar". El miedo a que sus temores se hicieran realidad y por mucho que Gabriel lo amara no fuese suficiente para enfrentar a todo y a todos por él.

Miedo. Miedo real y avasallante comenzando a apoderarse de él.

Su novio alzó la cabeza para mirarlo por primera vez y en cuanto lo vio una carcajada salió de su boca.

-¿De qué te reís?- Preguntó confundido.

-De vos.- Contestó Gabriel.- ¿Y esa cara?

-No sé, decime vos.- Se excusó Renato.- Venís a mi casa sin avisar con esos ojitos tristes, todo serio, y me decís que querés hablar conmigo en mi habitación...

Gabriel volvió a sonreir y eso era casi peor.

-¿Creiste que te iba a dejar?

-Y no sé, después de que tu viejo nos agarrara chapando...

-Vení acá.

Gabriel alzó los brazos, haciendo gesto con las manitas para que Renato se acercara a él. El menor se colocó entre sus piernas y su novio rodeó su cintura con los brazos, besando su vientre y apoyando la cabecita en él. Renato suspiró aliviado ante el gesto, hundiendo sus dedos en los rulos del mayor y escuchando cómo este respiraba tranquilo.

-Entonces... ¿No querés dejarme?

-Pero si serás tonto, vos...

Sintió cosquillas al notar cómo Gabriel dejaba otro besito en su vientre bajo y lo miraba desde abajo. Realmente era lo más bonito de ese mundo.

Entonces la expresión en la cara de Gabriel cambió y volvieron a él esos ojos tristes y torturados que lo perseguían desde que las puertas de aquel ascensor se abrieron.

-Mi hermano lo sabe.

-¿Qué? ¿Leandro? ¿Cómo sabés?

-Me mandó un mensaje diciendo que habló con el viejo y que quería verme.- Explicó Gabriel.

-Quizá...

-Lo sabe.- Negó Gabriel con la cabeza.- Estoy seguro.

-¿Querés que te acompañe? ¿Que vaya con vos?- Propuso Renato.

-¿Lo harías?

-Haría todo por vos, mi amor.

Sintió cómo los hombros de Gabriel se relajaban entre sus brazos y sus ojos se cerraban con fuerza, volviendo a respirar.

-A veces siento que todo esto no es real, que todo es un mal sueño.- Admitió Gabriel con voz bajita aferrándose a su cintura.

-¿Y yo?

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