CAPÍTULO 2. EL BESO

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No me lo podía creer, toda mi familia, mi banda y todas las personas de la discográfica que trabajaban conmigo estaban levantando una gran pancarta en la que ponía ENHORABUENA POR TU MEJOR GIRA. Me llevé la mano a la boca y se me escapó una lágrima. Era la primera vez en mis 17 años de carrera que me montaban una sorpresa así. Miré hacia atrás y vi a David sonriéndome como nunca lo había hecho, en su mirada se podía ver el orgullo que sentía hacia mí. En ese momento me sentí la persona más afortunada del mundo por poder trabajar en la música, mi pasión y ver que todas esas personas me apoyaban y agradecían me trabajo.

Mi madre fue la primera persona en abrazarme, vino corriendo hacia mí y me abrazo como sólo una madre sabe abrazar.

-       Felicidades mi niña, eres muy grande y te mereces esto y mucho más.

-       Gracias, mamá – dije con lágrimas en los ojos mientras mi hermano se unía al abrazo.

Una a una todas las personas de la sala se fueron acercando a abrazarme y a felicitarme por el fin de gira. Todo era perfecto, habían encargado todo tipo de comida y bebida. Estaba todo puesto en la mesa de los jefazos.

Cuando Lucas, el chico de recepción, me abrazó me contó que quien había organizado todo esto había sido David, solo para mí se había tomado tantas molestas. No pude evitar ilusionarme. Tras una breve conversación con Lucas me dirigí hacia David:

-       Muchas gracias por todo, David. No tengo palabras para decirte lo agradecida que me siento. – Dice mirándolo fijamente a los ojos y sonriendo.

-       No me las des, como todos te han dicho, es algo que te mereces – me contestó serio. ¿Sonreía alguna vez este hombre?, pensé.

Sin pensarlo me abalancé hacia él y lo abracé. Para él era un simple abrazo que al principio ni siquiera contestó pero cuando subió sus brazos y me lo devolvió para mí lo significó todo, me sentía en casa entre sus brazos, segura y sabía que ese era el lugar donde pertenecía. “¡Alto, Malú! No sigas por ahí, está casado”, me recriminé. Alargué el abrazo todo lo que pude pero al final me separé, le volví a agradecer lo que había montado y me fui a socializar con el resto de personas que había en la sala.

En el momento que estaba hablando con mi banda, recordando los momentos vividos en los escenarios alguien hizo sonar su vaso dándole golpecitos con una cuchara para llamar nuestra atención.

-       Dejadme hablar, quiero deciros una cosa – dijo el jefe de la discográfica, tenía la nariz y los mofletes rojos, señal de que se había pasado con el alcohol – A lo largo de mi vida he trabajado con muchos artistas pero, Malú, tu eres especial. Te conocí cuando apenas era una niña que quería ser cantante y a día de hoy, has llenado estadios enteros, palacios, plazas de toros y todos los lugares en los que has actuado. En memoria de todos esos conciertos, con la colaboración de los técnicos de luz y sonido hemos creado un vídeo con imágenes de toda esta gira, es un pequeño resumen que espero que te guste.

La gente aplaudió, yo apenas podía hablar, estaba muy emocionada, se me volvieron a saltar las lágrimas. Lástima de tiempo empleado en maquillarme.

El vídeo se proyectó en una pared, en el aparecían fotos de toda la gira mientras se escuchaba mi voz, yo sólo podía llorar. Mientras pasaban unas fotos mías cantando “aprendiz”. Miré a David, él era mi maestro, el que me enseñó a poner una sonrisa cuando en realidad estaba destrozada por dentro. Sí, gracias a lo que sentía por él, aprendí a fingir y a que nadie notara lo que sentía. De pronto David, me miró, tenía lágrimas en los ojos, a lo mejor no era tan de hielo como yo creía, pensé. Rápidamente volví la mirada hacia el vídeo, no quería que mis ojos delataran lo que estaba pensando.

Cuando terminó el vídeo, Rubén propuso un brindis:

-       ¡ Por la jefa, por seguir llenando estadios! – gritó.

-       ¡ POR LA JEFA! – gritaron todos, yo me quería esconder debajo de la mesa, que vergüenza.

Entre brindis y bailes terminó la el día, al final brindamos hasta por el aire que respirábamos y así acabamos todos, más borrachos que sobrios. Intenté bailar con David, era el único que no había bebido nada pero fue imposible. Tenía su máscara de hielo puesta y estaba apartado en un rincón. Me fue imposible sacarlo a bailar.

-       Venga, David. Baila conmigo que es mi fiesta – le rogué algo borracha.

-       Yo no bailo, Malú.

-       ¿Por qué? ¿tienes miedo de pisarme? – pregunté.

-       Has bebido demasiado. – Me dijo mirándome enfadado.

-       ¿Y? es mi fiesta, no pasa nada por divertirse ¿sabes?, igual deberías probarlo a ver si así sonríes un poco y dejas de ser un amargado – no me podía creer lo que había dicho, el alcohol había hecho que se me fuera la lengua. David me miró con cara de pocos amigos y simplemente salió de la sala.

Yo me quedé con cara de tonta y pensando que no había dicho nada que fuese mentira. Seguí bailando con otras personas hasta que acabé agotada. Todos se fueron yendo a sus casas al cabo de un rato y yo salí en busca de mi audi para irme a casa. No lo veía por ningún lado, ¿dónde se había metido mi maldito coche? No dejaba de dar vueltas por el parking pensando que era la única persona en el mundo capaz de perder su coche en un parking de cien metros. Al rato de estar buscando mi coche apareció un volvo negro. No vi al conductor hasta que bajó la ventanilla.

-       Sube, anda, que te llevo – me dijo David muy serio.

-       No, he venido en mi coche y me iré en él.

-       ¿Y por qué no dejas de dar vueltas por el parking?

-       Porque tengo un coche estúpido y se ha perdido. No lo encuentro – contesté cabreada.

-       El coche no es el estúpido – me contestó insinuando que la estúpida era yo, cosa que me mosqueó – Malú, has bebido demasiado, sube al coche y te llevo.

-       No, gracias, pediré un taxi. – contesté arisca.

-       No seas cabezona, sube al maldito coche – me dijo perdiendo la paciencia.

Estaba cansada, no tenía ganas de discutir, sólo quería llegar a casa, meterme en la cama y enfadarme conmigo misma por beber tanto y darle a David la excusa perfecta para llamarme estúpida. El camino transcurrió en silencio hasta que habló David.

-       Sabes que no deberías beber tanto.

-       Lo sé, pero eso es algo que a ti no debería importante- Mi cabreo aumentaba por momentos.

-       Me importa, es mi trabajo cuidar de ti. Además, si no hubieras bebido yo estaría ya en casa con mi mujer.

Ese comentario me sentó como una patada en el estómago, quise llorar.

-       No tenías porque traerme, yo no te lo he pedido – Contesté tragándome las lágrimas.

-       No podía dejarte así.

-       ¿Por qué? – pregunté girándome para mirarlo.

-       Porque me importas – contestó mientras paraba el coche en la puerta de mi casa.

En ese momento no se qué pasó, en que estaba yo pensando, si fueron sus palabras o el alcohol pero el caso es que no lo pude evitar. Me lancé y lo besé, besé esos labios que se amoldaban perfectamente a los míos y en los que me podía perder.

GUERRA FÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora